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Argentino del Valle Larrabure y Testigos
de Cristo Rey en la Argentina: Jordán
Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri
Argentino del Valle Larrabure and Witnesses of
Christ the King in Argentina: Jordán Bruno Genta
and Carlos Alberto Sacheri
Ricardo von Büren
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
ricardo.vonburen@unsta.edu.ar
https://orcid.org/0009-0006-6548-997X
Resumen: En este estudio se expone su-
cintamente la vida y la muerte martirial
de tres cristianos laicos de nacionalidad
argentina, que dieron su testimonio de
sangre durante la Guerra Revolucionaria
de signo marxista que azotaba su Patria y
toda Hispanoamérica en la década de los
setenta: Argentino del Valle Larrabure,
Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sa-
cheri. Se destaca, en todos ellos, la ejem-
plaridad de vida personal, familiar y pro-
fesional. Este trabajo pretende difundir las
circunstancias de su entrega por Cristo,
como servicio al conocimiento de un pe-
ríodo histórico manipulado y tergiversado
y, al mismo tiempo, señalar el carácter ar-
quetípico de sus vidas, ejemplos concretos
de laicos cristianos insertos en el mundo
sin ser del mundo. Y al n, colaborar para
que, en su momento, la Iglesia se expida
sobre sus virtudes heroicas y su condición
de Testigos de Cristo Rey.
Palabras claves: Argentina, martirio, gue-
rra revolucionaria, testimonio, Cristo Rey.
Abstract: This study succinctly presents
the life and martyrdom of three lay chris-
tians of argentine nationality who bore
their testimony of blood during the mar-
xist Revolutionary War that ravaged their
homeland and all of Spanish America in
the 1970s: Argentino del Valle Larrabure,
Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sa-
cheri. All of them are highlighted by their
exemplary personal, family, and profes-
sional lives. This work aims to dissemina-
te the circumstances of their dedication
to Christ, as a service to the understan-
ding of a manipulated and distorted his-
torical period and, ate the same time, to
highlight the archetypal nature of their
lives, concrete examples of lay christians
inserted in the world without being of the
world. And nally, to collaborate so that,
in due time, the Church may pronounce
on their heroic and their status as Witnes-
ses of Christ the King.
Keywords: Argentina, martyrdom,
revolutionary war, Christ the King.
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Introducción
Como dice la Escritura: ‘Por tu causa somos
entregados continuamente a la muerte; se
nos considera como ovejas destinadas al ma-
tadero’ -Sal 44:23-. Pero en todo esto obte-
nemos una amplia victoria, gracias a Aquel
que nos amó (Rm 8:36-37)
Evocamos a tres compatriotas que dieron su vida por Cristo. Un
militar, el Coronel Argentino del Valle Larrabure, y dos lósofos: Jor-
dán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri.
Para poder comprender en profundidad el sacricio de estos Testigos
contemporáneos de Jesús, es necesario distinguir, por un lado, el hecho
histórico concreto de sus asesinatos, enmarcándolos, por otro, en un
contexto meta-histórico, de naturaleza teológica, que es el que da ver-
dadero sentido no sólo a su martirio, sino al de todos los cristianos que
debieron padecerlo. Tenemos que contemplar su entrega en el marco del
Proyecto de Dios sobre la Creación. Leemos en el Apokalypsis:
... Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo
y quedó a la vista el Arca de la Alianza.
Apareció en el cielo un gran signo:
una Mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada.
La Mujer (María, la Virgen) tuvo un hijo varón (Jesús, el Cristo),
que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro.
Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono.
El Dragón (la antigua Serpiente, Satanás), enfurecido contra la Mujer,
se fue a luchar contra el resto de su descendencia,
contra los que obedecen los mandamientos de Dios
y poseen el testimonio de Jesús.
Ellos mismos (los cristianos mártires) lo han vencido,
gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron de Él,
porque despreciaron su vida hasta la muerte.
(Ap 11:19; 12:1, 5, 17, 11. Paréntesis nuestros)
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El marco supra-histórico del Designio Divino de la Salvación,
se actualiza en la historia, en la que cada cristiano es llamado a
hacer brillar la Esperanza entre los hombres, estando dispuesto a
dar la vida por Jesús, porque “todo verdadero cristiano es deudor
del martirio. Por suerte, Dios no nos cobra la deuda a todos. Pero
si se le antoja puede cobrarla en el momento que se le ocurra”
(Castellani, 2019, p. 255. Cursivas en el original). Como enseña
Francisco:
El testimonio más convincente de esta Esperanza nos lo ofrecen
los mártires, que, rmes en la fe en Cristo resucitado, supieron
renunciar a la vida terrena con tal de no traicionar a su Señor. El-
los están presentes en todas las épocas y son numerosos, quizás
más que nunca en nuestros días, como confesores de la vida que
no tiene n. Necesitamos conservar su testimonio para hacer fe-
cunda nuestra Esperanza. (Francisco, Spes non confundit, n. 20.
Cursivas en el original)
Contexto histórico
Nos situamos en la Argentina de los años setenta del siglo XX,
la que además de su crónica inestabilidad política y económica,
padece la Guerra Revolucionaria de signo marxista que, como en
toda Hispanoamérica, se desarrolla también en su territorio des-
de hace una década. Lo que acontece luego del acceso al poder de
Fidel Castro en Cuba y la implantación de un régimen comunista
que se transforma en la plataforma de difusión ideológica y militar
del marxismo, y desata la insurrección armada en todo nuestro
continente1.
