Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023) 45-70
La valoración ciudadana de la democracia en
Sudamérica
e citizen assessment of democracy in South America
Julio Picabea
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
julio.picabea@unsta.edu.ar
Resumen
Este artículo consiste en un estudio sobre la
situación de la democracia en la región de
Sudamérica en el período 2001-2021, desde la
óptica de la valoración ciudadana. La investi-
gación se realiza tomando como base cuatro
indicadores: la participación electoral, el voto
en blanco, el apoyo al sistema y la satisfacción
con los resultados de la democracia. Los dos
primeros forman parte de lo que denomina-
mos la “dimensión formal de la democracia,
mientras que los dos últimos se circunscriben
a lo que llamamos la “dimensión informal de la
democracia. Los datos arrojados por los indi-
cadores nos muestran cómo ha evolucionado
la valoración ciudadana en relación con el sis-
tema de gobierno liberal, en los países sudame-
ricanos bajo estudio y durante el período ana-
lizado. En la parte nal del trabajo se expresan
una serie de conclusiones y se plantean algunas
hipótesis en relación con el futuro del sistema.
Palabras clave: democracia, crisis de la demo-
cracia, liberalismo, sistema de gobierno.
Abstract
is article is based on a study on the si-
tuation of democracy in the South Ameri-
can region in the period 2001-2021, from
the perspective of citizen assessment. e
research is carried out based on four indi-
cators: electoral participation, blank voting,
support for the system and satisfaction with
the results of democracy. e rst two are
part of what we call the “formal dimension
of democracy”, while the last two are limi-
ted to what we call the “informal dimension
of democracy”. e data provided by the
indicators show us how citizen assessment
has evolved in relation to the liberal gover-
nment system in the South American coun-
tries studied during the period analyzed. In
the nal part of the work, a series of conclu-
sions are expressed and some hypotheses
are proposed in relation to the future of the
system.
Keywords: democracy, crisis of democracy,
liberalism, government system.
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Julio Picabea
Introducción
La crisis de la democracia liberal –el sistema de gobierno occidental– es
un tema de suma actualidad, que ocupa gran parte del tiempo en la discusión
académica, fundamentalmente en el área de la ciencia política y los estudios in-
ternacionales. La crisis de la democracia puede estudiarse desde diferentes án-
gulos: la calidad y desempeño de las instituciones políticas; el funcionamiento
de los mecanismos de accountability horizontal; la observancia de los derechos
individuales; los sistemas de partidos; los sistemas electorales; los liderazgos
políticos; o la valoración ciudadana del sistema. Este trabajo pone el foco en la
cuestión de la valoración ciudadana de la democracia e identica y construye
para su análisis cuatro indicadores: dos se encuentran dentro de lo que deno-
minaremos la “dimensión formal de la democracia, a saber, la participación
electoral y el voto en blanco; y los otros en lo que llamaremos la “dimensión
informal de la democracia, y son el apoyo al sistema y la satisfacción con los
resultados. La investigación consiste en un estudio comparado sobre el estado
de la democracia en seis países sudamericanos (Argentina, Brasil, Paraguay,
Uruguay, Chile, Bolivia y Perú), tomando como variable de análisis la valora-
ción ciudadana de la democracia en las elecciones presidenciales de cada país
durante el período 2001-2021. Se pretende conocer el estado actual de la demo-
cracia desde la óptica de la valoración ciudadana.
1. El liberalismo democrático
El liberalismo nació de la voluntad de emancipación de los individuos res-
pecto de las coerciones, tanto materiales como espirituales, ejercidas por la auto-
ridad y las tradiciones. Las exigencias de respeto por la autonomía individual se
observaron en el reclamo de los protestantes en las guerras religiosas; en los re-
querimientos del parlamento a los monarcas en Inglaterra; en el levantamiento
de los puritanos en Norteamérica y en las reexiones por parte de los redactores
de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en 1789, en Francia.
El liberalismo, arma Georges Burdeau (1983), es a la vez una losofía, una
teoría, una doctrina y una práctica. A la hora de hablar del nacimiento del li-
beralismo encuentra como sus principales fuentes la “emancipación espiritual”
promovida por la reforma protestante que trajo aparejada la idea de la interac-
ción directa del individuo con la divinidad; “la práctica de la libertad”, entendida
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como “la conquista del mundo material a partir de la iniciativa individual” (p.
25); y “la razón, herramienta para descubrir las leyes de la naturaleza –producto
de la voluntad divina– y por lo tanto los derechos inherentes a la naturaleza del
hombre. Por último, encuentra en la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre de 1789 la materialización de las facultades de la libertad1.
El liberalismo, como losofía que pone el foco en el respeto por las liber-
tades del individuo, se materializó en las declaraciones de derechos plantean-
do una doctrina desligada de todo vasallaje respecto de las religiones estable-
cidas; se asentó en el poder de la razón y la bondad de la naturaleza humana;
consistió en una legitimación sistemática de la búsqueda de la felicidad; y
observó siempre con desconanza al poder público (Burdeau, 1983). Para el
liberalismo el individuo es “al mismo tiempo fuente de sus derechos y n de
todas las instituciones políticas y sociales” (Burdeau, 1983, p. 38).
La libertad, como una facultad inherente a la naturaleza humana, nada debe a
las autoridades sociales y, dada su preexistencia, limita las prerrogativas de estas.
“La libertad no debe ser creada, existe” (Burdeau, 1983, p. 38). Bajo esa premisa
nace el liberalismo político, como una forma de limitación al poder. Los indivi-
duos renuncian a su libertad absoluta primitiva para fundar la autoridad pública,
pero conservan sus libertades individuales, las que deben ser respetadas y garan-
tizadas por el Estado. Expresa Burdeau (1983) que el liberalismo político aparece
en Europa recién en el siglo XVII, con la denominada “Revolución Gloriosa de
1688” en Inglaterra, a partir de la cual se establecen limitaciones al poder político.
A la hora de hablar del liberalismo en su vertiente económica y política, entiende
que, si bien ambos pueden ser separados intelectualmente, históricamente son
indisociables, porque el segundo sólo se impuso para garantizar el primero. De
donde se sigue que, si el liberalismo político es el control del poder por los gober-
nados, ese control se establece fundamentalmente en benecio de la propiedad.
