Cuaderno de Ciencias Humanas 6 (junio 2025) 27-63
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Resumen: En este artículo1 se procura enri-
quecer nuestra conciencia de Actualidad. Esa
civilización que quiso ser la civilización mun-
dial se encuentra en crisis, complejizada por la
necesidad del reconocimiento de las restantes
civilizaciones –fuera y dentro del propio te-
rritorio–, en coexistencia y confrontación. El
arraigo es natural para el ser humano único,
lo que da origen a civilizaciones diversas, en
un mundo único. Actualmente, en la marcha
del proceso de la globalización, se pueden
discernir tres subprocesos concomitantes: a)
la necesidad del re-conocimiento de las iden-
tidades próximas, a veces locales y a veces de
las restantes civilizaciones en proceso de rein-
vención de su identidad –en los barrios trans-
versales de la Aldea Global–, y no solo en los
territorios originarios de esa civilización; b) la
fuerte presencia (contaminación) de la civili-
zación euroamericana en las restantes civiliza-
Abstract: is article seeks to enrich
ourawareness of the present day, the civiliza-
tion that wanted to be e world civilization
is in crisis, complicatedby the need for the
recognition of the other civilizations -out-
side and within ones own territory-, in their
existence and confrontation. Rootedness is
natural for a unique human being, which
gives rise to diverse civilizations, in a single
world. Today, in the process of globaliza-
tion, three concomitant sub-processes can
be discerned: a) e need tore-recognizethe
identities that are close to us, sometimes local
and sometimes of the other civilizations in
the process of reinventing their identity –in
the transversal neighborhoods of the Global
Village– and not only in the original territo-
ries of that civilization. b)e strong pres-
ence (pollution) of Euro-American civiliza-
tion in the highly urbanized environments
Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones
diversas
Ethos and Actuality. A unique world of diverse civilizations
Roberto Estévez
Ponticia Universidad Católica Argentina
roberto.estevez@santodomingo.edu.ar
ORCID: https://orcid.org/0009-0001-8199-4689
1 Este artículo continúa las líneas de reexión de “Ethos y actualidad. Vivir en Interregno,
publicado en Cuaderno de Ciencias Humanas, 5 (diciembre 2024), pp. 13-45. A lo largo del
año 2022, inicié una serie de artículos en la Revista Criterio, que revisa, sintetiza, repiensa y
actualiza, el análisis de la crisis del tránsito de la Modernidad a la Actualidad, de la primera
parte del libro Ethos y Polis. Notas sobre la cosmovisión actual (editado por la UNSTA, 2009,
2da. Ed., San Miguel de Tucumán).
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ciones (antes que el Big Mac y la Coca-Cola, el
marxismo –idea europea post victoriana– fue
el vehículo de Modernización de Rusia, China
y Vietnam), también las presencias relevantes
de algunas de las restantes civilizaciones en
ella; y c) la crisis de lo valorado en euroamé-
rica (no delimitada a su espacio, sino a dónde
esas valoraciones son vividas como propias
en la Aldea Global) por la crisis de la última
etapa de la Modernidad y el auto desarraigo
europeo. Finalmente nos detendremos en el
problema de la crisis del poder, caracterizada
por la inmensa ampliación de sus medios y
la pobreza de los nes, en una sociedad que
se niega a tratar el problema de la buena so-
ciedad –por la curvatura de la voluntad–, y
produce irresponsablemente, la vuelta de la
desigualdad.
Palabras clave: actualidad, modernidad, civili-
zaciones, valores, crisis de poder.
of the other civilizations (before the Big Mac
and Coca-Cola, Marxism –a post Victorian
European idea– was the vehicle for the mod-
ernization of Russia, China and Vietnam), as
well as the relevant presences of some of the
other civilizations in it, and c) ecrisis of
what is valued inEuro-America (not limit-
ed to its space, but to where those valuations
are experienced as their own in theGlobal
Village) due to the crisis of the last stage of
Modernity and European self-uprooting. Fi-
nally, we will dwell on the problem of the cri-
sis of power, characterized by the immense
expansion of its means and the poverty of
its ends, in a society that refuses to deal with
the problem of the good society –because of
the curvature of the will– and irresponsibly
produces the return of inequality.
Keywords: actuality, modernity, civiliza-
tions, values, power crisis.
La complejidad de la crisis y el reconocimiento de las civilizaciones2
La utopía de una civilización mundial, es hoy solo eso: una utopía de la
etapa pos cristiana de la modernidad, resabio milenarista que introducía
un sentido que conducía al nal de la historia en la historia.
El lugar, el momento histórico y la situación cultural son siempre, en ma-
yor o menor medida, originales para un grupo social y para el otro –por
cercanos que estén–, y entre un grupo social y el que le sucede en el tiempo.
En la naturaleza todo sigue su curso, las especies, las estaciones, de ci-
clo en ciclo se van sucediendo. La naturaleza es un ruidoso silencio. Aun
los bienes más naturales del hombre siempre se expresarán en lenguaje
humano, por tanto, como valores humanos, y nunca perfectamente en la
2
Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado en
la Revista Criterio, Nro. (2022, Nro. 2491, 44-47). Continua las reexiones de Cultura, valor de
la cultura y crisis de la cultura, en e Call to Justice e Legacy of Gaudium et spes 40 Years La-
ter, Ciudad del Vaticano, 2005. Publicado en EMPRESA, revista digital de ACDE: https://em-
presa.org.ar/2023/la-complejidad-de-la-crisis-y-el-reconocimiento-de-las-civilizaciones-1/
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
universalidad a la cual se reeren. El reconocimiento amplio de la común
dignidad humana no requiere una única lengua y una civilización mundial
para ser alcanzado.
El ser humano, en su comportamiento, en cierta medida es siempre
igual, y en otra siempre distinto. Así resulta posible –dada la permanen-
cia– comparar situaciones –incluso morales– de un pueblo y otro, y de
uno consigo mismo en los diferentes momentos de su historia. Pero esa
comparación posible –dados los cambios de las situaciones diversas– es
al mismo tiempo siempre difícil, de relatividad –sin relativismo– y con-
jetural.
Desde que el hombre inició su existencia sobre la tierra, inició a su vez
su marcha geográca e interior de mundialización. Llegando luego de la
Segunda Guerra Mundial a interconectar la totalidad del territorio terres-
tre. Con mayor o mínima interacción, los intercambios entre civilizaciones
diversas se fueron intensicando.
Este proceso de aceleración de la interacción mundial, o globaliza-
ción, es el resultado de una sucesión de impulsos yuxtapuestos, en la
que cada nuevo impulso acelera el proceso sin que los anteriores reduz-
can su importancia: la construcción de un sistema internacional con
tendencia supranacionales, la transmisión universal e instantánea de la
información en un mercado global de la información, las empresas en
todas sus distintas operaciones globales, que ignoran cada vez más las
fronteras nacionales, la fuerte tendencia al abandono del campo, las mi-
graciones y la alta urbanización, el libre e instantáneo flujo de capitales,
con monedas públicas y privadas, el desarrollo del tercer sector, exclu-
yendo al estado y a las empresas de la sociedad, y la expansión digital
de un mundo privado.
Así, ya antes de la simbólica caída del muro de Berlín y la implosión
de la URSS, era frecuente que, en las calles de Hungría o Checoslova-
quia, te detuviera un joven para ofrecerte dinero y su pantalón a cambio
de tu vaquero (jean). Detrás de la supuestamente inexpugnable muralla
de hierro, estaba el deseo de Levis, o Wrangler. Ya estábamos en una
historia única y pluricultural en la misma civilización, solo que la lucha
ideológica nos mantenía en una ensoñación, retenidos tras “muros” y
bajo una lápida de cemento ideológico, una segunda realidad de mira-
das incompatibles.
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Ser humano único, civilizaciones diversas
Cuando llegamos con la misión al Llano de La Rioja, poco sabíamos de
misionar, poco de la gente del Llano y creo que menos de nosotros mismos.
Muchas de las casas eran de solo tres paredes –para poder sacar las camas
con facilidad las noches del caluroso verano–, todas tenían paredes de adobe
grueso, con mínimas rajas sin vidrio por ventanas, y una o dos casas por
poblado tenían techo de chapa, en lugar del común techo de paja. A la noche
nos dejaron una lamparita de 12 voltios que debía quedar prendida, “porque
con esa la vinchuca no pica.
En la catequesis de la hora de la siesta, una de las chicas de nuestro grupo,
les propuso a los niños del poblado dibujar sus casas. La sorpresa fue mayús-
cula al ver techos de teja, ventanas amplias, con vidrios partidos, caminitos
en un jardín con árboles, y hasta un segundo piso, que nada tenían que ver
con su entorno geográco, pero eran su intorno cultural.
Si bien un niño no alfabético, de origen chicano, hispanic, o latino, en
la costa oeste de Estados Unidos, comenzaba a escribir Superman de este
modo: U E A, y uno de familia angloparlante lo comenzaba a escribir de este
modo: S P R M N, ambos en edades semejantes dibujan el mismo monigote.
A lo ancho de la geografía y a lo largo del tiempo, lo natural permanece, es
el hombre en el tiempo, quien habita y habitando percibe y valora estas valora-
ciones que observa y refuerza, generan un entorno cultural de normalidades,
algunas de las cuales, en el tiempo, se vuelven el intorno cultural de normati-
vidad sobre las conductas.
El sistema de conductas o ethos individual así generado, se vuelve al tiem-
po social y se articula en formas mentales colectivas que llamamos cosmovi-
siones, que desarrollan a lo largo del tiempo y a lo ancho de la geografía una
o varias de las formas sociales más altas y comprensivas, a las que llamamos
civilizaciones.
En las civilizaciones, el hombre de este tiempo conviviendo habita, y habi-
tando percibe y valora. Estas valoraciones que observa y refuerza modican
su entorno cultural, y van produciendo modicaciones en las civilizaciones
que a veces decantan en evoluciones de las cosmovisiones, transformando
el ethos –los sistemas de conducta– corrigiendo normatividades que afectan
la normalidad, el modo que el hombre individualmente considerado actúa,
valora, percibe y vuelve sobre su habitar.
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Procesos concomitantes
Así actualmente, en la marcha del proceso de la globalización, se pueden
discernir tres subprocesos concomitantes:
La necesidad del re-conocimiento en y de las identidades próximas,
a veces locales y a veces de las restantes civilizaciones en proceso de
reinvención de su identidad, en los barrios transversales de la Aldea
Global, y no solo en los territorios originarios de esa civilización.