En Argentina, desde principios de los años 60, apoyado en la men-
tada crisis institucional –profundizada por la sucesión de gobiernos
de facto–, se vivía un clima de revolución que fue intensicándose
1
Para este proceso, cf. desde la visión de los propios grupos subversivos, la obra de Eduardo
Anguita (militante del Ejército Revolucionario del Pueblo) y Martín Caparrós (de Montone-
ros), 2013, tomos I y II. Desde la perspectiva de las Fuerzas Armadas de la Nación, cf. Díaz
Bessone, Ramón (General del Ejército Argentino), 1988.
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con el paso del tiempo, el que concluye con el restablecimiento de la
democracia mediante las elecciones que llevan al poder al General
Juan Domingo Perón y a su esposa Isabel Perón en septiembre del
año 73, luego de 18 años de exilio, obteniendo un triunfo electoral con
el 65 % de los votos a su favor. El retorno de la democracia y del pero-
nismo al gobierno era una de las banderas que enarbolaban las ban-
das insurgentes de la guerrilla, cuya conducta posterior desmentiría
rotundamente, mostrando su falsedad, pues sus verdaderos objetivos
consistían en la toma del poder para instaurar un régimen totalitario
inspirado en el marxismo.
En efecto, con el regreso, verdaderamente plebiscitario de Perón,
los grupos extremistas no sólo no detienen sus acciones militares,
sino que las multiplican. Y a los pocos días de las elecciones, una de
las facciones guerrilleras, los Montoneros, asesina al Secretario Ge-
neral de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio
Rucci, connotado dirigente sindical de reconocida liación peronista
y público contradictor del comunismo, hecho que provoca una violen-
ta reacción de Perón que comienza a combatirlos política y militar-
mente, cuando antes se había valido de ellos para crear las condicio-
nes para su retorno a la Argentina y asumir el control político de las
instituciones de la República.
En ese momento, la guerrilla marxista estaba en pleno despliegue
de su lucha ideológica y armada, tanto en las ciudades (especialmente
en las universidades) como en el ámbito rural, y había alcanzando un
importante desarrollo que implicaba no sólo la cotidiana secuencia
de atentados terroristas contra ciudadanos e instituciones civiles y
castrenses, sino también el secuestro y el asesinato de personas, y el
desembozado ataque a unidades militares.
En julio de 1974 fallece el General Perón y asume el poder su espo-
sa Isabel Perón, que continúa con el mismo estilo de enfrentamiento
que su esposo había tenido respecto de la guerrilla luego del retorno
al poder, combatiéndola frontalmente. El 6 de noviembre de 1974, en
su carácter de Presidente de la Nación, dispone el Estado de Sitio con
suspensión de las garantías constitucionales en todo el país (Decreto
n. 1368), debido a la situación de inseguridad y violencia provocada
por el terrorismo en todo el territorio nacional.
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En agosto de ese mismo año, el denominado Ejército Revolucio-
nario del Pueblo (ERP), otra facción de la guerrilla marxista entre-
nada en Cuba, había atacado y tomado la Fábrica Militar de Pólvo-
ra y Explosivos, situada en Villa María, provincia de Córdoba, en el
centro del país, asesinado a varios soldados y secuestrado al Mayor
Argentino del Valle de Larrabure, que era por entonces el Subjefe de
la guarnición. A partir de ese momento, va a ser alojado en lo que sus
captores llamaban eufemísticamente “Cárcel del Pueblo”, en realidad
un hueco cavado debajo de la tierra, sin luz natural ni ventilación (lo
que afectó gravemente su salud, por el asma que padecía desde niño),
y a someterlo a un trato indigno e inhumano durante casi un año. En
octubre de ese mismo 1974, ambos en la vía pública, se produce el
asesinato del profesor Jordán Bruno Genta cuando salía de su hogar
a participar de la Santa Misa, y en diciembre del Dr. Carlos Alberto
Sacheri, cuando luego de participar de la Santa Misa, volvía a su ho-
gar. Finalmente, casi un año luego de estar prisionero en condiciones
denigrantes, en agosto del año 1975, Larrabure es ejecutado cobar-
demente y su cuerpo arrojado con vileza en un basural, en la ciudad
de Rosario, provincia de Santa Fe. Vamos a referirnos a cada uno de
estos Testigos.
Coronel (post-mortem) Argentino del Valle Larrabure
(1932-1975)
¿Quién fue este hombre que es secuestrado y luego asesinado por
la guerrilla marxista? (Cf. Miranda, 2023 y Palacín, 2024). Argenti-
no de Valle Larrabure es oriundo de la provincia de Tucumán, en el
noroeste del país, donde, incluso, parte de su familia se encuentra ac-
tualmente radicada. Larrabure nace en el seno de una familia fervien-
temente católica, de allí que su padre, cristiano y patriota, lo bautiza
con el primer nombre de “Argentino”, en honor al país, a la patria ar-
gentina, y le da como segundo nombre “Del Valle”, en honor a la Vir-
gen, que bajo esa advocación tiene una arraigada devoción popular en
la región. Larrabure desarrolla toda su escuela primaria y secundaria
en Tucumán, egresando como Bachiller en el Colegio Salesiano Tulio
García Fernández, donde fortalece su fe y forja su carácter. Ingresa al
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Colegio Militar de la Nación, donde se recibe de Ocial del Ejército
Argentino, con excelentes calicaciones y un explícito reconocimien-
to de parte de sus superiores por su caballerosidad y hombría de bien.