El liberalismo precede a la democracia2, de manera tal que cuando ésta se
impuso como forma de gobierno debió tener en cuenta una libertad que en
la vida diaria le era anterior y por lo tanto le marcaba límites al poder, aun
cuando fuera expresión de la voluntad popular (Burdeau, 1983). De esta ma-
1
Como fuentes del liberalismo se pueden mencionar también, previas a la Declaración Uni-
versal de los Derechos del Hombre de 1789, la Declaración de Derechos (Bill of Rights) de
1689 en Inglaterra y la Constitución de Filadela de 1787 en Estados Unidos.
2
Para impugnar esta armación se podría traer a colación la democracia griega, sin embargo,
como bien lo expresa Burdeau (1983), no tuvo más que una existencia breve y sólo sobrevivió
en calidad de modelo intelectual.
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nera, la democracia es la forma de gobierno que “resume, corona y consuma
las exigencias del pensamiento liberal” (p. 147). Es preciso poner el foco en esta
cuestión, atento a la proliferación en el mundo occidental, de formas iliberales
de democracia que se caracterizan por no respetar o cuestionar los derechos
individuales en su concepción clásica.
Sobre estos aspectos, Rosanvallon (2020) piensa que la democracia tiene
dos grandes dimensiones: la liberal y la representativa. La primera está deter-
minada por “procedimientos e instituciones destinadas a prevenir el riesgo de
tiranía de las mayorías” (p. 41), es decir las normas constitucionales que pro-
tegen las libertades individuales. La segunda constituye “un poder popular
circunscripto, salvo pocas excepciones, al proceso de selección y validación
electoral de los dirigentes” (p. 41), es decir la selección de los representantes
que hablarán en nombre del pueblo. Dubet (2018) expresa que la democracia
en su forma liberal requiere de representación, deliberación, compromiso y
autonomía del derecho. En otras palabras, como lo arma Burdeau (1983), se
acepta la participación popular directa para el origen del poder, pero como
se temen las consecuencias de su ejercicio, se organiza la representación de
tal manera de que las aspiraciones del pueblo resulten puricadas por ella.
La democracia en su forma liberal comprende, por lo tanto, la existencia
de dos valores fundamentales: la igualdad de los ciudadanos, independien-
temente de su condición social, étnica o religiosa, que se materializa en el
derecho de voto y la libertad de los ciudadanos, protegida por los derechos y
garantías constitucionales que impiden la injerencia de la autoridad en la vida
privada de los individuos. En ese sentido, la democracia no se limita sólo a la
representación política y al respeto de la regla de la mayoría; también implica
la protección de los derechos y libertades de los individuos, el acceso a la
información y la participación en la deliberación pública.
Sin embargo, la democracia liberal se ve asediada en la actualidad por mo-
vimientos y liderazgos que cuestionan la dimensión liberal, privilegiando el
componente popular. Así, reivindican los mecanismos de democracia directa,
llamando a multiplicar los referéndums de iniciativa popular y cuestionan la
legitimidad de las autoridades que no surgen directamente del voto popular
(jueces, miembros integrantes de organismos de control, etc.) denunciando su
carácter, “no democrático” (Rosanvallon, 2020). Entienden que la relación po-
lítica se establece de forma directa y espontánea entre el líder y el pueblo (ma-
yoría) y así legitiman su oposición a las decisiones y/o recomendaciones de los
organismos multilaterales, por considerar que violentan la soberanía del Estado.
49
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A n de precisar la terminología utilizada en este trabajo, siempre que nos
reramos al término “democracia” lo haremos en alusión a su forma liberal la
cual, como vimos, implica gobierno de la mayoría y respeto por los derechos
individuales.
2. La crisis de la democracia
Desde hace algunos años, abundan libros que nos advierten acerca del
riesgo de muerte de la democracia, ya sea “por culpa de los electores, de los
elegidos, de las nuevas tecnologías, por inecacia o falta de racionalidad
(Innerarity, 2020, p. 30). La cuestión, entonces, es dilucidar cuáles son las
acechanzas, dónde residen las amenazas y si existe el modo de conjurarlas.
Las democracias, dice Innerarity (2020), se están viendo sacudidas por
explosiones de indignación, que se expresan bajo la forma de protestas y
de malestar general. Estamos frente a un fenómeno de insatisfacción con el
sistema político que tensiona sin transformar y se convierte en frustración
colectiva. Para Innerarity (2020) la crisis actual de la democracia radica en
una pérdida de conanza en el sistema político debido a su impotencia o, en
todo caso, su pobre performance, a la hora de conseguir resultados positivos,
soluciones, frente a los problemas que aquejan a la sociedad.
Levistky y Ziblatt (2018), por su parte, hablan de la muerte de las democra-
cias. Expresan que solemos creer que las democracias mueren a manos de hom-
bres armados, en virtud de que hemos sido testigos, a lo largo de la historia mo-
derna, de democracias que han colapsado frente al avance del poder militar. Es el
caso de lo acontecido en América Latina en las décadas de los 60 y 70, donde los
sistemas democráticos de países como Brasil (1964), Perú (1968), Chile (1973),
Uruguay (1973), o Argentina (1976), cayeron bajo golpes de estado perpetrados
por las fuerzas armadas. Pero ahora, como lo expresa Innerarity, “hay que pensar
fuera del marco mental del golpe de Estado o la insurrección, y más en términos
de inadaptación, ineciencia, degradación o desequilibrio (2020, p. 31).
En esa línea, Levistky y Ziblatt (2018) entienden que, en la actualidad
Existe otra manera de hacer quebrar una democracia, un modo menos
dramático, pero igual de destructivo. Las democracias pueden fracasar
en manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o
primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo
al poder. (p. 11)
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En otras palabras, la principal amenaza actual a la democracia no está de-
terminada por la posibilidad de un asalto al poder por la vía militar, sino por
el descontento ciudadano que es canalizado por opciones políticas antisistema
que acceden al poder por la vía electoral. Levitsky y Ziblatt (2018), al referirse
a la degradación de la democracia, expresan que el proceso es prácticamente
imperceptible dado que no existe un momento único de colapso democrático,
sino que la erosión institucional avanza paulatinamente. La muerte de las de-
mocracias en la actualidad es promovida por líderes electos legítimamente que
subvierten las reglas de juego que los llevaron al poder. Los golpes militares y
otras usurpaciones del poder por medios violentos son poco frecuentes.
El paulatino proceso de erosión de la democracia al que reeren los au-
tores recién citados está determinado principalmente por la vulneración de
reglas no escritas” o “principios, que deben regir en todo sistema democrá-
tico, a saber, la contención institucional y la tolerancia mutua.