La fuerte presencia (contaminación) de la civilización euroameri-
cana en los ambientes de alta urbanización de las restantes civilizacio-
nes (antes que el Big Mac y la Coca-Cola, el marxismo –idea europea
post victoriana- fue el vehículo de la Modernidad para Rusia, China y
Vietnam), también las presencias relevantes de algunas de las restantes
civilizaciones en ella, y
La crisis de lo valorado en euroamérica (no delimitada a su espacio,
sino a dónde esas valoraciones son vividas como propias en la Aldea
Global) por la crisis de la última etapa de la Modernidad y el auto des-
arraigo europeo.
El re-conocimiento
La ciencia de la historia victoriana era parte de La Civilización, en tanto que
las civilizaciones eran objeto de estudio del pasado. Esa civilización se enfren
a sí misma en 1914 y en 1939, teniendo al mundo como teatro de operaciones,
y siguió haciéndolo luego de 1945 en una guerra ideológica, que no fue fría en
absoluto, aunque sus muertos todavía no hayan sido contabilizados.
Desgraciadamente el ideal amoral de la ideología, fue la forma de acceder
al control del instrumento con mayor potencial constructor –pero también
destructor–, de la historia de la humanidad: el estado moderno. Incluso a tra-
vés de partidos que usaban los procedimientos de la democracia para llevar al
poder valores contrarios a la democracia, y costaron más vidas humanas que
ninguna otra experiencia en la historia.
Los muertos del régimen bolchevique, los de la Segunda Guerra Mun-
dial, el número todavía desconocido de los de la Revolución Cultural
China, y los de la Guerra Fría (incluyendo las dictaduras y grupos insur-
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gentes promovidos por uno u otro contendiente en Asia, África y Améri-
ca Latina –desde México a Ushuaia–), fueron víctimas de hombres que no
reconocían hombres, sino lo que las ideologías les decían que eran esos
hombres que veían. En este sentido, la acción del Alma Grande Gandhi
(como lo llamó R. Tagore) es clara: su guerra ha terminado, ahora déjen-
nos vivir en paz.
Con la ideología sólo interesa transformar canónicamente la realidad, no
comprenderla. Desde una segunda realidad se desprecia la realidad real y
se descalica cualquier otro pensamiento, haciendo por tanto muy difícil el
diálogo moral.
Una vez concluida la guerra fría, que tenía a muchas civilizaciones como
objetos, bajo la lápida de concreto de la segunda realidad ideológica –y con
el n de los enfrentamientos locales nanciados por ella–, volvieron las viejas
banderas. Tras ellas los viejos tapices, y los más antiguos hilados.
Había identidades propias detenidas en el tiempo, ahogadas, y muchas
veces reprimidas por la identidad que ambas ideologías euroamericanas –en
lucha global–, prestaban.
Samuel P. Huntington publicó su artículo “e Crash of Civilizations?”
en la revista Foreign Aairs (1993) analizando que los pueblos en busca de
su identidad reinventan la etnicidad, los enemigos y la propia denición de
civilización. Según él, la modernización económica no estaría produciendo
ni una civilización universal en sentido signicativo, ni la occidentalización
(restringe el uso de este término a Europa occidental y Norteamérica) de las
sociedades no occidentales.
Para él, el incremento de las comunicaciones y las pretensiones universa-
listas de euroamérica (a la que elige llamar Occidente) le hacen entrar cada
vez más en conicto con otras civilizaciones, de forma más grave con el islam
y China.
En el plano local, las guerras en las líneas de fractura, sobre todo entre
musulmanes y no musulmanes, estarían generando la solidaridad de los paí-
ses anes que se agrupan en torno a estados centrales o dirigentes de esa ci-
vilización. Para Ralf Dahrendorf (1991)3, quien siempre defendió que una
3 Reexiones sobre la revolución en Europa. Carta pensada para un caballero de Varsovia
(1991), que evoca el título del libro del tradicionalista Edmund Burke Reexiones sobre la revo-
lución en Francia. Carta enviada a un caballero de París, publicado en 1790.
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teoría, por sí sola no puede explicar la totalidad de las sociedades, nos encon-
tramos simplemente en la reanudación de la historia, al levantarse las bande-
ras/lápidas ideológicas que la tenían reprimida.
En la globalización se ha generado desde entonces un proceso de re descu-
brimiento y de re conocimiento de cada civilización en la textura de su habitar,
sin importar donde se encuentre esa textura en la Aldea Global. Así, paralela-
mente al proceso de globalización, en sus casas, en su barrio, en sus escuelas
y en Internet, se produce un “re” nacimiento de comunidades anes: por país
[paisaje], lengua, religión.
Estas renovaciones, y en algunos casos reinvenciones de las identidades,
va acompañado de un proceso de re descubrimiento y de re conocimiento de
las restantes civilización, en las geografías digitales de los idiomas y la geogra-
fía política dentro de las naciones.
“La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza4
En el mundo de posguerra fría la cultura es a la vez una fuerza unica-
dora y diferenciadora, porque los valores, costumbres y relaciones sociales
encuentran en las civilizaciones una fuerte tendencia a la consistencia iden-
titaria que los diferencia; sin embargo, esto no supone necesariamente una
polarización.
Cada civilización consigue articular de modo exitoso las diferencias cul-
turales en una visión del mundo y de la vida unicadora. Para los estudiosos
de las cosmovisiones, el elemento superior siempre es el elemento coordina-
dor, ordenador (teológico). En este sentido, puede observarse que la revi-
talización de la religión5 en gran parte del mundo refuerza las diferencias
culturales.
En la Aldea Global encontramos que cada vez más personas pertenecen a
tradiciones religiosas. Estos diversos contextos religiosos coexisten y actúan
entre sí. Hay posibilidades de confrontaciones, pero, a diferencia del énfasis
4
Slogan tomado del régimen imaginado por Eric Arthur Blair (George Orwell) en su novela
1984.
5
El mundo actual tiene el sinsabor del poscomunismo. Peter Sloterdijk sitúa al comunismo
como el cuarto anillo monoteísta. Lo calica como “un ateísmo político decidido a todo; que
tiene la pretensión de realizar la verdad de los tres monoteísmos pasándola del cielo otra vez a
la tierra” (Vásquez Rocca, 2014).
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de Huntington, también hay desafíos positivos y posibilidades de enriqueci-
miento en el encuentro con otras religiones.
Las civilizaciones no son necesariamente imperios en confrontación; ci-
vilización e imperio son categorías político culturales distintas. En tanto que
cada imperio excluye la denición de la existencia de otro, las civilizaciones
han vivido experiencias de confrontación y también de cooperación. El pro-
ceso actual tiene muchos siglos de historias con experiencias de encuentros
y desencuentros. En el siglo XIII estuvieron las Cruzadas, pero en 1219, du-
rante la Quinta Cruzada, Francisco de Asís conversó con el Sultán Al Kamil
(sobrino de Saladino) sin “más armas que las de la Paz, el Bien, el respeto....
El Sultán, sin haber visto la guerra en Ucrania preguntó “¿por qué los cris-
tianos predican el amor y hacen la guerra?” San Francisco, a quien –según
Buenaventura– se le saltaron las lágrimas, respondió: “Porque el amor no es
amado. Por primera vez el Sultán vio a un cristiano que era pacíco y devoto,
que no quería la guerra sino la paz. Quedó tan impresionado que dijo “Si to-
dos los cristianos fueran como Francisco sería muy fácil ser cristiano” (se re-
cuerda una frase semejante de Gandhi respecto de su lectura del Evangelio).
En el mismo tiempo, Tomás de Aquino y otros profesores de la nacien-
te Universidad de París recurrieron a los traductores árabes de Aristóteles
(es decir, para la mentalidad del Obispo de París, a un hereje traduciendo
un pagano).
Creer que la historia humana en tanto que historia de hombres tiene una
sola dirección –y que ésta podemos conocerla con total claridad–, es otro re-
sabio milenarista de la etapa pos cristiana de la modernidad. Por ideológicos,
introduciendo el nal de la historia en la historia, han fracasado en todas las
alternativas de sus diagnósticos y prospectivas.
El camino de los pueblos no es hoy el de quienes pretenden liderarlos. El
7 de octubre de 1571, la armada de la civilización europea vencía de modo
duradero el poderío otomano en el Mar Mediterráneo (Lepanto)6. El mismo
día, cuatrocientos treinta años después, Estados Unidos y Europa lanzan su
operación “libertad duradera” con un ataque sobre Afganistán. La coinci-
dencia de esas fechas, como la del ataque a las Torres Gemelas y la liberación
6
Años después, el mismo 7 de octubre, pero de 2023 el grupo terrorista invade Israel desde la
frontera de la Franja de Gaza en una operación terrorista de estudiada crueldad para con los
civiles masacrados, los secuestrados y sus familias.
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de Viena del 11 de septiembre de 1683, nos ayuda a ejemplicar dos líneas
políticas hoy presentes:
Un sorprendente giro orwelliano, en el que la destrucción de la
vida humana con el único objeto de producir un espectáculo de masas,
intenta someter a la opinión pública a la dictadura del terror.
La desconanza y el miedo han minado en países de inmensa tra-
dición democrática, la credibilidad y el aprecio de instituciones cente-
narias –básicas para la continuidad del sistema de libertades–, estable-
ciendo que es legítimo y legal, en lo interno, avasallar el derecho a la
privacidad y la libertad de expresión de los propios ciudadanos, y, en lo
externo, iniciar preventivamente ataques y guerras de manera unilateral.
Las consecuencias han sido catastrócas, cuando comienza a suceder que
las guerras locales se van incorporando a un enfrentamiento más amplio en-
tre civilizaciones, sea en Chechenia, África, Filipinas, o Ucrania.
Nunca en la historia del mundo ha habido tantos hombres y mujeres despla-
zados de la tierra de sus raíces (origen), ya sea huyendo de condiciones sociales
y económicas intolerables en búsqueda de una vida mejor, ya sea escapando de
guerras civiles y limpiezas étnicas en busca de paz y seguridad. La interacción
entre civilizaciones en un mismo territorio, producida por la gran emigración
de pueblos, plantea inmensos desafíos sociales, políticos y religiosos.