Contrae matrimonio con María Susana de San Martín, quien fuera su
única novia, y tiene dos hijos, Arturo Cirilo y María Susana. Enamo-
rado de su profesión, se especializa en armamentos y se gradúa como
Ingeniero Químico orientado a la milicia. Es por esa expertise que es
destinado a la Fábrica Militar, en donde residía con su familia y en la
que es secuestrado.
A partir de la operación armada que lo toma como prisionero,
el ERP va a intentar usar a Larrabure como moneda de cambio
para intercambiar guerrilleros que habían sido detenidos y con-
denados por la Justicia por sus delitos subversivos. Sin embargo,
el gobierno nacional no acepta esas propuestas, a pesar de los in-
sistentes pedidos de la guerrilla. Ante la cerrada negativa a liberar
los criminales alojados en cárceles federales, el ERP intenta con-
vencer a Larrabure que se pase con armas y bagajes a su estructura
revolucionaria, ayudándola con el armamento y la instrucción mi-
litar de sus cuadros. En ese momento crucial de su vida, Larrabure
no se quiebra y con un alto sentido del honor, maniesta su amor a
la Patria y al Ejército al que pertenecía, negándose categóricamen-
te a colaborar con la subversión. De esto ha quedado testimonio
en el Parte de Guerra que el Ejército Revolucionario del Pueblo
publica luego de la muerte de Larrabure, y también en varias obras
publicadas por los líderes guerrilleros supérstites, muchos años
después de los hechos.
A lo largo del cautiverio, y para corroborar que seguía con vida,
sus carceleros le permitieron enviar algunas cartas a su familia, en las
cuales Larrabure les pide a su esposa, a sus hijos, a sus amigos, que
tengan fe en Dios y continúen con sus vidas. En una carta de septiem-
bre del 74 dirigida a su esposa, expresa: “A los chicos (sus hijos), que
sigan estudiando, no se abandonen, cualquiera sea el desenlace nal.
Les pido también que no odien a nadie” y en otras posteriores, escri-
be: “tengan fe en Dios y sigan adelante” (15 de marzo de 1975) y: “Ten
fe en Dios, Reza por mí y cuídate mucho” (a su esposa, el 2 de julio de
1975, un mes antes de su ejecución).
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Cuando luego de su asesinato fue ubicado el lugar de su cruel e
injusta detención, se encontró allí, escondido, un Diario que Larra-
bure había podido redactar clandestinamente, sin que sus captores
lo supieran. Ese Diario luego se publicó y de su conmovedora lectura
se constata que Larrabure tenía muy clara la gravísima situación en
la que se encontraba y cómo se había puesto en las manos del Señor:
“A Dios, que con tu sabiduría omnipotente, has determinado este de-
rrotero de mi calvario, a Ti invoco permanentemente para que me des
fuerza” (Larrabure, p. 225).
En esas páginas, escribe que los guerrilleros intentan adoctrinarlo
impartiéndole clases de marxismo y expresa lo mismo que revelaron
sus asesinos, esto es, que le ofrecieron que traicionara a su Patria y se
pasara a la guerrilla, propuesta a la que él se negó. Son recurrentes
sus insistentes pedidos de siempre perdonar a sus captores. Veamos
algunos pasajes del Diario del Cautiverio, tomados del libro escrito
por su hijo Arturo:
Mi palabra es breve, sencilla y humilde; se trata de perdón y que
mi invocación alcance con su perdón a quienes están sumidos en
las sombras de ideas exóticas, foráneas, que alientan la destruc-
ción para construir un ‘mundo feliz’ sobre las ruinas (p. 225).
Estos poseídos de transformaciones revolucionarias…, asaltaron la
fábrica militar, donde en mi carácter de Ingeniero Militar me de-
sempeñaba como subdirector. Eso fue una noche del 11 de agosto
de 1974 (…) Sorpresivamente atacado, fui tomado como rehén por
un grupo subversivo (pp. 226-227).
Mis carceleros me han brindado entrevistas para hablarme de
política. Por supuesto de política revolucionaria empapada de Mao
Tsé Tung, Regis Debray, Giap, Ho Chi Minh, Guevara y demás.
Les he expresado que mi formación es eminentemente técnica y no
siento vocación, y prácticamente me fastidia la política. Para pre-
pararme me han entregado biografía correspondiente y persisto
en mi obstinación de mi apego a tales estudios e insisto en que
deseo libros de matemáticas, física o química (p. 229).
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Este vivir sin querer vivir, este transcurrir del tiempo sin ser dueño
de él, me hace volcar a diario a profundas meditaciones. Ellas me
reencuentran con Dios, en Quien deposito mi esperanza, a Quien
guardo innita fe y me someto, sumiso, al destino que me (p.
229).
Al año siguiente, en agosto de 1975, frustrados los intentos de in-
tercambio de prisioneros, y ante la cerrada negativa de Larrabure a
colaborar con ellos, el Ejército Revolucionario del Pueblo procede a
ejecutarlo y, como dijimos, a arrojar su cuerpo en un basural. Reco-
gidos sus restos mortales, la autopsia corrobora el trato inhumano al
que fuera sometido, pues se verican en el informe forense la exis-
tencia de lesiones corporales ocasionadas por los golpes recibidos y
del paso de electricidad por su cuerpo, que fallecido pesaba 48 kg y
presentaba signos de desnutrición: desde el día en que con su secues-
tro comienza su calvario, y hasta el de su martirio, Larrabure había
perdido 40 kg. de peso.