Con respecto al primer principio, consiste en la idea de no ejercer todas
las prerrogativas que la ley permite, por ejemplo: no modicar las reglas elec-
torales meses antes de la elección para favorecer la permanencia del gober-
nante en el poder, aunque la legislación no lo prohíba.
La tolerancia mutua, a su turno, radica en la idea de respetar la competen-
cia política y observar al oponente como un adversario y no como un enemi-
go. Un ejemplo de este último punto lo expresa Mounk (2018), al referirse a
las elecciones presidenciales norteamericanas de 2008:
John McCain demostró entender bien la importante distinción entre tratar
a un competidor por el acceso a un alto cargo como adversario y como en-
emigo. Cuando un elector dijo en una reunión vecinal de un ayuntamien-
to estadounidense que le asustaba lo que pasaría si Barack Obama ganaba
las elecciones, McCain salió al quite en defensa de su adversario: ‘Déjeme
que le diga que él es una persona respetable, y una persona de quién no
tiene usted que temer nada como presidente de Estados Unidos’. (p. 122)
En Italia, en cambio, el referente del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo,
prometió “arrebatar el poder a una casta política de vejestorios preocupados nada
más que por sus propios intereses, y luchar por una Italia más moderna y tole-
rante” (Mounk, 2018, p. 120). Otro ejemplo lo encontramos en el ex presidente
norteamericano Donald Trump, quién a lo largo de su campaña presidencial en
2016 quebrantó prácticamente todas las reglas básicas de la política democrática
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Prometió encarcelar a sus oponentes políticos. Se negó a decir explí-
citamente que aceptaría el resultado de las elecciones. Intimidó a la
prensa y amenazó con ampliar las leyes antidifamación. Invitó a una
potencia extranjera a sabotear a su principal competidora. Incitó al
odio contra las minorías étnicas y religiosas, y prometió emprender
medidas inconstitucionales contra ellas. (Mounk, 2018, p. 124)
La tolerancia mutua y la contención institucional, esas dos reglas no es-
critas cuya observancia es fundamental para garantizar una buena calidad
democrática, son generalmente despreciadas por los líderes antisistema que
aprovechan el aumento de la insatisfacción ciudadana con el sistema político
para obtener apoyo electoral, fenómeno que estamos viendo cada vez con
más frecuencia en Occidente.
Mounk (2018), al estudiar el estado actual del sistema de gobierno liberal,
plantea que estamos viviendo un proceso de “desconsolidación” de la democracia
En América del Norte y Europa Occidental los ciudadanos se fían me-
nos de los políticos que antes. Están perdiendo la conanza en las ins-
tituciones democráticas. Y tienen una visión cada vez más negativa de
sus gobiernos. Todo esto es preocupante. (p. 107)
La desconanza en el sistema de gobierno muestra dos cosas: por una
parte, una crisis en la legitimidad de origen; ciudadanos que quitan rápida-
mente el apoyo a los representantes electos. En ese sentido, tal como lo ex-
presa el último informe de la consultora Latinobarómetro (2021)3 referido a
la situación política y social en América Latina, estamos siendo testigos de
presidentes débiles y con una rápida disminución del apoyo popular. Y la
segunda cuestión está determinada por la legitimidad del régimen: se ob-
serva un aumento en el porcentaje de la población que ve con indiferencia a
la democracia como forma de gobierno. En un estudio realizado en Estados
Unidos en 2011, se le preguntó a los encuestados si tener un líder fuerte, que
no deba lidiar con el Congreso, ni con las elecciones, constituye un buen sis-
tema de gobierno: un 32% manifestó que sí, en comparación con un 24% en
1995. En un sondeo de 2017, en Gran Bretaña, el dato es más impactante aún:
3
Latinobarómetro. Opinión Pública Latinoamericana (7 de octubre de 2021). Informe Latin-
obarómetro 2021. https://www.latinobarometro.org/latContents.jsp
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mientras que en 1999 sólo un 25% apoyaba la idea de un sistema liderado por
un hombre fuerte, en 2017 ese porcentaje ascendía a un 50%.
La cuestión no es más alentadora cuando se mira el estamento joven. La
atracción por los extremos políticos de izquierda y derecha por parte de los
jóvenes ha ido en aumento en las últimas décadas en el mundo occidental. En
Italia, por ejemplo, un 40% de los menores de cuarenta años apoyó al Movi-
miento 5 Estrellas en febrero de 2016. En el caso de Francia, sondeos previos a
las elecciones presidenciales de 2017, indicaron que uno de cada dos votantes
jóvenes apoyó a Marine Le Pen. En las elecciones presidenciales norteamerica-
nas de 2016, entre los votantes blancos de menos de 30 años de edad, Donald
Trump triunfó sobre Hilary Clinton (Mounk, 2018). Una explicación para esta
indiferencia frente al sistema de gobierno democrático podría estar determina-
da por el hecho de que los jóvenes menores de 30 años (Millennials), no han vi-
vido las amenazas que representaron los regímenes políticos como el fascismo
o el comunismo en la Europa de 1930, o la amenaza de la Guerra Fría.
Sin embargo, no puede buscarse una única causa para la crisis de la demo-
cracia. Hay ciertas condiciones que están desapareciendo –como el crecimiento
económico sostenido– que generan sentimientos de insatisfacción, e incluso de
indignación, en la ciudadanía. El descontento y las frustraciones populares son
canalizados y aprovechados electoralmente por líderes antisistema, que prometen
remodelar la imagen del país y, cuando llegan al poder, avanzan sobre las institu-
ciones orientadas a proteger las libertades y los derechos individuales, institucio-
nes que son necesarias para la supervivencia de la democracia a largo plazo. Prin-
cipalmente, jueces, parlamento, organismos administrativos de control, prensa
independiente y organizaciones libres de la sociedad civil son frecuentemente
atacados porque controvierten la voluntad política del líder antisistema. Mounk
(2018) arma que, “en Hungría, por ejemplo, Orbán ha llenado los puestos de
las instituciones administrativas, antaño imparciales, con ávidos leales suyos y
ha socavado la independencia del poder judicial del país” (p. 51). La descompo-
sición de la democracia está dando lugar a la aparición de una nueva forma de
democracia sin derechos, asentada únicamente en la legitimidad de origen.