La presencia de las civilizaciones7
El segundo proceso de la globalización en marcha, es la fuerte presencia
(contaminación) de la civilización euroamericana en los ambientes de alta
urbanización de las restantes civilizaciones, así como también las presencias
relevantes de algunas de las restantes civilizaciones en ella. La separación de
la paz de Westfalia8 de religión y política internacional, que dio lugar al Es-
tado Nacional Moderno, ha tocado su n y su invención está en crisis. Las
7
Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado en
la Revista Criterio, (2022, Nro. 2492, 42-44).
8
Se reere a los tratados de paz de 1648, rmado el último el 24 de octubre de 1648, en la
Sala de la Paz del ayuntamiento de Münster. Los mismos consagran la unidad religiosa de los
pueblos europeos (en el interior de un reino nacional) según sea la religión de su rey.
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potencias en pugna mantenían perfectamente delimitado el choque intraci-
vilizatorio de las ideologías políticas europeas, por la geografía política de los
estados nacionales; de modo que, si las estrategias de insurgencia no triunfa-
ban totalmente, y al menos lo hacía en parte del territorio, allí nacía un nuevo
estado nacional, del Norte o del Sur, del Este o del Oeste.
En la actualidad, el choque ya no está delimitado por el territorio, sino
que es en primera instancia un choque de culturas entre diversas civiliza-
ciones (y en ellas de religiones). No hay ya una única línea de fractura, las
fracturas son múltiples, cruzan los diversos estados, sin respetar sus límites
de geografía política.
En la década del setenta, se observó un fenómeno de nuevas conictivida-
des, con el surgimiento de polos de poder cuya única razón de unidad era la de-
fensa de un interés propio, no alineado al conicto ideológico de la guerra fría.
El mismo fue calicado erróneamente como un resurgimiento de los na-
cionalismos. A nes del siglo XX y comienzos del siglo XXI, se descubre que
esta interpretación no era válida, y estaba centrada en una experiencia euro-
pea en retirada.
Las lealtades nacionales se estaban disolviendo en Europa, y en el resto
del mundo relacionando, en un proceso de rearmación de las identidades
culturales de las civilizaciones. El espacio geográco político, pensado y en-
señado como ideas claras y distintas ya era una Aldea Global, con barrios y
guetos transversales a los territorios nacionales, crecientes en número y di-
ferenciación.
Las administraciones estatales habían perdido en buena medida la capaci-
dad de controlar la corriente de ideas y tecnología que entra y sale de su territo-
rio, y cada vez tienen mayor dicultad en controlar los movimientos de dinero,
droga, armas y personas. Los atentados a las torres gemelas se produjeron el 11
de septiembre de 2001; cinco años antes, Huntington (2000) escribía: “media
docena de jóvenes podrían perfectamente vestir vaqueros, beber Coca-Cola,
escuchar rap y, entre inclinación e inclinación hacia La Meca, montar una
bomba para hacer estallar un avión estadounidense de pasajeros” (p. 67).
El proceso cultural
La naturaleza global del mundo digital erosiona cada vez más los antiguos
límites nacionales, pero no en la dirección hombre solo-estado nacional, de
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la modernidad, que permitía imaginar hombre-matrix-estado mundial, sino
que las fuerzas de abstracción global, generaron fenómenos compensatorios de
búsqueda de arraigo9.
Posteriormente, el arraigo digital de la burbuja de sentido generó espejos
que reejaron y transforman la propia imagen individual; a veces en la nada
ideológica, y a veces en girones de raíces heredadas, presentes o soñadas, que
adquirieron el valor de una joya apreciada.
La burbuja no agota lo que la naturaleza puede dar como cultura. La na-
turaleza es un ruidoso silencio, ella sigue su curso. Así como las especies, las
estaciones, de ciclo en ciclo, se van sucediendo, el hombre, aun atrapado en la
red digital, habita por naturaleza un espacio real, mínimo o expandido, hasta
donde alcanzan sus sentidos.
Su habitar se relaciona con su percibir y apreciar –y si bien este puede
estar alterado por ese trastorno disociativo del alma que es la ideología–, se
relaciona con lo que percibe y aprecia. Es decir, desde donde decide, actúa y
produce.
Descubre bienes reales y valora las cosas desde su habitar. Cuando actúa y
produce, se elige y se produce, condicionando su propia conducta futura de
modo perfectivo o degradante, en el inevitable camino de su autodetermina-
ción.
Valoramos de un modo perfectivo, como virtudes, a aquellas conductas
que amplían el área de nuestra libertad, haciéndonos más capaces de elegir –
realizar o no– y realizar con mayor perfección un acto bueno; y valoramos de
un modo degradante, a aquellas conductas que restringen el área de nuestra
libertad, haciéndonos menos capaces de elegir –realizar o no– un acto que, al
restringir el área de nuestra libertad, nos hace menos capaces del bien.
Cuando el ser humano produce, no solo modica el mundo exterior,
sino que se produce a sí mismo, en una historia personal subjetiva, que no
9
En este sentido podría resolverse la pregunta que se formula Yuval Noah Harari, y su res-
puesta: “Las culturas humanas se hallan en un ujo constante. Dicho ujo, ¿es completamente
aleatorio, o sigue una pauta general? En otras palabras ¿la historia tiene dirección? La respues-
ta es sí. A lo largo de los milenios, las culturas pequeñas y sencillas se conglutinan gradual-
mente en civilizaciones mayores y más complejas, de manera que el mundo contiene cada vez
menos megaculturas, cada una de las cuales es mayor y más compleja. Esta es, desde luego, una
generalización muy burda, que solo es verdad a un nivel macro. A nivel micro, parece que para
cada grupo de culturas que se conglutinan en una megacultura, existe una megacultura que se
descompone en fragmentos” (2022, p. 188).
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puede dejar de ser social intersubjetiva, e incorpora su conducta como po-
sibilidad a lo existente, de modo que en el tiempo puede ser percibida como
normal.
Ninguna conducta humana es –por la complejidad de lo humano– idén-
tica a otra, pero las culturas semejantes llegan a una normalización, en un
sistema de conductas –ethos–, con vocación de continuidad y normatividad.
Estas constelaciones de valoraciones, constituyen una cultura. Los valores
valen porque se vive según ellos. Los valores son la abstracción del sentido
real de la acción particular, sean o no buenos, sean o no declarados como
motivo de la acción, provienen del motivo real que es la fuente de energía de
la acción, y se van articulando como constelaciones que, nos guste o no, dan
sentido a la vida.
Este proceso que hemos descripto partiendo de lo que se percibe y apre-
cia, a lo que decidimos, actuamos y producimos, nos señala que toda cultura
es cultivo de unas raíces.
Es tan natural que el hombre sea cultural, que podríamos llamar a la cul-
tura segunda naturaleza. Las culturas se articulan en troncos que les dan
compatibilidad y consistencia, como formas mentales a los que llamados
cosmovisiones.
Una misma cosmovisión puede dar lugar a diversas formas sociales, a las
formas más englobantes de todas las llamamos civilizaciones, y cada civiliza-
ción produce el sistema político, social y económico que garantiza la conti-
nuidad de su identidad (su constitución real).
En el mundo de posguerra fría, la cultura es a la vez una fuerza unica-
dora y divisora, porque los valores, costumbres y relaciones sociales varían
de forma signicativa de una cultura a otra y encuentran en la civilización
una fuerte tendencia a la consistencia que, por otros factores, puede tender a
polarizarlos.
Coexistencia o confrontación
Si decimos: los refugiados-inmigrantes son en ocasiones tratados injusta-
mente y sufren por las actitudes racistas de sus antriones, es muy probable
que un lector piense en los marroquíes en España, otro en los españoles en
Arabia Saudita, otro en los bolivianos en Argentina, y otro en los argentinos
en algunas ciudades de Estados Unidos.
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
La cultura, el idioma y religión de los inmigrantes y de sus antriones son
algo no familiar, en la mayor parte de los casos desconocido para inmigrantes
y antriones. Algunas veces los inmigrantes tratan de introducir tradiciones
que están en conicto con las costumbres –e incluso las leyes– de la sociedad
que los recibe, dando con ello razones, argumentos (no siempre racionales) a
los que los rechazan.
Pero también está la experiencia del grupo en la reinvención de su identi-
dad cultural, o la creación de instrumentos de refuerzo de una cultura, dentro
de otra. Las sinagogas nacieron en el exilio del pueblo de Israel en Babilonia,
al cual le debemos nada menos que el hermoso poema de la creación (Géne-
sis 1, 1) con el cual se inicia la Biblia.
Sin embargo, esta experiencia de integración con reinvención, que lleva a
la coexistencia pacíca de la diferencia, no es la única posible.
El secularismo difundido por la civilización euroamericana en su expan-
sión sobre nes de la Modernidad, produjo una globalización de la acedia,
que, en su tendencia a la desintegración de las comunidades locales, y ex-
clusión en los ambientes de alta urbanización, va produciendo un proceso
compensatorio fundado en la propia naturaleza del hombre.
El momento de secularización modernizadora que intentó la unicación
mundial bajo uno u otro contendiente ideológico, fue seguido de un viento
espiritual en toda la Aldea Global. Pero se trata de un proceso complejo (es-
piritualidades no religiosas, religiosidades no institucionales, religiosidades
culturales y políticas) que es ambiguo en todas las religiones, generando pa-
ralelamente movimientos de diálogo y cooperación, disidencia y confronta-
ción de grupos religiosos.
Por doquier surgen reacciones integristas en comunidades de las tres fa-
milias religiosas del tronco monoteísta. El integrismo simplica largas tradi-
ciones, las segmenta y declara un solo segmento histórico como la expresión
auténtica de toda esa tradición (integridad de la fe), atribuyendo la condición
de absolutas e inmutables a las mediaciones culturales que se fueron origi-
nando a la hora de la expresión práctica de esa religión.
La distinción entre religión y política es post cristiana –en el cristianismo
y luego de él–, los fundamentalismos aprovechan esa separación para conver-
tir la integridad de su fe en fuente axiológica de un sueño ideológico. Se trata
de un trastorno disociativo del alma, que opacando la humanidad acentúa las
divisiones en, y entre, los pueblos, lleva al odio del adversario cultural, de allí
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Roberto Estévez
al odio del enemigo político, y a la inmunidad irracional del amigo político.