Arturo, el hijo del Coronel Larrabure, expresó: “Hace tres años
(2019), el Papa Francisco le dijo a Monseñor Olivera (Postulador de
la Causa), que mi padre era el ‘Aldo Moro de la Argentina’” (Infobae,
del 25 de octubre de 2022), mostrando las similitudes de su caso con
el del político italiano –referente de la Democracia Cristiana y dos
veces ministro– secuestrado y asesinado en mayo de 1979 por las Bri-
gadas Rojas. Destacamos, igualmente, el encuentro que tuvo Arturo
Larrabure con el Santo Padre Francisco, ocasión en la cual el Papa lo
instó a continuar bregando por la causa y en la que también Arturo
Larrabure le obsequió dos libros, uno del abogado que lleva adelante
las actuaciones en el ámbito judicial, para que la causa de Larrabu-
re no sea declarada prescripta, sino un delito de lesa humanidad. Se
trata de Amar al enemigo, un diálogo de reconciliación entre argen-
tinos, de Javier Vigo Leguizamón. El otro, de su propia autoría, Un
canto a la patria, en que leemos: “Como hijo del Coronel Argentino
del Valle Larrabure, como herencia hacia ustedes, dejo todo mi amor
y el duro aprendizaje de no haber odiado a nadie y haber puesto per-
manentemente, aunque costara, ‘la otra mejilla’” (p. 104. Cursivas en
el original).
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Argentino del Valle Larrabure y Testigos de Cristo Rey en la Argentina
Con el paso del tiempo, desde diversos sectores militares, civiles
y religiosos, se empezó a trabajar por el reconocimiento de sus virtu-
des heroicas, bajo los impulsos de Monseñor Santiago Olivera, Obis-
po Castrense. Fruto de esa tarea, el 14 de marzo de 2023, Argentino
de Valle Larrabure ha sido reconocido por la Iglesia como Siervo de
Dios. Continua, actualmente, su causa en pos de su canonización.
Hasta aquí, el primero de los mártires que evocamos, un Ocial
del Ejército que ofrenda su vida cristianamente, encomendando ex-
presamente a su familia y a sus amigos, que perdonen a sus asesinos.
Profesor Jordán Bruno Genta (1909-1974)
Queremos referirnos también a otros dos testigos laicos. No ya de
profesión militar, como Larrabure, sino civiles, ambos académicos:
Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri, Testigos de Cristo Rey.
Y lo son no sólo por su conducta y su prédica en pos del reinado social
de Jesús, sino porque el propio grupo guerrillero que los ejecuta, al
asesinarlos invoca esa condición que los une, de ser públicos apósto-
les de la Realeza de Cristo.
El primero de ellos es el profesor Jorge Bruno Genta, que al mo-
mento de su muerte contaba con 65 años, a diferencia de Sacheri,
que era más joven, y muere a los 41 años. Genta nace a principios del
siglo XX en el seno de una familia atea y anticlerical (sobre su vida y
obra, remitimos al libro escrito por su yerno Mario Caponnetto y su
esposa, María Lilia, hija de Genta, publicado en 2023). Su nombre le
es impuesto por su padre, que había militado en la masonería, en ho-
menaje a Giordano Bruno, hereje condenado por la Iglesia. Siempre
recordaba Genta que cuando él se había convertido al catolicismo,
era habitual que su padre, ya anciano, al ingresar a su domicilio a
visitarlo, lo hacía recitando en voz alta la Oda a Satanás, de Giuseppe
Carducci.
Con ese contexto ajeno y hostil a la Fe, Genta crece en un clima fa-
miliar ateo, hace sus estudios primarios y secundarios en escuelas pú-
blicas laicas e ingresa a la Universidad de Buenos Aires. En esos años
(nes de la década del 20), el positivismo ejercía una verdadera hege-
monía en los claustros y comenzaban a hacer pie las ideas marxistas,
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pues acababa, hacía muy poco tiempo (1917), de desatarse la Revo-
lución Bolchevique en Rusia con la caída del Imperio de los Zares,
circunstancias que habían impactado seductoramente en la juventud.
Genta adhiere al marxismo y empieza, ya como alumno universitario,
a tener un predicamento muy importante y a vincularse con célebres
lósofos de la época. En la universidad conoce y se enamora de una
condiscípula, María Lidia Losada, su futura esposa.
Apenas recibido de Profesor de Filosofía, se descubre que Genta
tenía tuberculosis, una enfermedad de muy difícil curación en la épo-
ca, y se le recomienda como único tratamiento posible, el desplazarse
de la ciudad de Buenos Aires, donde vivía, hacia el centro del país,
a la provincia de Córdoba, porque allí había un clima propicio para
intentar la recuperación. Se dirige, entonces a Córdoba, con su mujer
que aún no era sacramentalmente su esposa. Recordemos que Genta
no profesaba la fe.