Dubet (2021) plantea que estamos viviendo la “época de las pasiones tris-
tes, en la cual los sentimientos de ira, indignación y decepción con las élites
gobernantes se fundan en las múltiples y singulares desigualdades que atra-
viesan a la sociedad. Hay sectores sociales en los que domina el sentimien-
to de haber quedado desplazados en la atención del Estado en relación con
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aquellos a los que se les otorga prioridad, tales como los indigentes, pobres,
extranjeros, adultos mayores, desocupados, etc. Este voto social termina (so-
bre todo en Europa) transformándose en un voto identitario.
El sentimiento de haber quedado a un lado explica también un voto
cuyo tema esencial es el rechazo de los inmigrantes y los extranjeros. El
voto al FN (Frente Nacional Francés) llega a su punto máximo a 40 km
de las grandes ciudades para disminuir a continuación, y se lo vota dos
veces más en las comunas de 1.000 habitantes que en las de 10.000. Por
ende, este voto no está ligado a la presencia de los inmigrantes, sino al
temor a su cercanía, a la amenaza de su ‘invasión. (Dubet, 2021 p. 89)
Existe un sentimiento de inseguridad social por parte de ciertos grupos
poblacionales, que genera resentimiento e indignación:
En los Estados Unidos, los conocidos como white trash4, vivirían mal
porque los afroamericanos y las minorías disfrutan de los benecios del Es-
tado de Bienestar y las políticas de discriminación positiva. Los pobres del
campo vivirían mal porque sólo se presta oídos a los pobres de los subur-
bios, visibles debido a sus motines y sus actos delictivos. (Dubet, 2021 p. 85)
La percepción de la ruptura del contrato social, fundamento del Estado de
Bienestar, está en la base de los sentimientos de resentimiento e indignación.
“Ese contrato se apoyaba en un ideario solidarista, la idea de que el traba-
jo daba derechos en función del aporte de cada cual a la riqueza nacional
(Dubet, 2021 p. 90). La sensación actual del ciudadano de clase media, que
trabaja y paga los impuestos, es que lo estafan; “que paga demasiado y para
quienes no lo merecen y de que no recibe lo que él mismo merece” (p. 91).
El imaginario colectivo de las víctimas de las desigualdades está impreg-
nado por la idea de un retorno al pasado, a la sociedad industrial, “donde cada
uno está en su lugar, el de la nación homogénea, y el Estado fuerte, protector
y plenamente soberano” (p. 95). En palabras de Dubet se lucha contra el libe-
ralismo cultural, al que se cataloga de perverso, por destruir las jerarquías y
el orden. Las desigualdades que atraviesan las sociedades actuales generan ira
e indignación que se expresa políticamente en los movimientos antisistema.
4
Basura blanca: los blancos pobres, vulgares e incultos de los Estados Unidos.
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Las múltiples desigualdades y la dicultad de los Estados para atenderlas,
la falta de crecimiento económico sostenido, sumados a la indiferencia de las
nuevas generaciones de electores con la democracia liberal, son algunos de
los puntos claves para entender la crisis del sistema.
Otro aspecto importante para analizar es el cambio en las preferencias ciu-
dadanas inducido por el avance de la globalización y por la naturaleza indivi-
dualista de las sociedades occidentales posmodernas. En ese sentido, Innera-
rity y Solana (2011), plantean que las demandas ciudadanas tienen, en primer
lugar, un componente “global”: expresan conictos de carácter transnacional
(cambio climático, pandemia, crisis del agua, etc.) y que por lo tanto tornan
dicultosa las respuestas por parte de la representación política nacional; y
en segundo lugar, un componente “individualista”: la política se ve sacudida
por motivaciones y emociones personales de los individuos, que en su afán de
mejorar sus experiencias personales, presionan sobre el sistema político. Estas
transformaciones en las democracias occidentales “pueden llegar a cuestionar
la integridad de la nación o incluso el principio de igualdad de los individuos
ante la ley, que es el corazón de la democracia” (Innerarity y Solana, 2011, p.
274). En otras palabras, cuestionan la base del contrato social.
3. Estudio de casos en Sudamérica
La revisión de la literatura nos ha permitido observar que la democracia se
encuentra cuestionada en el mundo occidental. La atomización social, la he-
terogeneidad de las demandas, la inmediatez en la búsqueda de respuestas, la
falta de capacidad de los Estados, la crisis de los partidos políticos, entre otras
cuestiones, han generado sentimientos de descontento e indiferencia por parte
de la ciudadanía con respecto a la democracia. Estas “pasiones tristes, al decir de
Dubet, actúan como caldo de cultivo de movimientos antisistema que disputan
el acceso al poder y socavan aún más las pautas de convivencia democrática.
En Sudamérica la situación no es muy diferente. Si analizamos los datos del
último estudio de la consultora Latinobarómetro, titulado “Adiós a Macondo5,
se podrá observar la crisis de representación que existe en la región. El informe
arroja que, si bien la mayoría de los latinoamericanos entiende que la demo-
cracia es el menos malo de los sistemas de gobierno (indicador churchiliano), el
5
Latinobarómetro. Opinión Pública Latinoamericana (7 de octubre de 2021). Informe Latin-
obarómetro 2021. https://www.latinobarometro.org/latContents.jsp
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La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
70% se encuentra insatisfecho con sus resultados mientras que un 30% muestra
indiferencia frente a la política. Además, se observa un fuerte reclamo por “ma-
yor igualdad ante la ley” y un importante nivel de desconanza en las institu-
ciones políticas (presidencia, parlamento y justicia).
A partir de la década del 90, la región de Sudamérica en general ingresó
en un proceso democratizador superando las adversidades de las dos déca-
das anteriores caracterizadas por la proliferación de golpes militares. Sobre la
materia, Murillo, Levitsky y Brinks (2021), expresan que
La tercera ola de la democratización provocó un cambio drástico en
América Latina. Casi todos los países de la región realizaron comicios
competitivos después de 1990, y en la actualidad muchos pueden jac-
tarse de tener democracias que funcionan al menos moderadamente
bien, con elecciones transparentes, pluralización del poder, derechos
civiles y políticos efectivos, participación creciente de la población y
gobiernos razonablemente receptivos. (p.97)
Si bien ha habido importantes avances en términos de democratización,
como plantean los autores, observamos en la actualidad un fuerte descontento
de la ciudadanía con los resultados del sistema democrático. A partir de los
cuatro indicadores seleccionados, analizaremos a continuación cuál es la va-
loración que la ciudadanía tiene sobre la democracia en los países objeto de
estudio. Para ello estudiaremos la evolución de los indicadores en las elecciones
presidenciales acontecidas en cada país dentro del período 2001-2021. En el
apartado 3.1 observaremos cómo ha evolucionado la participación electoral,
mientras que en el apartado 3.2 indagaremos acerca de la evolución del voto en
blanco. Finalmente, en el apartado 3.3, observaremos cómo han evolucionado
los indicadores de apoyo a la democracia y satisfacción con los resultados en el
período objeto de estudio.