Cuando los sueños chocan con la realidad llega la violencia de intención revo-
lucionaria, que termina en Kronos comiendo a sus hijos.
Pero éste no es sólo un fenómeno islámico. Como respuesta a la erosión
de la fe, algunos cristianos (incluyendo católicos) adoptan actitudes que eli-
minan el espacio para la discusión y buscan seguridad bajo la protección de
una parte de su tradición religiosa, en una actitud que se aproxima a formas
de fundamentalismo religioso, y se alejan de la experiencia real vivida en las
sociedades de las que son parte.
Se da razón así a quienes diagnostican que estaría en marcha un enfrenta-
miento abierto, de naturaleza no sólo religiosa, sino también civil, que abarca
la identidad total de las civilizaciones, haciendo un uso enfático y engañoso
de palabras como identidad, en el sentido de primacías éticas y culturales, de
distintos niveles espirituales y civiles.
Sin embargo, no son las únicas voces. Al mismo tiempo, hay quienes me-
joran la calidad del debate realizando valores de los más profundos –de la
condición humana–, sin mezclar la civilización islámica (por tomar el error
más frecuente, pero no el único) con fundamentalismos y terrorismos –fenó-
menos políticos, es decir, contingentes– a los que hay que enfrentar con las
soluciones que la política puede proveer.
Algunos siguen en el n de la historia
Cuando tuvo lugar la caída del Muro de Berlín, la utopía del n de la
historia fue útil por cuanto permitió que las personas vieran como posible lo
que hasta entonces veían imposible. Así se impulsaron procesos de paz sobre
conictos centenarios; sin embargo, contenía el engreimiento provinciano
que sostiene que la civilización euro americana era entonces la civilización
universal que comprendía el planeta tierra.
Esta ilusión sirvió a la expansión económica de Europa y Estados Unidos,
donde se estaba produciendo la Nueva Economía como representativa de los
cambios producidos por las fuerzas profundas de la tercera modernidad y la
globalización posterior a la segunda guerra mundial.
Sin embargo, distrajo de la realidad de otras fuerzas igualmente profun-
das desde el punto de vista cultural que la prolongada bipolaridad de la gue-
rra fría venía reprimiendo: los procesos emocionales de un enraizamiento
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
cultural profundo que, sólo reconoce semejanza con el comienzo –también
post imperial– del período medieval.
La liberación de esos poderes en la geografía mundial, de la aldea glo-
bal, facilita que las fronteras sean traspasadas por diferentes culturas, lo que
multiplica las identidades culturales y los regímenes económicos, sociales y
políticos con sus posibilidades de coexistencia y de confrontación.
En este sentido sorprende cómo en ambientes académicos y medios de
comunicación de Iberoamérica continúa la visión de la utopía de la caída del
Muro de Berlín, no ya en la valoración positiva de la expansión global del
capitalismo liberal, como único sistema; sino en el rechazo y crítica global
del capitalismo neo liberal, como si el mismo fuera el sistema económico,
social y político único –sin matices–, en la totalidad del mundo, y el res-
ponsable único de las fallas en materia de derechos humanos, desarrollo y
medio ambiente, sin reconocimiento de la existencia y responsabilidad de
otras civilizaciones, con su propios sistemas políticos, sociales y económicos,
desarrollados como sistemas de refuerzo de su identidad10.
La crisis de la civilización euroamericana11
El tercer proceso de la globalización en marcha, es la crisis de lo valorado
en euroamérica.
Recordemos primero que para Toynbee las civilizaciones son totalidades
que engloban sin ser englobadas por otras, son espacios intersubjetivos, socie-
dades, economías y mentalidades compartidas. En sentido metafórico, cor-
poreizan una cosmovisión (que, en el mismo sentido metafórico, es su alma).
10
Tomándolos datos de competitividad de la economía, eciencia gubernamental y gasto pú-
blico, el IMD (la escuela de negocios, en la ciudad deLausanaenSuiza) sostuvo en su informe
de competitividad global, la existencia de al menos tres modelos económicos en desarrollo,
con sus múltiples variantes: El Modelo Anglo-sajón (caracterizado por la desregulación, la pri-
vatización, la exibilidad laboral y la aceptación del riesgo, que fomenta la empresarialidad), el
Modelo del Norte de Europa (caracterizado por un fuerte énfasis en la estabilidad, el consenso
social y las regulaciones, que favorece la perspectiva de largo plazo), y El Modelo Asiático y del
sur de Europa (caracterizado por escasa infrastructura, regulaciones decientes a las empresas
y de seguridad social, difusión de la economía informal y bajos costos laborales, que favorece
la improvisación).
11
Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado en
la Revista Criterio (2022, Nro. 2493, 48-51).
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En diferentes tiempos y geografías, una misma cosmovisión puede dar lu-
gar a distintas civilizaciones (por ejemplo: cristiano etíope, cristiano bizanti-
na, cristiano latina) y una misma civilización puede dar lugar a distintos ethos
(sistemas de conducta) y con ellos a distintas culturas de auto identicación
colectiva.
La civilización euro americana
La concepción del mundo y de la vida que anima a la civilización euro
americana procede de la herencia sumeria, expandida por los cananeos, de-
sarrollada por los egipcios y el pueblo de Israel, asumida por los griegos en
el humanismo, sistematizada por los latinos y universalizada por el cristia-
nismo, en no menos de tres líneas de desarrollo: el constantinismo griego, el
papismo latino, y el arrianismo que conuyó a lo islámico.
Las tres conservan las raíces culturales comunes en el desarrollo que, sus
contingencias históricas, han producido de ellas. Sin embargo, solo en el te-
rritorio europeo occidental se produjo la implosión de Roma y la casi desa-
parición de lo público, quedando entonces el papismo latino, como la pervi-
vencia de lo público en un universo cultural en mestizaje, que se va gestando
en base a contratos privados.
Allí, la cosmovisión cristiana dio origen a la Europa feudal y de los mo-
nasterios, que dará origen a la Europa de los fueros urbanos, y las órdenes
mendicantes, a la Europa en expansión de las Asambleas, Capítulos, Conse-
jos, Repúblicas, Gremios, Universidades y el Renacimiento, a la Europa en
guerra civil de la Reforma cristiana y el nacimiento de los Estados Naciona-
les, a la Europa de la Ilustración y los Imperios ultramarinos con pretensión
universalistas.
Paul Valéry refería esta civilización como la herencia de la losofía griega,
el derecho romano y la revelación cristiana12. Malcolm Riind, quien fuera
ministro durante los 18 años de gobierno deMargaret atcheryJohn Major,
12
“Nosotras, las civilizaciones, sabemos ahora que somos mortales…Elam, Nínive, Babilo-
nia eran bellos y vagos nombres y la ruina total de esos mundos tenía tan poca signicación
para nosotros que su existencia misma. Pero Francia, Inglaterra, Rusia… serían también bellos
nombres… Sentimos que una civilización tiene la misma fragilización que una vida. Las cir-
cunstancias que llevarían a las obras de Keats y de Baudelaire unirse a las obras de Menandro
no son por completo inconcebibles: están en los periódicos” (1961, p. 137).
43
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
habla de “la común herencia cultural europea procedente de Grecia y Roma,
a través del Renacimiento, y que llega hasta los valores, creencias y civiliza-
ción comunes de nuestro siglo.
Sin perjuicio de los pueblos originarios de Europa y de América, se men-
cione o no el cristianismo, las raíces cristianas están en la fuente de la iden-
tidad actual de Europa y América. De las cinco religiones mundializadas,
hinduismo, confusionismo, budismo, cristianismo e islam, cuatro son el fun-
damento de seis civilizaciones actuales: india, sínica, etíope, ortodoxa, euroa-
mericana e islámica.
Corrido el velo del sueño ideológico –un trastorno disociativo del alma,
que mantuvo a gran parte del mundo en la segunda realidad de la Guerra
Fría–, existe hoy el encuentro de la civilización euroamericana con otras ci-
vilizaciones demográcamente en expansión, a las que se ve obligado a reco-
nocer, tanto en el mundo globalizado, como dentro de sus propias fronteras
geográcas.
Euroamérica contiene en el territorio que convencionalmente se le atri-
buye, vidas de las seis civilizaciones antes mencionadas –y de otras menos
expandidas en proceso identitario–, pero también está en vidas fuera de los
territorios que se le atribuyen.
La metafísica griega, el derecho romano, el cristianismo en su ex-
presión no centralizada e independiente del poder político, las lenguas
europeas, el pluralismo social representativo (consistente en el desarro-
llo y persistencia de agrupamientos autárquicos y aún autónomos, no
necesariamente basados en lazos de sangre o matrimonios), la tensión
individuo-sociedad y la búsqueda de su armonía, así como el estado
de derecho, son valoraciones que aisladas unas de otras no definen la
presencia de la civilización euroamericana, pero sí en la medida de su
combinación.
Las crisis en las civilizaciones
Las crisis son pequeñas o grandes discontinuidades, crestas aladas que
alteran la trayectoria, y que según se resuelvan, pueden signicar un antes y
un después. Sin embargo, en el epílogo/interregno, cuando una fase todavía
está vigente, pero ya se han agotado posibilidades vitales, irrumpe una fase
nueva que aspira a pasar al primer plano.
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Aparecen fracturas en la continuidad de las cosas, pasan cosas no espera-
bles, se van frustrando las expectativas, se rompe la ilusión, la vida desborda
los canales y rompe los diques.
Toda civilización es una co-creación espiritual, su crisis se maniesta cuan-
do comienza a caducar la cosmovisión que le da aliento (una cosmovisión es
la matriz espiritual de una o incluso varias –no siempre sucesivas– civilizacio-
nes). Se produce una saturación social de los valores que la animaban. Enton-
ces la civilización pierde el carácter explicativo de la realidad, todo se vuelve
a poner en duda, se rompe su unidad, su continuidad ya no es atractiva para
sus miembros y, nalmente, la solución material de los nuevos problemas,
suele ceder ante esta caducidad o desintegración espiritual, que será en mu-
chos casos, como en la genealogía de la civilización euroamericana, el humus
de la siguiente civilización o cuerpo de la misma.
La crisis de la civilización euro americana
En el cenit de su expansión, la civilización euroamericana despreció la
existencia contemporánea de otros contextos de civilización, llegando a pen-
sar que su proceso era único y universal: era La Civilización.
