124 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 123-131
Santo Tomás de Aquino, maestro de la Doctrina Social de la Iglesia
de todo el pueblo de Dios, como se habían manifestado en un hombre
provisto de todas las dotes necesarias y en un momento histórico es-
pecialmente favorable. La Iglesia, para decirlo brevemente, convalida
con su autoridad la doctrina del Doctor Angélico y la utiliza como ins-
trumento magníco, extendiendo de esta manera los rayos de su Ma-
gisterio al Aquinate, tanto y más que a otro insignes Doctores suyos.
(San Pablo VI, Lumen Ecclesiae, en el VII centenario de la muerte de
Santo Tomás de Aquino, núms. 21-22)
La Iglesia ha propuesto siempre a Santo Tomás como maestro
del pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología (...)
El Magisterio ha visto y apreciado en él la pasión por la verdad; su
pensamiento, al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad
universal, objetiva y trascendente, alcanzó “alturas que la inteligencia
humana jamás podría haber pensado” (León XIII, Aeterni Patris, 4
de agosto de 1879, AAS 11: 18878-1879, 109). Con razón, pues, se lo
puede llamar “apóstol de la verdad” (San Pablo VI, Lumen Ecclesiae,
20 de noviembre de 1974, nº 8). Precisamente porque la buscaba sin
reservas, supo reconocer en su realismo la objetividad de la verdad.
Su losofía es verdaderamente la losofía del ser y no del simple apa-
recer (…) A la luz de estas reexiones, se comprende bien por qué el
Magisterio ha elogiado repetidamente los méritos del pensamiento
de Santo Tomás y lo ha puesto como guía y modelo de los estudios
teológicos. Lo que interesaba no era tomar posiciones sobre cuestio-
nes propiamente losócas, ni imponer la adhesión a tesis particula-
res. La intención del Magisterio era y continúa siendo, la de mostrar
cómo Santo Tomás es un auténtico modelo para cuantos buscan la
verdad. En efecto, en su reexión la exigencia de la razón y la fuerza
de la fe han encontrado la síntesis más alta que el pensamiento haya
alcanzado jamás, ya que supo defender la radical novedad aportada
por la revelación sin menospreciar nunca el camino propio de la ra-
zón. (San Juan Pablo II, Fides et Ratio, núms. 43, 44 y 78).
Hoy quiero continuar la presentación de santo Tomás de Aqui-
no, un teólogo de tan gran valor que el estudio de su pensamiento
fue explícitamente recomendado por el concilio Vaticano II en dos
documentos, el decreto Optatam Totius, sobre la formación al sa-
cerdocio, y la declaración Gravissimum Educationis, que trata sobre