3.1 Evolución de la participación electoral en el período 2001-2021
Cuando se analiza cómo evolucionó la participación electoral en el período
2001-2021 en los países seleccionados para este estudio, la primera conclusión
que se obtiene es que la democracia se ha consolidado, aumentando el por-
centaje de participación de la ciudadanía en las elecciones. En ese sentido, se
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destaca principalmente Bolivia, donde la participación electoral ha aumenta-
do alrededor de un 25% en las últimas dos décadas. En Argentina, Paraguay
y Uruguay, también existe un aumento de la participación, pero con menor
intensidad. Por su parte Chile y Brasil muestran una caída en la participación
electoral (principalmente Chile) sin embargo, existen una serie de particulari-
dades que sería necesario analizar y que responden a cambios en los diseños
institucionales o a alteraciones en el funcionamiento del sistema político. Perú
es el país sudamericano donde más ha disminuido la participación electoral
en los últimos 20 años (25%) mostrando un importante distanciamiento de
la ciudadanía con respecto a la política. A continuación, indagaremos en las
particularidades de cada caso en lo referido a este indicador.
Argentina
Las primeras elecciones presidenciales, dentro del período objeto de estu-
dio, se dieron en el año 2003, después de la profunda crisis social y económica
que afectó al país a nes del año 2001 y que terminó ocasionando la caída del
gobierno encabezado por Fernando de la Rúa. La participación electoral en el
año 2003 fue de un 78.2%, siendo electo como presidente Néstor Kirchner. Si
bien en las elecciones del año 2007 se observa una leve disminución en la par-
ticipación (76.2%), a partir de dicho año se puede ver un aumento sostenido
hasta situarse en 81.3% en las elecciones presidenciales de 2019. En conclusión,
Argentina muestra una evolución favorable –es decir, un aumento– en la parti-
cipación electoral durante el período 2001-2021.
Bolivia
En este país, se ha producido un importante aumento de la participación
electoral en los años bajo análisis. Desde las elecciones presidenciales del año
2002, en las que triunfó Gonzalo Sánchez de Lozada, hasta las elecciones pre-
sidenciales del año 20206, la participación electoral aumentó 16 puntos por-
centuales: pasó de 72.2% (2002) a 88.4% (2020). Además, si se analiza cada
elección de forma pormenorizada, se podrá observar que dicho aumento se ha
6
En las elecciones presidenciales de 2020 triunfó Luis Arce, candidato del Movimiento al So-
cialismo (MAS). La elección se llevó a cabo en el marco de una importante atención por parte
de la comunidad internacional, debido a las irregularidades observadas durante las elecciones
presidenciales de 2019, que terminaron con la renuncia de Evo Morales a la presidencia del país.
57
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La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
dado de forma sostenida en el tiempo. Bolivia representa otro caso de evolu-
ción favorable de la participación electoral.
Paraguay
En el caso de Paraguay también existe una evolución favorable de la par-
ticipación electoral entre 2003 y 2013; durante ese período el aumento fue de
4 puntos porcentuales (pasó de 64.1% a 68.5%). Sin embargo, se observa una
merma en la elección presidencial de 2018: bajó a 61.4%. Esta disminución
podría encontrar explicación en los hechos de corrupción política que salieron
a la luz en 2017 y que involucraron a diferentes funcionarios gubernamentales.
Uruguay
La República Oriental del Uruguay presenta el mayor porcentaje de parti-
cipación electoral dentro de los países analizados. En el año 2004 el porcentaje
ya era elevado (89.6%) y prácticamente se ha mantenido en ese nivel hasta la
elección de 2019, mostrando un leve aumento (90.1%). En términos de parti-
cipación electoral demuestra ser uno de los países más estables del cono sur.
Brasil
En Brasil, a diferencia del resto de los países analizados, la participación
electoral muestra una leve disminución a lo largo de los 20 años de estudio. Si
se compara la participación en la elección presidencial del año 2002 (82.2%),
con la elección presidencial de 2018 (79.6%), la disminución ha sido de alre-
dedor de 3 puntos porcentuales. Al igual que lo que ha ocurrido en Paraguay,
los hechos de corrupción que salieron a la luz en Brasil a partir del año 2015
y que afectan a funcionarios de gobierno y empresarios, proceso que culmi-
nó con el impeachment y la destitución de la presidenta Dilma Rousse, han
impactado sobre la participación electoral. En ese sentido, la elección presi-
dencial de 2018 fue la que mostró la menor participación desde el año 2002.
Chile
En Chile, la participación electoral hasta la elección presidencial del año
2009 fue sumamente elevada (87.6%). A partir de la elección presidencial de
2013, y en virtud de la instauración de la no obligatoriedad del voto (2012)7,
7
En al año 2012, a través de la Ley 20.568, el Congreso Nacional de Chile aprobó la instau-
ración del voto voluntario para las elecciones nacionales y municipales en todo el territorio.
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Julio Picabea
la participación disminuyó considerablemente (49.3%). En la última elección
presidencial (2021), donde triunfó el candidato Gabriel Boric en segunda
vuelta, la participación fue del 47.3% en la primera instancia y 55.6% en la
segunda. El caso de Chile nos muestra el impacto que puede tener un cambio
institucional sobre el comportamiento electoral; el establecimiento del voto
voluntario ha disminuido considerablemente la participación electoral.
Perú
En este país es muy notoria la disminución sostenida de la participación elec-
toral durante el período analizado. Si se compara la elección presidencial de 2006
con la de 2021, la merma en el porcentaje de participación alcanza los 18 puntos
porcentuales. En ese sentido, Perú es el país de Sudamérica que muestra la mayor
disminución de la participación electoral durante las últimas dos décadas.
Gráco 1. Porcentaje de participación por año y país.