Así el arte moderno buscaba “el arte primitivo” en las estampas de Japón
(como los Impresionistas), los ídolos de la Cícladas (como Modigliani), y las
máscaras del Congo (como Picasso en Las señoritas de Aviñón).
Padecía hacía medio siglo el malestar de la cultura, el extrañamiento en
burbujas sociales y la anomia personal que generan una angustia presente. La
ausencia de puntos de apoyo y refugio que ofrezcan una cierta seguridad, que
resuelvan la renovada experiencia de precariedad: la falta de lugar para uno y
para su espíritu en el mundo.
Ya nadie podía escribir lo que Ortega en 1909: “la base de nuestras vidas
es algo rme y denitivo; las instituciones fundamentales están perfectamen-
te delimitadas, legalizadas y reconocidas; los acontecimientos económicos
siguen su marcha regular”; ninguno en el contexto euro americano, ni donde
la civilización euroamericana está en la globalidad del planeta.
La crisis se inicia a nes de la última etapa de la modernidad victoriana.
Un modelo (en el sentido americano de pattern) de sociedad que se había
extendido como una supercultura que recubrió, eclipsó sin lograr vaciar y
sustituir, las diversas culturas del planeta.
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
Los datos que reere Huntington son elocuentes, al comienzo del siglo
XIX los europeos o las antiguas colonias europeas (en las Américas) con-
trolaban el 35 % de la tierra emergida del planeta, llegaron al 84 % antes de
la guerra de 1914, y ese porcentaje se siguió ampliando cuando el imperio
otomano fue desmembrado entre Gran Bretaña, Francia e Italia.
Sin embargo, la penetración y presencia victoriana en India (1799-1947),
no hizo desaparecer las múltiples culturas tradicionales, que igualmente re-
sistieron. Ni la independencia hizo desaparecer lo euroamericano.
Una década política (1966-1976) de Revolución Cultural China, con la
destrucción material de testimonios culturales y un inmenso número de
muertes, no pudo borrar la memoria de su herencia cultural, como me tocó
comprobar de un modo inesperado a nes de 1981: estaba en el Institu-
to Átropos (Sankt Augustin, Alemania Federal), cuando se recibió a una
embajada china que solicitaba copias de los escritos de Confucio y otros
maestros chinos, que habían sido materialmente destruidos en su totali-
dad, durante la Revolución Cultural. Ocho años antes de la caída del Muro
de Berlín, sin ceder su dominio, el Partido Comunista quería volver a ser
chino.
En el proceso de expansión victoriana, las restantes civilizaciones reci-
bieron la modernización tecnológica, que continuaron recibiendo después
del n de la Segunda Guerra Mundial y de forma más selectiva luego de la
implosión de la Unión Soviética, adaptando, transformando. Las bases de
las culturas tradicionales no desaparecieron, y los residuos de la expansión
permanecen, sin poder evitar que esas partes estén referidas a otro sistema
cultural extraño pero reconocible para sectores de su población.
A diferencia de la crisis del n de la Edad Media y el comienzo de la Mo-
dernidad, la crisis del n de la Modernidad se fue desarrollando en un conti-
nuo de tiempo y espacio: la cotemporoespacialidad. Durante la segunda mitad
del siglo XX comenzó el avance más constante en la conciencia de no ser los
únicos. Descubre a otras civilizaciones en su identidad y a la par las penetra
de la suya, sin estar anclada en sí misma.
En esta cotemporoespacialidad, el tiempo y el espacio que euroamérica
comparte con las restantes civilizaciones, generó un movimiento de pene-
tración y resistencia, permanencia, depuración y resistencia, mientras se en-
cuentra en crisis en sí misma y en lo que de sí permanece en otras civiliza-
ciones sin desaparecer, ni lo propio de esa civilización, ni lo euroamericano.
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La crisis es crisis de lo valorado en la Modernidad
La Modernidad euroamericana –hoy en retirada– presentó cuatro carac-
terísticas principales: en primer lugar, la referencia al sujeto que es libertad,
es decir, que sostiene como principio del bien, el control que el individuo
ejerce sobre sus acciones y su situación, y que le permite concebir y sentir sus
comportamientos como los componentes de su historia personal de vida, y
concebirse a sí mismo como actor (Touraine, 1992, p. 242).
En segundo lugar, la Modernidad es un modelo en que La Ciencia ocupa
la posición del elemento superior y coordinador cosmovisional, concluyen-
do que todo progreso cientíco conlleva, de manera inevitable, un progreso
humano y moral. Con la conclusión de que todo lo cientícamente posible
debe ser probado.
En tercer lugar, en diferentes momentos de su historia, y muy particular-
mente luego de la Ilustración, es recurrente la consideración de cada tiempo
presente como un nuevo comienzo histórico absoluto, por lo que dice Paul
Ricoeur (1991),
Es la abundancia de las herencias desechadas: judeo-cristiana, grecorro-
mana, la del Renacimiento y la Reforma, la de las Luces (...). Lo que pade-
cemos, en primer lugar y a este respecto, es la incapacidad del entrecru-
zamiento, puesto que es un arte difícil (...). Cuando hablo de relativizar,
quiero decir que el período que va desde el Renacimiento hasta el siglo
XX es un período corto, y que es necesario saber mirar hacia atrás, hacía
esas herencias de las cuales hablé hace un instante. Estoy en contra de una
sobre valorización de lo que ha pasado hace dos o tres siglos. Es necesario
reubicar todo eso en una historia general de la humanidad. (Brugués, s.p.)
Finalmente, el cristianismo –muy particularmente el latino–, que desde
su origen contenía el principio de la separación de autoridades entre Dios y
el César (la moneda que le presentan a Jesucristo tenía la inscripción divino
César –Mateo 22:21, Marcos 12:17, Lucas 20:24), la Iglesia y el Estado, el indi-
viduo y el grupo, la conciencia personal y la ley social, fue evolucionando en
dirección a desarrollar para sí, la característica de la secularización.
Es un proceso histórico que transcurrirá en tres etapas: la primera, en el
siglo XVIII:
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
Se abrió (entonces) un proceso sin precedentes, el proceso a Dios, y
siempre se percibía, por parte de los que lo inauguraron, una amargura,
un rencor; siempre la idea de una responsabilidad incrementada de siglo
en siglo. Ya hacía mucho tiempo que debían haberse pedido cuentas. El
Dios de los cristianos había tenido todo el poder y lo había usado mal.
(Hazard, 1946, pp. 61-64)
Al nal del siglo victoriano, el proceso se transforma en rechazo de Dios.
Nietzsche ilustró bien esta segunda etapa, que anunciaba: “Dios ha muerto.
La creencia en el Dios cristiano cayó en el descrédito. Diagnosticaba que la
sociedad europea había entrado en un largo período de nihilismo, en el que
los grandes valores se desvalorizaban
Y la reacción espontánea, que consistía en defender esos grandes valores
tanto más vigorosamente cuanto más se debilitaban, refuerza aún más el
nihilismo; ya que esto prueba que esos valores no son más que el poder
de armación que los sostiene desde el exterior. Así los devela como in-
trínsecamente dependientes de la voluntad de poder y alienados por su
imperio. (Brugués, s.p.)
Luego del triunfo del secularismo, a George Steiner le preguntaron: “¿No-
sotros, que vivimos en la ‘era del Epílogo, sobre las ruinas de Auschwitz y del
Goulag, debemos reaprender a ser humanos? ¿Hay que inventar un nuevo
humanismo?” A lo que respondió:
El siglo que acaba de terminar ha mostrado que el modelo clásico de un
humanismo capaz de resistir a la barbarie, a lo inhumano, gracias a una
cierta cultura, una cierta educación, a una cierta retórica, era ilusorio
He llegado a la intuición de que un humanismo sin fundamento teológico
es demasiado frágil para satisfacer las necesidades humanas, para satisfa-
cer a la razón misma. (Steiner, 2001, pp. 323-324)
Desde hace algo más de una década comparto en clase, con mis alumnos,
el corto de Wall Disney El aprendiz de brujode su película Fantasía. La mú-
sica que acompaña las imágenes es unpoema sinfónicodel compositor fran-
césPaul Dukasde 1897 (título original enfrancés:LApprenti sorcier), basado
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en la balada homónima (Der Zauberlehrlingen alemán) deJohann Wolfgang
von Goethe de 1797. Luego de verlo, en el diálogo lo describen hasta que les
aporto la fecha de su realización en 1940. Entonces los aportes suelen girar
a la ciencia, el mito de Prometeo, la traducción imaginada por Goethe del
Prólogo de San Juan, en su Fausto: “en el principio era la acción13, el poder
ilimitado que quiso tener la Modernidad, y los ilimitados daños que ha pro-
ducido.
La retirada de la fe de Abraham, que en todas sus descendencias rechaza
la idolatría, permite la reintroducción de los dioses en el cosmos. Así la terce-
ra etapa, en el siglo XX, contempla el advenimiento del hombre demiurgo. El
extraordinario desarrollo de los conocimientos cientícos y el progreso, más
extraordinario aún, de una técnica que interviene en todos los dominios, han
lanzado al hombre a ocupar el lugar del Dios ausente. Desde esta perspecti-
va –me atrevería a decir gnóstica–, la ciencia hizo de nosotros dioses, y de la
política religiones.
La individualidad no se ve ya como fruto de la libertad pública, sino en el
Olimpo de la tribu/colmena/monada social; la aceptación de mi existencia y
creencia es la clave de mi mónada, en tanto esta no se oponga, sino que ote
en los vientos de la historia.
La crisis de las creencias es crisis del que cree14
Toda civilización es una co-creación espiritual. Su crisis se maniesta
cuando comienza a caducar la cosmovisión que le da aliento (una cosmo-
13
En la voz del doctor Fausto traduciendo el Prólogo al Evangelio de san Juan: “Ya he experi-
mentado eso en muchas ocasiones, pero sé cómo satisfacer esa carencia. Aprendamos a valo-
rar lo sobrenatural: ansiemos la revelación, que en ningún lugar refulge con mayor dignidad y
hermosura que en el Nuevo Testamento. Siento el impulso de abrir este volumen con el texto
original y, con honesto sentimiento, traducir de nuevo el sagrado texto a mi alemán querido.
(Abre el volumen y se dispone a leerlo.) Aquí dice: ‘En el principio fue la Palabra. Ya empiezo
a atascarme, ¿quién me ayudará a seguir? No puedo darle tanto valor a la Palabra. Tengo que
traducirlo de otra manera. Si el Espíritu me iluminara... Aquí dice: ‘En el principio fue la idea.