En este tiempo en que debía guardar reposo obligado en las apa-
cibles sierras cordobesas, decide leer las obras de algunos autores
que no había podido frecuentar en la universidad porque no gura-
ban en los planes de estudio de la carrera de losofía. Se trataba del
pensamiento de los clásicos griegos. Al tomar contacto con Platón y
especialmente con Aristóteles, se produce una suerte de iluminación
intelectual en Genta, que reconociendo en ellos la verdad, provoca
su adhesión a la losofía perenne. En medio de este proceso inte-
rior que estaba viviendo, lo visitó en Córdoba uno de sus maestros,
Alejandro Korn, un gran lósofo argentino, positivista, que conver-
sando con Genta y viendo su entusiasmo por sus nuevas lecturas, le
dice: “Genta, usted se nos va”, dándose cuenta del giro que estaba
dando en el plano de sus ideas y de sus convicciones existenciales
más profundas.
Los sucesos de la Guerra Civil Española (1936-1939), terminan por
decidirlo, adhiriendo al bando cristiano y nacional, y convirtiéndose
denitivamente a la Fe en Cristo. Su conversión lo lleva a casarse por
Iglesia y a bautizarse, ya con más de 30 años. Recuperado milagrosa-
mente de su tuberculosis, de la que nunca sufrirá secuela alguna, co-
mienza su público derrotero intelectual. Es Rector de la Universidad
Nacional del Litoral, en la provincia de Entre Ríos, y luego del Institu-
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to del Profesorado en Buenos Aires, cargos de los que, en ambos casos,
es destituido por las ideas cristianas y patrióticas que profesaba y que
intentara proyectar en su gestión académica. Toda su vida, a partir
de ese momento, estamos hablando de los años 50, y hasta su muerte
a mediados de los 70, va a vivirla bajo el signo de la persecución por
sus convicciones, siendo excluido injustamente de los grandes cen-
tros universitarios. Por lo que funda su Cátedra Privada, situada en su
domicilio particular, que convocaba a numerosos oyentes, ávidos de
escuchar su enseñanza transmitida a través de sus reconocidas dotes
oratorias. Urgido por predicar la Verdad, Genta se convierte en “una
suerte de caudillo socrático cristiano, comprometido hasta la muerte
(...) como caballero andante, desde su propia soledad” (Cf. Caturelli,
2001, pp. 864 y 868).
Desde sus inicios, Genta cultivó la losofía especulativa y de la
pedagogía, pero el devenir de la historia y de su historia, hace que
particularmente vuelque su reexión sobre el plano de la losofía
práctica, especialmente la losofía política. Con gran agudeza, ad-
vertía ya en los años 60, cuando muy pocos lo hacían, justamente
por su propio origen marxista y el conocimiento riguroso de los pos-
tulados ideológicos del comunismo (cf. Genta, 1969), la gravedad
de los sucesos que habían acaecido en Cuba y del proceso que se
estaba desarrollando en Hispanoamérica. Esa clarividencia, le lleva
a predicar sin descanso en contra del marxismo, publicar artículos,
libros, impartir conferencias, y tener un trato especial con las Fuer-
zas Armadas, a las cuales intentaba mostrar una doctrina opuesta a
la del marxismo (Cf. Genta, 1977).
El planteo político de Genta, “responde a una concepción clásica
de la política enraizada en la mejor tradición losóca y en el más
aquilatado pensamiento político de la tradición católica”, pues en sus
escritos “se advierten las raíces profundamente clásicas y cristianas
de ese pensamiento y queda clara la armación del Reinado Social de
Jesucristo”, porque “la opción política de Genta no fue otra cosa que
la política puesta al servicio de Cristo Rey” (Caponnetto-Genta, 2023,
p. 367). Lo dice el propio Genta: “La realeza de Cristo y una política
para que Él reine en la nación Argentina, es la primera armación
que debe proclamar un cristiano argentino o que habita en nuestro
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territorio” (Genta, 1973, p. 77). Porque “con Cristo lo podemos todo
y nuestro empeño en lo político debe ser para que Él reine” (Genta,
1972, p. 109).
En el año 74, mientras corría el mes de agosto, cuando ya había
sido secuestrado Larrabure, que se encontraba desaparecido por es-
tar cautivo de la guerrilla, comienzan a circular en las universidades
públicas, especialmente en la Universidad de Buenos Aires, unos pan-
etos y hojas sueltas, en los que los grupos insurgentes comunicaban
que habían dictado la condena a muerte de una serie de intelectuales,
a los que reputaban como sus enemigos. El número uno de esa lista,
era Genta, el número dos, Sacheri.
Genta era consciente de que había sido señalado para morir. Y
continúa dando testimonio. Es muy impactante, impresionante, leer
sus textos, cuando dice a sus alumnos, una y otra vez: “tal vez sea esta
la última vez que esté con ustedes” (por ejemplo, y reiteradamente, en
Genta, El asalto terrorista al poder). La muerte lo acechaba a cada
paso y en cada instante. En octubre del 74, dicta su última conferen-
cia, en homenaje a Santo Tomás de Aquino, del que se cumplían 700
años de nacimiento, ocasión en la cual comienza su disertación con
unas palabras que profetizan su inminente muerte: “Acaso sea mejor
para los hombres, y en especial para los cristianos, tener que vivir
peligrosamente, expuestos a morir en cualquier momento”, pues “no
hay otro modo de llegar a la Vida verdadera, que recorrer el itinerario
de Nuestro Señor Jesucristo” (cf. Genta, 1984, p. 25). Es un día sába-
do por la noche, y al día siguiente, domingo 27, a la mañana, Genta,
como lo hacía habitualmente, sale de su hogar rumbo a la parroquia,
para asistir a la Santa Misa, pero al llegar a la vereda, un comando
guerrillero lo ataca, impactándole 11 balazos en su cuerpo. Los ve-
cinos, presentes en el lugar, testican que el último gesto de Genta,
consciente del ataque y de que había llegado el Instante en que debía
ofrecer su vida por Cristo, fue intentar persignarse, trazando la señal
de la Cruz, mientras caía sobre el pavimento. En gravísimo estado,
fue llevado a un hospital y a las pocas horas falleció.