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro
El análisis de este indicador nos muestra que la participación electoral ha
aumentado durante el período 2001-2021 en la mayoría de los países que son
objeto de este estudio, siendo el caso más destacado el de Bolivia. En Argentina,
Paraguay y Uruguay se verica un aumento, pero más leve. En Brasil se observa
una tendencia a la baja a partir de los casos de corrupción que salieron a la luz
Sin embargo, en diciembre de 2022, mediante Ley 21.524, y tras 10 años de voto voluntario, se
reinstauró el voto obligatorio en Chile (salvo para elecciones primarias).
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La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
en 2015; y en Chile ha disminuido el nivel de participación desde que se ha
establecido la no obligatoriedad del voto (2013). Lógicamente, la reforma cons-
titucional llevada a cabo por Chile ha cambiado los incentivos de la ciudadanía
para participar en las elecciones, siendo determinante en la disminución del
nivel de participación. La excepción más importante la encontramos en el caso
de Perú, donde se observa una importante caída en la participación electoral
durante el período analizado. Sin embargo, como bien lo arma Przeworski
(2022), aún a pesar de que la gente valora la participación electoral como un
mecanismo para la toma colectiva de decisiones, se sienten de todos modos
políticamente insatisfechos e impotentes como individuos.
3.2 Evolución del porcentaje de voto en blanco en el período 2001-2021
Otro indicador importante para conocer la valoración ciudadana de la de-
mocracia es el voto en blanco, el cual constituye un voto válido, pero que no le
otorga el apoyo expreso a un candidato determinado. Cuando se mira la evo-
lución del voto en blanco en los casos de estudio, se puede agrupar a los países
en cinco categorías:
A. Nivel de voto en blanco muy bajo: en esta categoría se encuentra Chile, el
país con menor nivel de voto en blanco de la región. El promedio durante
los últimos 20 años ha sido inferior al 1%.
B. Nivel de voto en blanco bajo: en esta categoría encontramos a Uruguay y
Paraguay, cuyo nivel promedio en los últimos 20 años fue entre 1% y 2%.
C. Tendencia a la disminución: en este grupo se encuentran Argentina y Bo-
livia, países que han reducido sostenidamente el nivel de voto en blanco
desde el primer decenio del siglo XXI hasta la actualidad. Actualmente
presentan niveles de voto en blanco de entre el 2 y el 3%. En Bolivia la
disminución ha sido más notoria.
D. Tendencia al aumento: se observa que Brasil presenta niveles de voto en
blanco elevados en términos relativos, superando el 3% en promedio en
los últimos 20 años.
E. Nivel de voto en blanco alto: en esta categoría se encuentra Perú, el país
con mayor nivel de voto en blanco dentro de los casos estudiados. El pro-
medio para los últimos 20 años fue de 10.5%.
Analizaremos a continuación la situación particular de cada país durante
el período 2001-2021 para este indicador.
60 Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023)45-70
Julio Picabea
Argentina
En Argentina la evolución del voto en blanco muestra una disminución
sostenida desde la elección presidencial de 2007, donde se observó el nivel
más alto de los últimos 20 años (6.44%), hasta la elección de 2019, donde el
porcentaje de voto en blanco disminuyó a 1.58%.
Bolivia
El caso de Bolivia es similar al de Argentina. Desde la elección presiden-
cial del año 2002, donde triunfó el candidato Sánchez de Lozada, el porcen-
taje de voto en blanco viene disminuyendo sostenidamente. Mientras en el
2002 se ubicó en 4.36%, en la elección de 2020 fue del 1.41%.
Chile
La particularidad de Chile está determinada por el bajísimo nivel de
voto en blanco. Es el ps sudamericano que muestra el menor porcentaje de
voto en blanco en las últimas dos décadas; en la última elección presidencial
(2021), sólo el 0.20%. Al igual que Argentina y Bolivia muestra una disminu-
ción sostenida en el porcentaje de voto en blanco desde 2006.
Brasil
En el caso de Brasil, el promedio de voto en blanco para las elecciones pre-
sidenciales de las últimas dos décadas fue del 3%. La elección presidencial de
2018, donde triunfó el candidato Jair Bolsonaro, fue la que menor porcentaje
de voto en blanco mostró en los últimos 20 años (2.65%). Se observa un nivel
de voto en blanco estable durante el período analizado.
Paraguay
En Paraguay el nivel de voto en blanco fue bajo en la primera década del
nuevo siglo (1.50%), pero a partir de la elección presidencial de 2013 mostró
un leve incremento: en 2013 llegó al 3%, mientras que en 2018 al 2.41%.
Uruguay
La República Oriental del Uruguay muestra un nivel relativamente bajo
de voto en blanco en América Latina, siendo en promedio inferior al 2% en
las elecciones presidenciales de los últimos 20 años. En la última elección
presidencial (2020), donde triunfó el candidato Lacalle Pou, el porcentaje de
voto en blanco se ubicó en 1.79%.
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La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
Perú
En Perú se observa el nivel de voto en blanco más alto en el período de 20
años analizado. El promedio de las últimas cuatro elecciones presidenciales
fue de 10.5%, alcanzando en 2021 el 12%. Si se cruzan estos datos con los
referidos a la participación electoral, el caso de Perú parece mostrar un im-
portante distanciamiento de la ciudadanía con la democracia, desde el punto
de vista de estos indicadores.
En términos generales se observa que el caso de Perú es el más grave,
debido al elevado nivel de voto en blanco promedio que presenta durante
las dos décadas bajo análisis. En el otro extremo se encuentra Chile, con un
promedio de 0.7% de voto en blanco en las dos décadas bajo estudio. El resto
de los países muestra niveles similares, oscilando entre el 2% y 3% promedio.
Gráco 2. Porcentaje de voto en blanco por año y país.
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro
3.3 Evolución del apoyo a la democracia y la satisfacción con los resulta-
dos en el período 2001-2021
3.3.1 Apoyo a la democracia
La evolución del indicador “apoyo a la democracia” durante el período
2001-2021 nos muestra que 6 de cada 10 personas en los países analizados
considera que la democracia es un sistema de gobierno preferible a cualquier
62 Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023)45-70
Julio Picabea
otro. Es decir que, como expresa Diamond (2003), la tercera ola democrática
iniciada en la década del 70 se ha propagado por gran parte del planeta, con-
solidando a la democracia como un valor universal. Los países que muestran
un apoyo a la democracia más alto son Uruguay, con un promedio de 80%, y
Chile y Bolivia, con un promedio del 64% para el período bajo estudio. Los
países que muestran un apoyo más bajo son Paraguay, con un promedio del
47% y Brasil (49%), dentro del período estudiado. A continuación, se analiza
brevemente la situación de cada país.