Piensa bien en esta línea, la primera; que tu pluma no se apresure. ¿Es el pensamiento el que
todo lo crea y por el que todo se obra? Tal vez ponga ‘En el principio fue el poder’. Pero ya, al
escribirlo, algo me dice que no he de dejarlo así. Me ayuda el Espíritu, veo cuál es su consejo y
escribo conado: ‘En el principio fue la Acción. Fausto (1808 y 1832, Capítulo 3).
14
Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado en
la Revista Criterio, (2022, Nro. 2494, 48-51).
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
visión es la matriz espiritual de una o incluso varias civilizaciones), la civi-
lización pierde el carácter explicativo de la realidad, se rompe su unidad, su
continuidad ya no es atractiva para sus miembros.
Las decisiones personales están marcadas hoy por la desilusión del mun-
do, no hay fundamentos que puedan dar lugar a consensos estables. ¿En
nombre de qué podemos armar hoy que tal acto humano es bueno o malo,
tal conducta justa o injusta, tal comportamiento correcto o no?
La crisis: ¿imperativo o armónico?
En el pasado, nuestra civilización se apoyó sobre fundamentos religiosos
(la respuesta dada por las tradiciones monoteístas), y/o el fundamento meta-
físico asumido por los griegos en el humanismo (que decantaba la herencia
sumeria, expandida por los cananeos, y desarrollada por los egipcios). Am-
bas respuestas suponían el deseo nuevamente actual de consonancia armóni-
ca entre el cosmos y la conciencia personal.
La ilustración se despegará de esta armonía cósmica, y Kant elegiría
otra perspectiva, también metafísica: el bien, buscado en cuanto él mis-
mo (hacer el bien porque es el bien) y auto percibido como un imperativo
categórico.
Para O. Spengler (1934) este movimiento llegó a su n:
Entraña nada menos que la soberbia del espíritu ciudadano, desarraigado,
despojado de todo instinto fuerte; de ese espíritu que mira con desprecio
el vigoroso pensamiento del pasado. Este espíritu está poseído y goberna-
do por conceptos, los nuevos dioses de esta época. (Citado por Estévez,
s.f., p. 11)
Todo fue sometido al cálculo y a la analogía técnica. Hoy, a pesar del anti
racionalismo profesado, se cree posible reducir lo humano a un algoritmo de
absoluta previsibilidad, mediante una analítica predictiva cientíca univer-
salmente válida, capaz de reducir la diversidad.
Nuestras sociedades tolerantes, toleran en un radio limitado por rmes
vertebras de racionalización, que siguen suponiendo un sentido mecanicista
del mundo y de todo lo que en él sucede, con la maximización de la utilidad
como uno de los núcleos centrales de valor.
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La crisis: poder potenciado
La ciencia que se había transformado en la nueva mitología del hombre
que crea vida, ha aumentado los medios del poder y las razones para justicar
la destrucción del hombre.
Convertir a los totalitarismos del siglo XX en la encarnación del mal im-
pidió reexionar sobre los mecanismos que los permitieron. Como explica
Zygmunt Bauman,
El Holocausto se gestó y se puso en práctica en nuestra sociedad moderna
y racional, en una fase avanzada de nuestra civilización y en un momento
culminante de nuestra cultura y, por esta razón, es un problema de esa
sociedad, de esa civilización y de esa cultura. (2010, p. 14)15
La desconanza resultante en la forma cientíca de explicar y organizar el
trabajo, y la sociedad, no impide la aceptación acrítica de la novedad tecno-
lógica como buena. La cuestión de la tecnología no está en sí misma, sino en
el hombre que la fundamenta, desarrolla y aprovecha. Sólo si hay hombre hay
problema, porque eso es la decisión.
La crisis: dictaduras asimétricas
La analítica predictiva, a partir del big data, es una decisión conservadora,
ya que supone que nuestro comportamiento futuro es una continuidad de
nuestro comportamiento pasado, con lo cual intenta reducir todo problema
directivo/político a un problema operativo, y como esto es imposible (porque
supondría la ausencia de libertad humana, entre otros imprevisibles) cada día
agrega nuevos casos de “cisnes negros.
Lo frecuente en lo humano, no agota la posibilidad de lo humano: hay
transformaciones, cambios, rupturas. Lo humano es imprevisible en térmi-
15
Harari (2020, pp. 256-263) considera que el humanismo se ha dividido en tres sectas rivales
dos de ellas de raíz cristiana, el liberalismo y el socialismo. Considera que la única secta hu-
manista que se ha liberado realmente del monoteísmo tradicional es el humanismo evolutivo,
cuyos representantes más famosos son los nazis, con una denición de humanidad, que estaba
profundamente inuida por la teoría de la evolución. De modo que el hombre puede evolucio-
nar hacia el superhombre o degenerar en un subhumano.
51
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nos absolutos. Un problema operativo es aquello que sé que puede suce-
der y cuando sucede, sé cómo se soluciona, o tengo las líneas madres para
la solución; en tanto que un problema propiamente directivo/político, es
aquello que no sabía que podía suceder, y cuando sucede no sé cómo se
soluciona.
Es curiosa esta dualidad de una dictadura operativa crecientemente con-
servadora, con una la dictadura cultural del relativismo relativista y de la
nada, en la que “todo se hace frívolo, un juego de palabras, un chiste. Empe-
zamos con la deconstrucción del lenguaje y terminamos en la deconstruc-
ción del ser humano en un laboratorio” (René Girard, J´accuse, 2007).
Se ha atroado en las mismas conciencias la autoridad del ideal altruista,
se disculpa el egocentrismo, se legitima el derecho de vivir para sí mismo
(Lipovetski, 1992, p. 51) hasta el punto de una creciente indiferencia frente a
los más débiles que se ha caracterizado como una cultura de la muerte. Es una
ética de la desilusión del mundo, privada de horizontes, expuesta a encerrarse
en un narcisismo autocomplaciente.
La individualidad no se ha vuelto a ver como fruto de la libertad pública,
sino en el Olimpo de la tribu/colmena/mónada social que ota en los vientos
de la historia16.
Las creencias y los credos
Al caducar gran parte de las idolatrías pararreligiosas –las ideologías
como dogmas de religiones políticas–, se comienza a reconocer que es posi-
ble construir artefactos, elaborar programas y montar jurídicamente institu-
ciones, pero no se pueden inventar creencias.
Las creencias son frutos culturales de una densidad casi orgánica, no pue-
den ser fabricadas a riesgo de caer en la órbita de la relación producción-con-
sumo, aunque se soporten por las tiranías del lenguaje, que hacen recordar
las experiencias puritanas –inicialmente exitosas desde la ley de la opinión–,
que terminan invariablemente en la doble vida. Se produce así una crisis del
creyente en los credos inmanentes, una crisis del valorante, que despoja a la
convivencia civil de toda referencia segura.
16
Son muy grácas al respecto las imágenes iniciales de la película Forrest Gump, dirigida
porRobert Zemeckisy protagonizada porTom Hanks, 1994.
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En este contexto los credos trascendentes sufren la tentación de detenerse
en el integrismo que atribuye la condición de absolutas e inmutables a las
mediaciones culturales que se fueron originando a la hora de la expresión
práctica de esa religión, y en algunos casos, de allí a las religiones políticas,
en la cual, la acción política convierte esa integridad en ideología (fundamen-
talismo).
Son reacciones al hecho de que, por primera vez en la historia de la hu-
manidad, y especícamente en la de la civilización en la que Dios detuvo los
sacricios humanos, una cultura humana se piensa a sí misma sin referencia
a Dios.
Cómo será un mundo sin la herencia de las religiones monoteístas
que prohibieron los sacrificios humanos y proclamaron la misericordia
por el débil.
El cineasta judío Serge Moati, realizador del lme La haine antisémite,
declaraba en una entrevista: “cuanto más se aleja uno de Dios, más se hun-
de en la barbarie. El cardenal francés Lustinger, también de origen judío, se
preguntaba en un programa de televisión “si el Siglo de las Luces no conducía
directamente a Auschwitz. El escritor Francois Fejtö (1992), reconocía que
En materia de ética soy, efectivamente, conservador. El judaísmo nos ha
enseñado el vínculo que existe entre trascendencia y ética. ¿Cómo com-
prender la historia del mundo sin el sentido de lo sacro? Quítenlo y no
quedará más que ruido y furor17.
La crisis del que cree
Después de haber extirpado las raíces religiosas y proclamando la peligro-
sidad de toda referencia metafísica, desaparece la pregunta sobre la verdad.
Lo valorado se sostiene sobre los cimientos frágiles, relativos y provisorios del
compromiso y del consenso social entre hombres que ya no sabemos quiénes
somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
“Y así asistimos a menudo a la caída de la persona humana en situaciones
de progresiva autodestrucción” (Veritatis Splendor, n. 84) exponiéndonos a
todas las formas del totalitarismo social (Veritatis Splendor, n. 99), y corre-
17
En La Croix, 26-27 de enero de 1992. Citado por Brugués (1996).
53
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mos el riesgo de la auto aniquilación nihilista. La crisis de los valores, es crisis
del hombre valorante, las creencias no entran en crisis, sino que el que entra
en crisis es el sujeto que cree.
Aquello que no es adecuado a nuestra necesidad (valores impedientes,
valores desbordados, valores espejismo, valores fantasma y valores basura,
[Estévez, 2024]) sustituye lo valioso bueno, en una estructuración de la vida
cosicante, en que se pierde dignidad incluso frente a sí mismo, volvién-
dose para sí cosa entre las cosas y herramienta entre las herramientas. ¡He
aquí al tirano! En nuestro interior, como pueden coincidir Paulo Freire y
Byung-Chul Han.
El escepticismo fundamental y fundamentalista, y su consecuente cosi-
cación consentida llevan al nihilismo práctico y a la acedia, haciendo vivir al
hombre en la anticipación de “la no plenitud”. Una acedia globalizada que, en
su tendencia a la desintegración en las comunidades locales, y exclusión en los
ambientes urbanos, va produciendo incipiente disidencia y confrontación,
poniendo en duda la tesis de Yuval Noah Harari, sobre el comprobable cami-
no a la unidad.