Hace unos años, un grupo de discípulos solicitó al Arzobispado de
Buenos Aires el inicio del proceso de beaticación, y la Comisión Ar-
quidiocesana para la Causa de los Santos, luego de leer detenidamen-
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Argentino del Valle Larrabure y Testigos de Cristo Rey en la Argentina
te el pedido, expresó que, como medida inicial y previa, sugería a los
peticionantes que “no se interrumpa la investigación de los escritos
del Prof. Genta, bajo los puntos de vista teológico, eclesiológico y su
postura respecto de Dios, la Iglesia, la Patria, el nacionalismo y otros
temas anes tratados por el Prof. Genta en sus escritos y conferencias”
(Caponnetto-Genta, 2023, p. 489). Es lo que se hizo desde entonces,
publicándose en 2023, como ya dijimos, la biografía co-escrita por
su discípulo y yerno Mario Caponnetto y su hija María Lilia Genta: el
Filósofo y la ciudad. Jordán Bruno Genta, y los dos primeros tomos
de sus Obras Completas (Cf. Genta, 2024 y 2025), que se suman a
una nutrida lista bibliográca que había visto la luz con anterioridad,
durante su vida y luego de su muerte.
Dr. Carlos Alberto Sacheri (1933-1974)
El asesinato de Genta mostró con toda crudeza que las amenazas
de muerte de la guerrilla respecto de los intelectuales católicos no
eran puro verbalismo. La próxima víctima propiciatoria, era el nú-
mero dos de la lista de condenados, el joven profesor y líder católico,
Carlos Alberto Sacheri.
¿Quién es este docente universitario sin militancia partidaria
alguna, elegido por los enemigos de Cristo y la Argentina para ser
asesinado? (Cf. como biografía general: Hernández, 2007 y, sobre su
sonomía académica: von Büren, 2023).
Sacheri, a diferencia de Genta, se había formado en una familia
cristiana, recibiendo un bagaje cultural de excelencia. Sus padres
habían contratado institutrices que le permitieron desde muy jo-
ven, hablar francés, inglés, alemán, tener un vasto conocimiento
musical y dominar muchas de las bellas artes, lo cual le permitió
moverse con soltura en diversos escenarios en el ámbito interna-
cional. Adquiere desde adolescente una sólida formación losóca
y teológica tomista de la mano de sus maestros Julio Meinvielle y
Emilio Komar. Incluso Sacheri, ya casado sacramentalmente con
su única novia, María Marta Cigorraga, gana un concurso inter-
nacional y se traslada a Canadá, donde va a estudiar con el sa-
bio tomista Charles de Koninck, quien es otro de sus maestros,
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Ricardo von Büren
y donde conoce a otro de ellos, Jean Ousset. En la Universidad
Laval, alcanza la licenciatura y el doctorado en losofía. Retorna
a la Argentina, aunque continúa ligado a esa institución a la que
vuelve todos los años a dictar cursos, que imparte también en otros
países como Chile, Uruguay, Venezuela, Suiza o Francia, y dedica
su vida a la formación de jóvenes y a la enseñanza superior en la
Universidad de Buenos Aires y en la Ponticia Universidad Católi-
ca Argentina. Publica numerosos trabajos sobre Doctrina Social de
la Iglesia, sobre política y sobre la situación eclesial de nes de los
sesenta y principios de los setenta, concitando en torno suyo, una
nutrida cantidad de discípulos, especialmente jóvenes universita-
rios, a los que transmite e inculca su amor por Jesús, anunciando
siempre: es “Cristo Rey, por quien trabajamos” (Sacheri, 1977, p.
141).
Sacheri propone instaurar un orden público cristiano de conviven-
cia al que llama “el orden natural y cristiano”, que se sostiene en una
doctrina respetuosa de los derechos humanos y de los derechos de
Dios, fundada en la Realeza Social de Cristo. Así lo dice en varios de
sus escritos:
Nuestra Obra es exclusivamente de acción doctrinal y está al ser-
vicio de todos aquellos que asuman con seriedad su misión de res-
ponsables sociales y quieran colaborar en la incesante instaura-
ción del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo (La Iglesia
clandestina, 1977, p. 145)2.
