Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 177-181
ISSNL 3008-8844
La verdadera universidad
en Fray Mario J. Petit de Murat OP
Gonzalo Castellanos
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
gonzalo.castellanos@unsta.edu.ar
Ponemos a disposición del lector, fragmentos de la Lección
Inaugural de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
(UNSTA), pronunciada en 1959 por Fray Mario J. Petit de Murat
OP, titulada “La verdadera Universidad”, publicada en la Revis-
ta Investigación y Docencia de la misma Universidad en el año
1960. Agradezco a Pascual Viejobueno que me haya facilitado
el acceso a este notable escrito. La Lectio inauguralis de Petit
consta de las siguientes partes: 1) Introducción; 2) El hombre y
la Universidad; 3) La universidad, alta sociedad dentro de la so-
ciedad civil; 4) El nombre de la Universidad es rico en sentidos;
5) Conclusiones.
1) Introducción
Ante la crisis intelectual que vivimos, Petit nos invita a “mirar las
cosas al desnudo; pensar con principios que permanezcan eternos en
medio de la caída de los puramente históricos”.
Señala el Fraile que la Universidad no es ajena a esta crisis, pues
ella “vuelca en nuestros días el caudal de sus energías y de sus gruesos
presupuestos en cosas, intereses, en un enorme mecanismo burocrá-
tico, en profesiones pragmáticas, no así en la ciencia e investigación
cientíca que conduce a la Sabiduría”.
178 Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 177-181
ISSNL 3008-8844
Gonzalo Castellanos
2) El hombre y la Universidad
Señala Petit que la Universidad no sigue al hombre en su parte
vegetativa, ni en su parte sensible, sino en su parte racional.
En cuanto a lo primero, indica que “se puede comer sin acudir a
tan alta sociedad”.
De este modo, si la Universidad no sigue al hombre en su parte
vegetativa, “una Universidad puramente pragmática, una fábrica de
profesionales, no llega a ser Universidad”.
A continuación, advierte que si el factor económico se convierte en
el leitmotiv de profesores y alumnos “la ciencia se extingue, el profe-
sional desciende a los bajos niveles del comercio y las mismas fuentes
económicas se secan”.
Tampoco la Universidad sigue al hombre en su parte sensible:
“Para la vida de los sentidos y sus apetitos basta ser velloso, tener una
lanza y un arco como Esaú”.
El valor instrumental de los sentidos interviene legítimamente en
el estudio, pero cuando los bienes sensibles pretenden imperar en lo
humano, las rivalidades, envidias y desconanzas obnubilan la inteli-
gencia e impiden la ciencia y la sabiduría.
La Universidad se debe, en cambio, “a la parte especicante del ser
humano: Es notorio que sin la inteligencia no puede haberla”.
En este sentido, expresa Petit: “Nadie se atrevería a pedir otra cosa
que cultura de la inteligencia a tal institución; también cultura de
otras cosas, pero siempre en el aspecto intelectual”.
3) La universidad, alta sociedad dentro de la sociedad civil
Enseña Petit que una universidad es una sociedad imperfecta
constituida con el n de alcanzar la más encumbrada educación
del hombre.
Lo especíco del hombre es “tener abierta su individualidad en
persona”, el hombre es capaz de alcanzar las riquezas entitativas del
universo entero, el hombre es capaz de Dios.
A renglón seguido, expresa Petit una profunda verdad: “tal capaci-
dad radical se abre, sedienta, hacia el innito. La industria y el comer-
179
Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 177-181
ISSNL 3008-8844
La verdadera universidad en Fray Mario J. Petit de Murat OP
cio no pueden satisfacerla; sólo la sacia el triple necesario: La Verdad,
el Bien y la Belleza. Estos son bienes arduos. Y todos los demás, útiles
en la medida en que sirvan para alcanzarlos”.
Ahora bien, al considerar la universidad en la sociedad humana
completa, señala el Fraile que la Sociedad divino-humana, esto es, la
Iglesia de Cristo, es la sociedad perfecta por antonomasia; capaz de
colmar al hombre con el Bien universal.
Debajo, se desenvuelven las sociedades civiles, capaces de cum-
plir las posibilidades temporales humanas; relativamente perfectas,
alcanzan su n temporal en la medida en que sepan reconocer a
Jesús, el Cristo, por quien todas las cosas son recapituladas y res-
tauradas en la Verdad.
En el concierto de las disciplinas humanas -apunta Petit- llama-
mos Universidad al órgano que intenta adquirir, fomentar y transmi-
tir las ciencias, las artes y la Sabiduría.