El hastío hace su aparición: lo que los antiguos llamaban taedium vitae,
esa profunda decepción que no obedece a un motivo u ocasión concretos,
sino que nos la produce la vida en su conjunto18.
Prima la tendencia banal a considerar como únicos atributos de la vida la
energía juvenil, la capacidad de acción intensa, el poder de dominio, el rendi-
miento, la ecacia y la intensidad de la acción, y el disfrute biológico como el
módulo único del valor personal.
Aparece el problema estructural de la justicación consumista de la existen-
cia: lo que he logrado (adquirido, viajado, experimentado) justica el sacricio
que ha signicado mi vida. Se aparta así del nihilismo, mediante una acción
justicadora por el consumo que termina por consumir la propia persona.
Pastando el pueblo en el supermercado, los políticos sustituyeron la ética
republicana del poder por una mera estética del poder, y ahora van siendo
18
“No es fácil, así pues, hablar de la vejez de modo creíble (Guardini, 1981, p. 142). Ese mero
continuar siempre es la mala eternidad o, mejor dicho, es la intensicación de la índole pasa-
jeras de las cosas hasta hacer de esa índole de las mismas algo insoportable. La eternidad no es
un más cuantitativo, por inmensamente largo que sea, sino algo distinto cualitativamente, libre
e incondicionado. Lo eterno no está en relación con la vida como bios, sino con la persona.
No la suprime en la mera continuación indenida, sino que la plenica en sentido absoluto.
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sustituidos por modelos populistas construidos contra esa estética hipócrita
(actoral) del poder, que denuncia la masa cultural.
Entre tanto, crece la multitud marginada del poder a la supervivencia in-
dividual, al consumo estructuralmente menor al de-mostrado (por la comu-
nicación y las redes) y sin palabra.
En lo social, como en lo individual, la palabra no dicha se convierte
en un agujero negro, al principio imperceptible, que va creciendo, hasta
que llega un momento en que comienza a succionar toda la luz dispo-
nible.
Algunos salen de la acedia con una acentuación del nihilismo más
allá de los límites de Nietzsche, convirtiéndose en la espiga extraordi-
naria que viendo por encima de las demás se ha vuelto conciencia crítica
de la sociedad (con una dimensión personal cosificada, no se puede ser
crítico de sí mismo) que por el golpe gratuito (de mercado o terroris-
ta) podrá hacer caer la sociedad en la anarquía creadora, partera de la
Utopía.
En el caso terrorista, el objeto de la mencionada anarquía es fundacio-
nal, destruir todo para construir desde la nada una nueva sociedad. En 1981,
durante el comienzo del trabajo doctoral pensaba que, para ello, los actos de-
berían ser de una ferocidad destructiva tan absurda e incomprensible que lo
demencial aterrorice por la imposibilidad de ser aplacado, apenas imaginaba
lo que vendría.
Descubría en esta inclinación, un intento de trascender –como Eróstra-
to mediante el incendio del templo de Diana en Éfeso–, por encima de la
opacidad vital de su mediocridad, por un acto insano, realizado con plena
conciencia y racionalidad.
En el caso del mercado, es también construir una nueva sociedad, sin im-
portar lo que se destruya en el camino. Los actos deben ser de una lógica de
los medios, tan pura e incontaminada de valores, tan clara y comprensible,
que su inadecuación a la realidad se oculte a todo cuestionamiento por los
nes.
También se descubre en esta inclinación, la seducción del dinero,
con su aparente capacidad de adquirir la felicidad y su incapacidad de
satisfacer. Un tejido que, como el de Prometeo encadenado, nunca rege-
nera: nunca es suficiente, me respondían alumnos en una maestría en
finanzas.
55
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La crisis del poder19
Las personas han abierto los ojos sobre la ilusión del n de la historia
(que se había extendido en el período 1989-1992, desde la caída del muro de
Berlín hasta la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y
el inicio de las guerras de los Balcanes). No se ha producido la posibilidad
propuesta por Fukuyama del nal de la historia como tal: esto es, el punto
nal de la evolución ideológica del género humano y la universalización de la
democracia liberal occidental como forma de gobierno denitiva.
Hemos vuelto a la historia. En 1995, se construyó un “laberinto de vi-
drio” en el Carmen Park de Boston. El monumento consiste en seis torres
de vidrio, debajo de las cuales se puede caminar. En las paredes externas de
cada torre están grabados grupos de números representando los seis mi-
llones de judíos asesinados en el Holocausto. En las paredes interiores hay
frases escritas por sobrevivientes de cada campo. En una se lee: “Miren a
esas torres, pasen por ellas e intenten imaginar lo que realmente signican,
que simbolizan, que evocan. Ellas evocan una era de oscuridad desmedida,
una era de la historia cuando la civilización perdió su humanidad y la hu-
manidad su alma...20.
El problema de la buena sociedad
La democracia liberal es una de las formas de gobierno posibles en el de-
sarrollo del Estado moderno. Forma valiosa que, en orden a la buena socie-
dad, intenta moderar las ambigüedades del status maquiavélico, para el cual,
la moral no reside en el ser, sino en una deseada realidad de futuro. Llama
moral a lo que crea un futuro determinado, y tiende a la Utopía, sin impor-
19
Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado
en la Revista Criterio, (2023, Nro. 2495, 46-49). Continúa las reexiones de Cultura, valor de la
cultura y crisis de la cultura, en e Call to Justice e Legacy of Gaudium et spes 40 Years Later,
Ciudad del Vaticano, 2005.
20
ElMonumento a los judíos de Europa asesinados, en Berlín siempre me ha parecido la
materialización de esta frase. Se trata de una manzana inclinada (de 19.000 m2) donde se
instalaron bloques dehormigón, de 2,38m de largo y 0,95m de ancho, que varían en cuanto a
su altura, donde la apariencia de orden regular invita a caminar hasta que los bloques alcanzan
alturas imposibles de superar. La normalidad nos ha introducido en un contexto del que no
podemos escapar.
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tar si esto incluye cualquier forma de tortura, la mutilación o el homicidio.
Como arma Lenin: “es moral todo lo que favorece a la Revolución.
Cuando Althuser, en Ideología y Aparatos ideológicos del Estado plantea
que las instituciones religiosas, escolares, familiares, jurídicas, políticas, sin-
dicales, informativas y culturales constituyen Aparatos Ideológicos del Estado,
que permiten en el fondo perpetuarlo, no se reere al integrismo islámico,
sino al integrismo del Estado moderno. Llegar hasta aquí sin preguntarnos
por las ideas y valores dominantes en nuestra sociedad, que han sido inte-
riorizadas y asumidas por una gran mayoría de los individuos, es un peligro
enorme.
La “sagrada” pretensión de una sociedad cientíca, un antropocentrismo
cerrado a toda trascendencia, se expone al riesgo de una nueva opresión, sutil
y temible. El cesarismo es histórico en nuestra civilización, pero se han abier-
to los procesos para transitar del populismo al autoritarismo, y de la violencia
en el ejercicio del poder autoritario, a la tecnología del Estado totalitario.
La orientación de la historia del siglo XX puede ser sintetizada en el afo-
rismo de Simone Weil, “no es la religión, sino la revolución el opio de los
pueblos21.
La paradoja de la Alemania de 1932 nos muestra que el problema de la
buena sociedad no puede ser eludido con recursos procedimentales. Desde
su experiencia del nazismo, enseña Leo Strauss que la buena sociedad es el
único caso en el que un buen hombre coincide con un buen ciudadano.
El siglo XX fue el siglo del clásico nihilismo. El siglo XXI será el siglo del
nihilismo fascinante. Tenía razón C. S. Lewis cuando hablaba de la “aboli-
ción del hombre. Michel Foucault agregó que la abolición del hombre se está
tornando un concepto losóco. No se puede hablar más hoy del hombre.
Cuando Friedrich Nietzsche anunció la muerte de Dios, en realidad estaba
anunciando la muerte del hombre. La eugenesia es la negación de la racio-
nalidad humana. Si se considera al hombre como un mero y rústico material
de laboratorio, un objeto manipulable y maleable se puede llegar a hacerle
cualquier cosa. Se termina por destruir la racionalidad fundamental del ser
humano. El hombre no puede ser reorganizado (René Girard).
21
Citado por Guerra (2005, p. 468). Todo intento de hacer desaparecer el templo, el palacio
y el mercado, o de subsumir uno en otro, son “segundas realidades” ideológicas de imposible
estabilidad, ya que, desde Sumeria a esta parte, nuestra civilización se caracteriza por la exis-
tencia concomitante de las tres instituciones públicas.
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La vuelta de la desigualdad
En la deconstrucción del hombre, y la superación del hombre, creció la com-
prensión del sujeto como esencialmente desigual. Los modernos se empeñaron
en manifestar la radical igualdad de todos los seres humanos, frente al antiguo
régimen. Hoy están en marcha múltiples proyectos ideológicos que, bajo excusa
de las desigualdades relativas, van sugiriendo una comprensión de la realidad
humana que se dice diversa, pero en el fondo es transigualdad; lo que poco a poco
va justicando nuevas exclusiones ejercidas sobre grupos humanos.
No se sale de la lógica de exclusión, sino que se cambia el motivo de ex-
clusión; de modo que sexo, color de la piel, origen étnico, nivel educativo,
lugares de su educación, rentabilidad económica, salud, nacionalidad, pen-
samiento, religión... siguen siendo así factores de exclusión social que crecen
para justicar la lucha por el poder de élites, con multitud de conductas im-
positivas y violentas (Estévez, 2023).
Puede observarse históricamente cómo la cosicación, deshumanización
verbal del adversario, suele preceder y crear las condiciones de legitimación
de su eliminación física.
Los nazis llamaban “ratas y cerdos” a los judíos. Los comunistas soviéticos
llamaban “hienas” a los disidentes... A las protestas del embajador español
superviviente tras el asalto a la embajada española en Guatemala en el que
murió tanta gente, se le respondió: No eran gente, eran indios (Alemany,
2000, pp. 422-423).
La violencia es el resultado de la descalicación del otro (el diferente),
antes en la mente y en el lenguaje que en el universo físico.
Esto se ha extendido al crimen mental anunciado por Orwell, presente en la
legislación común que prohíbe tales o cuales palabras, porque presumen –sin
que valga prueba en contrario– que exteriorizan tales o cuales pensamientos,
llevando la situación civil al nivel del pecado de pensamiento teológico moral.