El Bien Común Temporal supone de suyo el respeto y en la me-
dida de lo posible, la colaboración con la autoridad religiosa para
establecer el Reinado Social de Cristo a través de instituciones res-
petuosas del orden natural (“Estado y Educación”, 2014, p. 117)
Es imprescindible llevar adelante una tarea de formación, de
esclarecimiento y al mismo tiempo de concertación. Las horas
por las que atraviesa nuestro país requieren del esfuerzo se-
2
El texto transcripto, es un fragmento del texto de Sacheri, titulado: “A nuestros Padres en la
Fe, Solicitada dirigida a los Obispos argentinos publicada en los diarios Clarín y La Nación los
días 28 y 29 de mayo de 1969, en ocasión de los hechos de violencia acaecidos ese mes y que
son conocidos como “El Cordobazo
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Argentino del Valle Larrabure y Testigos de Cristo Rey en la Argentina
rio y sincronizado de todos aquellos que desde su lugar en la
sociedad están librando batallas por instaurar todo en Cristo
(“Estudiantes, ¿qué hacer?”, 1968, p. 67. Cursivas en el origi-
nal).
La restauración tendrá por nalidad primera según la bella fórmu-
la de Étienne Gilson, formar ‘una inteligencia al servicio de Cristo
Rey’, por un retorno a las fuentes permanentes de los lósofos
griegos y cristianos, en particular a Santo Tomás de Aquino –como
lo ha recomendado formalmente en dos documentos distintos el
Concilio Vaticano II–, y por un estudio y una acción realizadas a la
luz de la Doctrina Social de la Iglesia, doctrina práctica, guía de la
acción de los responsables sociales y políticos en todos los niveles
y en todas las actividades del cuerpo social (“Relativismo y vida
social”, 2014, p. 72).
Es por sus ideas, por su pensamiento, que Sacheri es asesinado
hace 50 años. Pero la muerte, su propia muerte, no fue sorpresiva
ni inesperada para él. Sacheri sabía que iban a matarlo. De ello dan
cuenta los testimonios de varias personas que le eran muy cercanas.
Incluso en la revista Premisa, donde solía escribir, por pedido de sus
amigos que querían protegerlo, rmaba sus artículos bajo el seudóni-
mo de “Carlos S. Tarragona”.
Sacheri era plenamente consciente de que su vida corría peligro.
Y que las amenazas que sufría no eran sólo puro verbalismo, sino
que en el contexto violento de la Argentina de los setenta, era muy
factible que pudieran ser cumplidas. Sacheri sabía que iban a matar-
lo. Para él la muerte no fue una sorpresa. Sacheri, cumpliendo sus
deberes cotidianos e irradiando a Cristo en todos los lugares por los
que transitaba, mientras vivía rodeado de amenazas, sin arredrar-
se ni atemorizarse, caminó con rmeza y valentía, hacia su desti-
no providencial, como lo decía José Antonio Primo de Rivera, otro
mártir de la Cristiandad, ejecutado en España por los comunistas
durante la Guerra Civil:
¡La muerte! Unos creerán que la necesitamos para estímulo. Otros,
creerán que nos va a deprimir. Ni lo uno ni lo otro. La muerte es un
acto de servicio. (Primo de Rivera, 1945, p. 229)
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Como vimos, el domingo 27 de octubre de 1974, un comando te-
rrorista (el mismo que dos meses después asesinaría a Sacheri), había
ejecutado al profesor Jordán Bruno Genta, cuando salía de su casa
rumbo a la Iglesia a participar de la Santa Misa. Luego de este hecho,
el hermano de Sacheri “Ricardo y su cuñada, y también su hermana
‘Teie’, testican como lugar común en la familia que le oyeron decir:
‘El próximo soy yo’” (Hernández, p. 796). A los pocos días, ya en no-
viembre, se organiza un homenaje a Genta, le ofrecen hablar, y Sache-
ri, sin ningún tipo de temor, acepta el convite y lo hace. Unas semanas
después, mientras presidía en la provincia de Corrientes las sesiones
del Tercer Congreso Regional del Instituto de Promoción Argentina
(IPSA), del que era el principal impulsor, unos amigos y discípulos,
preocupados por el reciente asesinato de Genta, y los rumores que
corrían en todos los ambientes señalándolo como el nuevo objetivo
terrorista, le pidieron que se cuidara. Y Sacheri les contestó: “Yo sé
que para mí tienen preparado algo similar (a lo de Genta), pero las
amenazas y esa posibilidad no me harán declinar en esta lucha por
Dios y por la Patria” (Hernández, p. 797).
Sacheri sabía que iban a matarlo. Y no se escondió, ni huyó. Siguió
haciendo de manera extraordinaria las cosas ordinarias, entregándo-
se “al deber de dar testimonio cotidiano de Cristo” (Sacheri, 2021, p.
39). En efecto, como expresa Caturelli, “era Sacheri un hombre pro-
fundamente bueno que, con coraje sobrenatural, se entregó heroica-
mente a la misión de dar testimonio de la Verdad” (Caturelli, 2001,
p. 880). El propio Sacheri, en una conferencia a la que asistieron más
de 1000 estudiantes universitarios, poco tiempo antes de su muerte,
expresó:
Leía hace unos días, un texto de San Pablo, de esos textos que son
terriblemente simples de la Escritura y que uno nunca se cansará
de meditarlos, y dice esto San Pablo hablando de la Redención:
‘Sin sangre no hay Redención’. Yo no creo jugar a la fácil profecía
–porque son hechos que ya se están dando en la realidad argenti-
na–, en la Argentina de 1973 correrá mucha sangre; y si nosotros
los católicos, universitarios católicos no estamos dispuestos a de-
jar correr nuestra propia sangre en una militancia heroica, la Ar-
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gentina será marxista y no será católica. En nuestras manos está
eso. Sin sangre no hay Redención. (Sacheri, 1984, p. 48)
El domingo 22 de diciembre del mismo año de 1974, en el que ha-
bían asesinado a Genta y que habían secuestrado a Larrabure, Sache-
ri, junto a su familia, se dirige a la Iglesia de San Isidro, en Buenos
Aires, a participar de la Santa Misa. Al salir de ella, luego de comulgar
a Cristo, y cuando retornaba a su hogar, en presencia de su esposa,
de sus siete hijos y de tres amiguitos de estos que los acompañaban,
Sacheri es asesinado por el mismo comando guerrillero que había eje-
cutado a Genta dos meses antes.