4) El nombre de la Universidad es rico en sentidos
Enseña Petit que la Universidad, en primer lugar, puede entender-
se como el gremio de los Profesores que enseñan y de los discípulos
que quieren aprender.
En segundo lugar, universidad se puede entender también con
respecto al n mismo que la especica.
En este sentido, es notorio -señala Petit- que intenta “alcanzar,
cultivar y transmitir la universalidad de las ciencias y las artes”.
Llegados a este punto, Petit profundiza acerca de la universali-
dad de la ciencia humana que puede tomarse en dos sentidos: ma-
terial y formal.
La primera es la extensiva y también se la llama numérica. La se-
gunda va en penetración; se eleva hacia las últimas causas. Cuanto
más alta y universal es una causa, más profundas y concluyentes son
sus explicaciones de la realidad.
La universalidad material es necesaria; ella consiste en la mul-
tiplicidad de las ciencias particulares, especializadas. El hombre
alcanza una posesión más exacta de la realidad sensible pero no
pasa de allí.
180 Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 177-181
ISSNL 3008-8844
Gonzalo Castellanos
En el campo de la psicología, por ejemplo, quedarse en el subcons-
ciente, analizarlo al exceso, será precisar el hecho en sí, “abarcar de
manera más denida su extensión, composición y posibilidades”. Así
procede el psicoanálisis.
En cambio, para que el estudio de la zona anímica llegue a ser
verdaderamente cientíco, tendrá que pedir sus principios a una
psicología que abarque al hombre total, desde la formalidad sus-
tancial hasta los elementos integrales y accidentales de su compleja
naturaleza psicosomática.
En consecuencia, una especialización psicológica cualquiera, si
quiere lograr conclusiones ciertas, ha de referir los resultados de sus
investigaciones a aquel principio, la racionalidad, donde lo del hom-
bre adquiere medida, sentido y conguración humana.
El hilemorsmo es -sostiene Petit- “el universal inmediato que
permite llevar todo lo que se observe en la naturaleza a conclusiones
últimas y ciertas”.
El hilemorsmo -continúa diciendo- acaba con el interminable
drama del ser humano dividido en alma y cuerpo; yendo más allá, se
interna en la esencia misma del hombre y explica: La racionalidad es
la inteligencia que armoniza con la animalidad.
5) Conclusiones
Por lo expuesto hasta aquí comprendemos que las ciencias, si quie-
res ser tales, “no pueden quedarse estancadas en las especializaciones
ni fraccionarse interminablemente sin nunca recomponerse”.
En efecto, la universalidad que proporciona rigor cientíco y nexo
a toda ciencia es La sabiduría, que es Filosofía; que es Teología.
Sin la sabiduría -expresa Petit- “resultan mudos los datos
acumulados por las ciencias experimentales; estériles los es-
fuerzos de los investigadores; miembros dispersos, las discipli-
nas estudiosas. Ella es la única fuerza intrínseca que otorga co-
hesión, vitalidad y pujante desarrollo científico a la Universidad
verdadera”.
Es notorio que la actitud fundamental de la ciencia moderna ante
el Universo consiste en el repudio de las causas de las cosas, negando
181
Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 177-181
ISSNL 3008-8844
La verdadera universidad en Fray Mario J. Petit de Murat OP
los principios evidentes y rompiendo con la sabiduría. ¿Qué queda de
una ciencia que se niega a conocer las causas?
En la medida en que nos ensoberbecemos, nos despojamos: Na-
die mide la miseria de la losofía actual. La conversación del lósofo
-apunta Petit- “lejos de ser con el universo y sus causas, ha terminado
en un balbuceo de libros, opiniones y sistemas de otros lósofos”.
En efecto, el hombre moderno no quiere ciencias especulativas
sino sólo prácticas y, éstas, pragmáticas.
De este modo, la ciencia moderna no busca la verdad sino una ma-
teria laborable para hacer su mundo.
En denitiva, el católico es el único que custodia a la vilipendiada
Sabiduría. La sabiduría clama fuera; en las plazas da su voz; en la
cabeza de las turbas, en las puertas de la ciudad proere su verbo
diciendo: “Convertíos a mis requerimientos. Yo derramaré sobre vo-
sotros mi espíritu y os manifestaré mi palabra”.
Referencias
Petit de Murat, M. J. (1960). La verdadera universidad. Investigación
y Docencia, 1(1), 5-25.
Publicado bajo una Licencia Creative Commons
Atribución-NoComercial 4.0 Internacional