La crisis en los nes del poder
El reemplazo de una ética y una ascética del poder y su uso, por la estética
del poder, es un peligro grande en el cual vive la humanidad. Es la nueva
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doctrina militar, su nueva logística y su nuevo armamento, pero también la
tremenda posibilidad de penetrar en el átomo humano irrumpiendo por la
química del consciente en lo más íntimo de su ser.
A esto se suma que, en las últimas décadas, los políticos que sustituyeron
la ética republicana del poder por una mera estética del poder, van siendo
sustituidos por productos populistas construidos contra esa estética hi-
crita (actoral) del poder, que van haciendo evidente la existencia también de
una multitud marginada del poder, que denuncia la masa cultural.
Entre tanto, crece la multitud marginada del poder a la supervivencia in-
dividual, al consumo estructuralmente menor al de-mostrado (por la comu-
nicación y las redes) y sin palabra, engendrando sociedades escépticas duales.
La sociedad de consumo ha posibilitado la liberalización de los intercam-
bios comerciales y de información, impulsa el libre ujo de capitales, e impi-
de el libre ujo de personas.
Ya en los cincuenta, Ray Bradbury escribía sobre las masas pobres que
avanzan desde el Sur. Como en la Roma Imperial, el desarrollo hedonista
requiere grandes masas de marginados de ese hedonismo, que se obtienen de
la periferia; primero agradecida, luego invasiva, y nalmente transformadora
de ese imperio. Sostener los niveles de consumo, requiere su globalización,
sin embargo, ya consumimos 1,75 planetas tierra al año, y para una genera-
lización de las clases medias, con la actual cultura del consumo, necesitaría-
mos consumir cuatro planetas al año.
La vida es tal vez el valor del orden natural que más se aproxima a la
trascendencia, sin embargo, para el poder nada vale. Solo la preservación
de la vida de un burócrata transnacional –sea empresario, gubernamental o
terrorista– vale.
Millones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a
la desnutrición y al hambre, a causa de una inicua dilución de la riqueza, en
una cultura de la opulencia y el desperdició. La violencia derivada, de la trata
de armas, personas y drogas.
La siembra de muerte que se realiza con el temerario desajuste de los equi-
librios ecológicos, y la reaparición de la perspectiva de las vidas no dignas de
ser vividas, del jurista, Karl Binding, y el psiquiatra, Alfred Hoche (1920/22)22
22
El jurista Kart Binding, y el psiquiatra Alfred Hoche, escribieron un informe conjunto, cuya
primera edición data de 1920; la segunda, de 1922. El informe es consecuente con el clima
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que golpea la vida humana en situaciones de máxima precariedad, cuando
está privada de toda capacidad de defensa.
La crisis en los medios del poder
Las crisis son pequeñas o grandes discontinuidades, crestas aladas que
alteran la trayectoria, y que según se resuelvan, pueden signicar un antes y
un después. Sin embargo, en el epílogo/interregno, cuando una fase todavía
está vigente, pero ya se han agotado posibilidades vitales, irrumpe una fase
nueva que aspira a pasar al primer plano.
Actualmente, el triple horizonte de las ciencias está constituido por la teo-
ría del Todo, del principio del tiempo y del universo de Hawking, la creación
de la vida orgánica en el laboratorio, in vitro, la neuroquímica del yo, de la
conciencia. Francis Crick, descubridor con Watson de la estructura del ADN,
arma que el yo surge de una combinación de azúcar y carbono. Sabemos
hoy que la neuroquímica afecta a lo más profundo del yo, de aquello que so-
mos, que puede modicar nuestra conducta, nuestra imaginación y nuestro
sueño.
Temas estos que, para Steiner (2004), la literatura ha anticipado señalando
el entrelazamiento de ciencia y moral, aparatos tecnológicos y vida civil. Bas-
ta leer Un mundo feliz de Aldous Huxley, una gran novela publicada en 1932,
para entender qué tipo de implicaciones pueden tener los descubrimientos
cientícos en la existencia cotidiana de los seres humanos. Sobre cómo se está
congurando nuestra vida, la mayoría de nosotros no sabemos casi nada.
Se habla ya de implantar una memoria completa a los enfermos dañados
por el Alzheimer o la senilidad. Uno duda entre alegrarse y horrorizarse. Ya
intelectual de Alemania, donde se desarrollan, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, di-
ferentes movimientos cientícos que contribuyen al surgimiento del nacionalsocialismo. Uno
de los principales orígenes de estos movimientos se encuentra en el positivismo, interpretando
la teoría de la evolución expuesta en la obra de Charles Darwin. Aplicada por Darwin a los
seres vivos, la idea de la evolución es poco a poco aplicada también a la sociedad. Ésta es
comparada a un organismo, del cual el hombre es reducido a ser sólo un miembro. En este
contexto nace la idea según la cual el hombre tiene una responsabilidad personal en la evolu-
ción. Toda acción que se oponga al principio de la lucha por la vida y de la selección de los más
aptos conduce inevitablemente a la degeneración de la especie humana y, en consecuencia, a
la de la cultura alemana. La exigencia de Binding y Hoche es liberalizar la destrucción de una
vida indigna de ser vivida.
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hay individuos que portan órganos de otras personas durante períodos largos
de tiempo, y a pesar de la evidente relación entre organismo, emoción y con-
ciencia, a nadie le interesa si los trasplantes afectan esta última.
Todos deberíamos poder participar del debate de estos inmensos temas
de consecuencias psicológicas, morales, políticas, jurídicas y económicas. No
existe un solo aspecto de nuestra vida que no afecten estos ámbitos de la
investigación. Sin embargo, se nos responde que no estamos en condiciones
cientícas” de continuar el debate. Se vive la experiencia de la insuciencia
radical de la física moderna para la explicación del universo (evidenciando
su entidad de fe humana u opinión) y al mismo tiempo se piensa la ciencia
desde el paradigma de la física moderna (certeza necesaria).
Es una situación con pocos precedentes en la historia: un sector social
descalica a la totalidad de la sociedad para llevar a cabo, aunque sólo sea,
cualquier escucha inteligente.
Frente a esta libido sciendi algunos se expresan favorables al control de-
mocrático de la ciencia (básica) y otros de la técnica (utilidad)23. El problema
ya se ha planteado antes: cuando se preparaban los primeros ensayos sobre la
bomba atómica no se sabía si la cadena atómica no sería fatal para el planeta.
Una teoría muy respetable predecía que no habría manera de detenerla, que
se produciría un incendio planetario. Pero este aviso no detuvo a los investi-
gadores. Ellos querían conocer, aun a riesgo de reducir el planeta a humo. La
realidad del conocimiento avanzó de a cincuenta años en diez; ahora estamos
listos para clonar seres humanos.
La curvatura de la voluntad
El esfuerzo no está en resolver el problema de la falta de nes, sino en re-
forzar nuestro poder, dedicamos toda nuestra atención a la propia actividad,
a la misma acción que realizamos. Nos curvamos sobre nosotros mismos y ése
es el fallo.
Sin nes para alcanzar en el poder, el poder es n último, y el esfuerzo se
concentra en acceder al poder y acrecentar medios, sin nes fuera del mismo
poder. Como siempre, son muchos los que luchan por el poder y relativa-
mente pocos los que consiguen altas cotas de poder.
23
En tal sentido se pronuncia Mario Bunge (2003).
61
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Ethos y actualidad. Un mundo único de civilizaciones diversas
Como el n modera el apetito, el que en la curvatura de su voluntad se
vuelve n, se vuelve también soberbio, y favorece una sociedad arrogante. La
lucha por el poder es la más dura, e implacable; son más los que alcanzan el
éxito. El éxito como n último hace vanidoso a quien lo busca, y la sociedad
del éxito consiguiente es una sociedad de la apariencia.
Lo que es más fácil alcanzar como n último de la voluntad curvada, es
el placer como n último, de modo que la sociedad del placer consiguiente es
una sociedad hedonista.
Observa Rafael Alvira (1995) que, en conjunto, lo característico de toda for-
ma de curvatura de la voluntad sobre sí misma –como las tres citadas–, es que
en el acto de volver sobre nosotros mismos nos empequeñecemos: es un proble-
ma de cortedad. Para Séneca la virtud por antonomasia, la más bella y mejor, es
la grandeza de ánimo (magnanimidad), sin la cual resulta, a la corta o a la larga,
imposible lo más básico de la moralidad, es decir, la realización de la justicia.
La encrucijada euroamericana de la arrogancia, la apariencia y el hedo-
nismo es posible merced a la injusta individualidad, cosicación del n de la
Modernidad. Hacer justicia, consiste en atender adecuadamente al otro, pero
para ello debo ir más allá de mí mismo, ser grande de ánimo.
Mis vínculos ensanchan mi libertad: ser alguien con relación a otro, me
hace salir de la estantería, aumenta mi autodeterminación y construye so-
ciedad.
Aún tenemos que resolver cómo ser felices. Observamos en el horizonte
los hábitos neopaganos que llevan a una época de increíble desprecio de la
vida, lo cual resulta abrumador.
Un mundo de soledades, en manos de demagogos electrónicos, augura un
tiempo posible de pueblos embrutecidos, lo cual sería un fracaso de dimen-
siones catastrócas para toda la humanidad.
Sin embargo la civilización actual sigue siendo una pregunta abierta para
el hombre, y en la marea turbulenta se auguran ya luces de lo que vendrá
luego de esta crisis: la conciencia ecológica, el reconocimiento de la entidad
de lo afectivo y lo no material en el hombre, la preocupación por no acallar
algunas de las diferencias, situaciones en que lo éticamente inaceptable co-
mienza a ser políticamente indignante, la visualización pública del pobre, de
las marginaciones, de los males de la guerra.
Este mundo no es –en primer término– mejor o peor que otros mundos,
sino distinto. Sus desafíos hacen de él otra oportunidad para nuevas síntesis
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civilizatorias creacionistas, a la cual las tres grandes tradiciones creacionistas
siguen en condiciones de aportar.
El cambio no vendrá como una revolución y es deseable que así sea, por
cuanto la tabula rasa es muy costosa para el ser humano, pero sí vendrá por
la metamorfosis, la transformación del caterpillar (Modernidad) en buttery
(Actualidad).
Porque el Reino de Dios mantiene su vitalidad en todo tiempo, desde
siempre y para siempre.
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