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Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 157-164
Recensiones
profesor se encarga de aclarar cuál es el mensaje cristiano y argumenta
que el cristianismo es irreductible a una esperanza puramente intra-
mundana, que además adopta como método la revolución. Catolicismo
y revolución son absolutamente incompatibles. Temas que desarrolla-
ra, de manera previa, más extensamente, en el único libro que vio pu-
blicado en vida, La Iglesia clandestina, en el que había denunciado la
inltración marxista en distintos niveles de la institución.
La cuarta parte (capítulo 18 al 38), explica aspectos particulares
que podríamos referir a la economía. La propiedad privada, su fun-
ción social y difusión, las nacionalizaciones, el trabajo, el salario justo,
reciprocidad en los cambios, la naturaleza de la empresa, los gremios
y cuerpos sociales, las asociaciones interprofesionales, los sindicatos,
la huelga, el empleo y la cesantía, la seguridad social, la moneda y el
crédito, son los temas que llenan las páginas de esta sección.
En la quinta y última parte (capítulos 39 al 50) nuestro autor nos
hace reexionar sobre los principios generales del orden social, tan ol-
vidados o negados hoy: la naturaleza social del hombre, las causas de la
sociedad política, entre las cuales ocupa un lugar especial el bien común
–como su n–, el origen y la función de la autoridad, los grupos inter-
medios de la sociedad, el principio de subsidiaridad, la función del Esta-
do, la participación política, las formas de gobierno, el discutido asunto
de los distintos conceptos de democracia, la cuestión de la legítima re-
sistencia ante una autoridad ilegítima y, por último, un punto crucial en
la concepción política católica: la relación entre la Iglesia y el Estado.
Destaco, simplemente, algunos puntos relevantes de esta parte.
El profesor Sacheri nos recuerda la doctrina tomista sobre el bien co-
mún y explica que los bienes que lo integran no pueden ser otros que
aquellos que integran la felicidad o plenitud humana. Asimismo, la
autoridad política tiene la misión esencial de gestora o procuradora
del bien común, el cual no es enemigo del bien individual, sino que
ambos se complementan, encontrando una relación de jerarquía, por
supuesto, en la que el bien común está por encima.
En el capítulo 48 se reere al “equívoco democrático” (p. 215), el
que consiste en asimilar, indebidamente, la democracia como forma
de gobierno y como forma de vida. Ella es una de tantos sistemas o
regímenes del poder en la sociedad. Acá también aporta la posibili-