A los pocos días del asesinato de Sacheri, el número 3 de la lista
de condenados a muerte (el abogado Ricardo Curutchet, a la sazón
director de una revista de actualidad política y cultural), recibe una
carta que evidencia el motivo religioso por el cual la guerrilla asesina
a Genta y a Sacheri. Dice así:
Nos dirigimos a usted con la conanza que nos dan los dos contac-
tos mantenidos (...) en la persona de los queridísimos, aunque
extintos profesores, Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri
(...) Enterados de la ferviente devoción que los extintos profesaban
a Cristo Rey, de quien se decían infatigables soldados, nuestra co-
munidad ha esperado las festividades de Cristo Rey, según el an-
tiguo y el nuevo Ordo Missae, y ha permitido que los nombrados
comulgaran del dulce cuerpo de su Salvador, para que puedan reu-
nirse con él en la gloria, puesto que en este Valle de Lágrimas eran
depositarios de la Santa Eucaristía. (Firma: Ejército de Liberación,
22 de agosto, que era una facción del ERP)
Puede advertirse el tono burlesco al hablar de la Eucaristía, y de la
Santa Misa. Pero, al mismo tiempo, el testimonio que, sin quererlo,
está haciendo el enemigo de Cristo, del motivo por el cual ejecuta a
Genta y Sacheri: porque los considera, a ambos, “soldados de Cristo”.
De hecho, esta carta es una de las pruebas más contundentes para
acreditar su martirio, pues revela que fueron asesinados por su iden-
ticación con Cristo Rey.
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Al igual que con Larrabure y Genta, se llevan adelante esfuerzos
para iniciar su proceso de canonización, ante el Obispado de San Isi-
dro (lugar de residencia de Sacheri al momento de su martirio), el que
ha reconocido su ejemplaridad de vida a la espera de la llegada del
momento oportuno para avanzar con la causa. Mientras tanto, se han
ido publicando varias obras suyas como Orden social y Esperanza
cristiana (con tres reediciones en 2014, que recoge diversos artículos
sacherianos sobre diferentes temas sociales), el libro inédito Filosofía
e Historia de las Ideas Filosócas (2016) o la reedición de sus clási-
cos El orden natural (2021) y La Iglesia clandestina (2024). Además
se han multiplicado por todo el país los homenajes a su persona y el
estudio y difusión de su doctrina.
Conclusión
Larrabure y sus compañeros Testigos de Cristo Rey en Argentina,
Genta y Sacheri. Uno, militar, que sublima su profesión y no se pres-
ta a usar sus conocimientos bélicos al servicio del mal y muere per-
donando y pidiendo que se perdone a sus asesinos. Los otros dos,
académicos que jamás portaron armas, dos civiles desarmados que
son ejecutados a sangre fría. Dos pensadores con un singular predi-
camento en amplios sectores de la sociedad que no querían apoyar
a la guerrilla marxista ni tampoco estaba de acuerdo con el orden
liberal, y que bregaban por la instauración un nuevo modelo social,
económico y político de inspiración cristiana. Genta entendía que la
restauración vendría de la mano de un grupo de líderes provenien-
tes de las Fuerzas Armadas apoyados por civiles, que reconstruirían
la sociedad desde el poder. Sacheri, por su parte, entendía que la
restauración debía surgir “de abajo hacia arriba”, impregnando la
sociedad en sus pliegues más íntimos, pasando por los hombres, las
familias, los cuerpos intermedios, hasta alcanzar la totalidad del Es-
tado. Dos propuestas metodológicamente distintas pero unidas por
la misma adhesión a los valores clásicos y cristianos: Dios, Patria y
Familia.
Tres laicos argentinos contemporáneos que ofrendaron su vida
por Cristo. Los tres asesinados por un grupo insurgente marxista que
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profesaba expresamente su odio a la fe, lo que permite considerar sus
muertes como martiriales. Pues como señala Hahn:
Para ser testigo cristiano no hace falta morir en un espectáculo
público. Ni siquiera en el caso de los mártires lo esencial era el
carácter público de su muerte: lo esencial era el carácter eucarísti-
co de la entrega de sí mismos. (Hahn, 2020, p. 177).
Abrimos esta exposición con un texto del Apóstol Juan, enmarcan-
do el testimonio de nuestros hermanos, Argentino de Valle Larrabu-
re, Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri, en el gran Proyecto
de Dios sobre la Creación, cuyo eje es Jesús, el Cristo. Cerramos nues-
tra exposición volviendo a las páginas del Apokalypsis. Leemos en él:
Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar,
formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas.
Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero,
vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano (…)
Y uno de los ancianos me dijo:
éstos son los que vienen de la gran tribulación:
han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.
Por eso están delante del trono de Dios
y le rinden culto día y noche en su Templo
(Ap 7:9, 14)
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