Argentina
En Argentina 6 de cada 10 personas maniestan apoyar la democracia
dentro del período analizado. Esto ubica al país en línea con el promedio de
los países objeto de este estudio. Se observa una caída de casi 10 puntos por-
centuales entre las elecciones del 2011 y 2019.
Brasil
Brasil muestra uno de los promedios más bajos (49%) de apoyo a la de-
mocracia durante el período. En las elecciones del año 2018 se observa el
mínimo histórico para el lapso en estudio, siendo el apoyo a la democracia
inferior a 4 de cada 10 personas (38%).
Paraguay
Paraguay muestra el porcentaje promedio de apoyo a la democracia más
bajo (47%). En las elecciones de 2018 el apoyo a la democracia se situó en
45%.
Uruguay
Uruguay muestra el porcentaje promedio de apoyo a la democracia más
alto (80%). El nivel de apoyo a la democracia se ha mantenido prácticamente
estable entre las elecciones presidenciales del año 2004 y las de 2020.
Bolivia
En Bolivia el porcentaje promedio de apoyo a la democracia se situó en
64% durante el período. El nivel de apoyo a la democracia se ha mantenido
prácticamente estable entre las elecciones presidenciales del año 2002 y las
de 2020. Se observa un pico de apoyo a la democracia durante el año 2009.
63
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La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
Chile
En Chile el porcentaje promedio de apoyo a la democracia se situó en 64%
durante el período. Al igual que Bolivia y Uruguay muestra estabilidad en el
apoyo.
Perú
En Perú el porcentaje promedio de apoyo a la democracia se situó en 59%.
Se observa una caída en el apoyo a la democracia de 10 puntos porcentuales
durante el período 2011-2021.
Gráco 3. Apoyo a la democracia por año y país.
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro
3.3.2 Satisfacción con los resultados
La evolución del indicador “satisfacción con los resultados” durante el pe-
ríodo 2001-2021 nos muestra que menos de 4 de cada 10 personas se encuen-
tra satisfecha con los resultados de la democracia. El porcentaje promedio
más alto de satisfacción con los resultados lo muestra Uruguay (71%); mien-
tras que Paraguay (21%), Perú (24%) y Brasil (30%), muestran los porcentajes
más bajos. Un punto interesante para el análisis es la fuerte caída en la satis-
facción con los resultados durante la segunda década del siglo, tendencia que
se agudiza a partir del 2020.
Si bien, como lo hemos visto en el apartado anterior, 6 de cada 10 personas
consideran que la democracia es preferible a cualquier otro sistema de gobier-
64 Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023)45-70
Julio Picabea
no, a la hora de hablar de satisfacción con los resultados, el porcentaje disminu-
ye. Esto nos plantea una serie de interrogantes y posibles hipótesis con relación
a las causas de la insatisfacción. Dejaremos estas cuestiones para el apartado de
las conclusiones. A continuación, analizaremos la situación particular de cada
país en relación con el indicador de satisfacción con los resultados.
Argentina
Argentina muestra uno de los porcentajes promedio de satisfacción con la
democracia más altos dentro del período estudiado (42%). Se observa una fuer-
te caída en la satisfacción con los resultados de democracia a partir del año 2015.
Brasil
Brasil muestra uno de los porcentajes promedio de satisfacción con los
resultados más bajos dentro del período analizado (30%). Al igual que en
Argentina, pero con mayor profundidad, se observa una fuerte caída en la
satisfacción con la democracia que comienza en el año 2010.
Paraguay
Paraguay muestra el porcentaje promedio de satisfacción con los resul-
tados más bajo de la región dentro del período analizado (21%). Para el año
2018, sólo un cuarto de la población del país manifestó estar satisfecha con
los resultados del sistema.
Uruguay
Uruguay muestra el porcentaje promedio de satisfacción con los resulta-
dos de la democracia más alto dentro del período analizado (71%). Además,
al igual que en el indicador de apoyo a la democracia, muestra estabilidad. En
el año 2020, 7 de cada 10 personas en el país manifestaron estar satisfechas
con los resultados del sistema.
Bolivia
Bolivia muestra un porcentaje promedio de satisfacción del 27% dentro
del período analizado. Se observa una caída sostenida para el indicador a
partir del año 2009. En el año 2020 mostró prácticamente el mismo nivel de
satisfacción con los resultados de la democracia que en el año 2002 (alrede-
dor del 26%).
65
Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023) 45-70
La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
Chile
Chile es, después de Uruguay y Argentina, el país con mayor porcentaje
promedio de satisfacción con el sistema durante el período analizado (38%).
Sin embargo, se observa una caída sostenida para el indicador a partir del año
2009, alcanzando en 2021 un porcentaje del 19%,
Perú
Perú muestra un porcentaje promedio de satisfacción con la democracia
muy bajo para el período analizado (27%). Se observa además una caída para
el indicador desde el año 2011. La satisfacción con la democracia se situó en
el año 2021 en 11%. Junto a Brasil, son los países con mayor nivel de insatis-
facción con los resultados de la democracia en la actualidad.
Gráco 4. Satisfacción con la democracia por año y país.
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro
4. Reexiones nales
El recorrido realizado a través de esta investigación nos ha permitido
profundizar en conceptos teóricos y adquirir conocimiento empírico sobre
el sistema de gobierno democrático, fundamentalmente en relación con los
países seleccionados para el estudio. En las próximas líneas se expresarán una
serie de conclusiones arrojadas por el trabajo, que evidencian el estado actual
de la democracia y plantean ciertos interrogantes de cara al futuro.
La primera conclusión está determinada por el hecho de que la democracia
sigue siendo el sistema de gobierno elegido por la mayoría de los ciudadanos
66 Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023)45-70
Julio Picabea
dentro de los países estudiados; sin embargo, se observa una tendencia a la dis-
minución en el apoyo al sistema. La segunda conclusión, y he aquí una cuestión
central, es que existe un importante nivel de insatisfacción con los resultados
de la democracia en los países estudiados y que la situación para este indicador
se ha agravado durante el segundo decenio del siglo XXI. El aumento en los
niveles de insatisfacción con los resultados del sistema coincide con el deterioro
económico sostenido de la región sudamericana a partir del año 2010.
El tercer punto por destacar es que la situación no es igual en todos los
casos analizados. Se observan países con un cierto nivel de estabilidad demo-
crática de acuerdo a los indicadores trabajados: Uruguay, Chile y Argentina
(y en menor medida Paraguay) aparecen como las democracias más estables.
Bolivia es el país que muestra la mayor evolución favorable en cada uno de
los indicadores estudiados, mientras que Perú (principalmente) y Brasil apa-
recen como los países con mayor deterioro en la valoración ciudadana de la
democracia. El caso de Perú debe ser objeto de un estudio minucioso y es-
pecíco. El análisis de los indicadores seleccionados demuestra que en Perú
la democracia, a decir de Mounk (2018), se está “desconsolidando”: ha dis-
minuido gravemente la participación electoral, ha aumentado notablemente
el voto el blanco y presenta un nivel sumamente bajo de satisfacción con los
resultados del sistema. El único indicador donde se observa una evolución
relativamente positiva es en el apoyo a la democracia.
No se puede hablar de crisis de la democracia en la región sudamericana
sin hacer referencia a la insatisfacción ciudadana con los resultados del siste-
ma. Si bien existen otras variables importantes, la cuestión de la valoración
ciudadana reviste un carácter central. La insatisfacción aparece íntimamente
vinculada a la falta de crecimiento económico y mejoras en la distribución
del bienestar. Como bien lo expresa Runciman (2014, p. 151), la democracia
ha servido para alcanzar la “justicia política, en virtud de la representación
de mayorías y minorías y la protección de las libertades individuales; pero no
ha sido ecaz en la búsqueda de la “justicia económica. Esa idea pareciere
describir muy bien lo que acontece en Sudamérica, donde la desigualdad en
los ingresos (y por ende en las oportunidades de progreso) es muy marcada.
La inestabilidad, en virtud de los factores analizados, impide consolidar
reglas de juego sólidas, orientadas a mejorar la distribución del bienestar y la
justicia económica. La mejora en las capacidades burocráticas y scales por
parte de los Estados sudamericanos y el diseño de políticas públicas con ob-
67
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La valoración ciudadana de la democracia en Sudamérica
jetivos realistas y alcanzables, orientadas a mejorar la distribución del bien-
estar, aparecen como los desafíos centrales de cara a las próximas décadas.
La insatisfacción con los resultados del sistema democrático podría ex-
plicar el crecimiento de las opciones antisistema en la región: movimientos
y liderazgos que cuestionan el orden establecido y proponen cambios radi-
cales. El apoyo a estas opciones es una forma de expresión de insatisfacción
con el funcionamiento del sistema de gobierno, dado que nacen como una
crítica al mismo. Este fenómeno tensiona sin transformar, y se convierte en
frustración colectiva. Como lo expresa Innerarity (2020) la crisis actual de
la democracia radica en una pérdida de conanza en el sistema de gobierno
debido a su impotencia o, en todo caso, su pobre performance, a la hora de
conseguir resultados positivos, soluciones, frente a los problemas que aque-
jan a la sociedad. En el mismo sentido Dubet (2021) maniesta que se está
produciendo una ruptura en el contrato social que ha servido como sostén
del Estado de bienestar. Las clases medias, que históricamente han contribui-
do, con esfuerzos scales, a sostener las políticas de bienestar, hoy perciben
que sus aportes no son retribuidos mediante la provisión de bienes públicos
y oportunidades de progreso.
En sociedades desiguales, con elevados niveles de pobreza y décit en la
provisión de bienes públicos, emergen como burbujas una serie de “pasiones
tristes” que cuestionan el orden establecido, y direccionan sus preferencias
electorales a aquellas opciones políticas que se maniestan críticas del status
quo, y que han demostrado, en términos empíricos, vulnerar las reglas no sólo
informales, sino también las instituciones formales orientadas a limitar a la
autoridad política y proteger los derechos individuales. Si bien el crecimien-
to de los movimientos antisistema, que pueden ubicarse tanto a la izquier-
da como a la derecha del espectro político, no sólo acontece en sociedades
con elevado nivel de desigualdad de ingresos e importante pobreza material
(como sí es el caso de América Latina), es una realidad que, en sociedades
con estas características, el caldo de cultivo para la aparición de estas opcio-
nes políticas adquiere más volumen. Cómo bien lo arman Levitsky y Ziblatt
(2018), estos movimientos han demostrado poca tolerancia por la oposición
política y poco apego a las normas formales de convivencia democrática. En
sentido contrario, ha quedado demostrado que avanzan paulatinamente so-
bre las reglas de juego, en un proceso al que los autores han denominado
subversión democrática. En la actualidad, los atentados contra el sistema de-
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Julio Picabea
mocrático de gobierno, no provienen de manos de hombres armados, sino
de líderes electos por el voto ciudadano, que una vez que acceden al poder,
avanzan sobre las instituciones liberales orientadas a proteger los derechos
individuales (Levitsky y Ziblatt, 2018).
Es natural que la latente insatisfacción con los resultados de la democra-
cia, y la identicación con movimientos antisistema, se profundice o estalle
cuando la democracia no logra proporcionar lo que más les importa a los
individuos: seguridad material, orden público, o la concreción de normas o
valores culturales. De esta manera, existen motivos entonces para que la de-
mocracia sea cuestionada y para que experimente una crisis. Supongamos
que nada cambie en el futuro cercano
El crecimiento seguirá siendo lento, la desigualdad y la segregación per-
sistirán, los buenos puestos de trabajo continuarán disminuyendo y los
partidos tradicionales darán lugar a sentimientos antiinmigratorios, y
entre tanto buscarán hacer frente a la desigualdad y la segregación em-
pleando el mismo repertorio de políticas. ¿Amenaza un escenario de
estas características la democracia? (Przeworski, 2022, p. 222).
Para concluir, permítaseme citar nuevamente a Przeworski, quién tras
años de estudios exhaustivos sobre el estado del sistema de gobierno demo-
crático, en su último volumen académico, concluye con la siguiente expresión
No creo que la supervivencia de la democracia esté en peligro en la
mayoría de los países, pero no termino de identicar qué podría sacar-
nos de la situación actual de descontento. Sucesos políticos contingentes,
como el resultado de futuras elecciones, no la aliviarán. Está crisis no es
sólo política: tiene raíces profundas en la economía y la sociedad. Y es
eso lo que resulta más inquietante (Przeworski, 2022 p. 223).
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