Itinerantes. Revista de Historia y Religión 21 (ene-jun 2025) 155-158
https://doi.org/10.53439/revitin.2025.1.08
Reseña: Sedgwick, Mark (2023). Traditionalism. The Radical Project for Restoring Sacred Order, Oxford. University Press. ISBN: 9780197683767. 424.p.
Traditionalism. The Radical Project for Restoring Sacred Order es el último libro del historiador Mark Sedgwick, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Aarhus de Dinamarca. La investigación condensa varias décadas de trabajo siendo un complemento de Against the modern world: traditionalism and the secret intellectual history of the twentieth century (2004).
La obra propone una historia intelectual centrándose en una filosofía escasamente conocida pero influyente en la política y cultura contemporánea. El libro contiene quince capítulos distribuidos en una introducción y cinco partes, junto con una selección bibliográfica. Los primeros capítulos realizan el abordaje conceptual y filosófico sobre el que se asienta el tradicionalismo: el perennialismo. Para el historiador constituyó “un grupo de enseñanzas sagradas que se entiende se han transmitido desde tiempos inmemoriales y son la base para el orden adecuado de las cosas, un orden sagrado.” (Sedgwick, 2023: 4). Esto es, debajo de las diversas tradiciones religiosas anida un conjunto de ideas unificadas de enseñanzas sagradas —la llamada “Tradición primordial”—que ha sido trasmitida de maestros a discípulos durante generaciones. El origen de la philosophia perennis se remonta al Renacimiento, especialmente a través de la obra del monje Agostino Steuco. Sin embargo, la primera mitad del siglo XX, marcada por dos guerras mundiales y la Gran Depresión, introdujo una creciente desconfianza ante el mundo moderno, lo cual propició el desarrollo del tradicionalismo.
Esta corriente estuvo representada por los escritores René Guénon, Julius Evola, Frithjof Schuon, Jean Hani, Ananda Coomaraswamy y Titus Burckhardt. Sus seguidores sostuvieron que todas las religiones comparten una matriz atemporal y esotérica. Por eso mismo, adhirieron a una metafísica en la que la denominada Tradición constituía una realidad superior. El mito es un elemento esencial para entender su narrativa histórica. Sedgwick afirma que, aunque la Ilustración y el racionalismo científico intentaron acabar con el mito, este siguió vigente en el Contrailuminismo y en la cultura romántica del siglo XIX. Los tradicionalistas combinaron un esquema tripartito (antigüedad, edad media y modernidad) con una cosmovisión cíclica acerca de la crisis y el declive de las sociedades. En el caso de Guénon y Evola, aludieron al Kali-Yuga, concepto proveniente del hinduismo, para referirse al “fin de los tiempos”. Aunque la idea de la decadencia no es novedosa (si se considera a pensadores como Oswald Spengler y Arthur de Gobineau), los tradicionalistas contrapusieron este pesimismo antropológico con la idea de una “edad de oro”, dominada por hombres vinculados a la sabiduría primordial.
El rasgo distintivo de la ideología tradicionalista fue la combinación de la base filosófica del perennialismo con un rechazo absoluto a la modernidad. Por ello, Sedgwick lo define como un proyecto radical destinado a restaurar el orden sagrado. Dicho orden se encuentra en la tradición metafísica, que se considera opuesta a la modernidad. En su crítica a los efectos de la modernidad, el autor señala que puede haber ciertas coincidencias con otras posturas intelectuales, como las de Karl Marx, Max Weber, Friedrich Nietzsche y Søren Kierkegaard, aunque solo parcialmente, debido a que estas filosofías valoraban positivamente la razón. Según Guénon, la modernidad se caracterizó por una "inversión", en la que lo material subyugó lo espiritual y el igualitarismo reemplazó las jerarquías naturales. Evola, por su parte, puso el énfasis en el papel del Estado-nación en la desaparición de los valores heroicos y viriles de las sociedades tradicionales. Desde esta cosmovisión, el progreso material y la autonomía individual condujeron a la adoración de ídolos falsos, consolidando la ilusión de una moral humanista.
El tradicionalismo adoptó una postura paradójica en su crítica a la modernidad. Si bien aceptó que el proceso de declive era irreversible más allá de la intervención humana, sus pensadores jugaron un papel activo en la difusión de la "Tradición". Aquí se presentan los proyectos de autorrealización de sus seguidores. Guénon se dedicó a afianzar una vía esotérica influenciada por el neoplatonismo, el Advaita Vedanta, el sufismo y el escolasticismo. Evola, en cambio, propuso un modelo de autorrealización basado en la formación de "guerreros espirituales", lo cual tuvo implicaciones políticas al rescatar ciertos elementos del fascismo y el nazismo (como la idea del orden teutónico de las SS y el nuevo imperialismo romano de los fascistas italianos). En la posguerra, Evola apostó por la resistencia al mundo moderno a través de la preparación espiritual, expresada en el precepto hindú de “cabalgar el tigre” para agotarlo y, finalmente, doblegarlo. Según Sedgwick, el tradicionalismo no fue una ideología destinada a las masas, sino a un grupo reducido de personas; es decir, una “aristocracia” de conocedores. Sin embargo, esto no los convirtió en partidarios del individualismo liberal, que acusaron de ser el germen de la masificación y la homogeneización democrática.
El tradicionalismo también tuvo una relación ambigua con la religión. En un primer momento, los tradicionalistas priorizaron la vía esotérica (el camino de los iniciados) en detrimento de la exotérica (ligada a las religiones visibles). Esta era la postura de Guénon y Evola. Otros tradicionalistas como Frithjof Schuon, Seyyed Hossein Nasr y Huston Smith recuperaron la importancia de las religiones cristiana e islámica, integrándolas en sus proyectos de divulgación. El libro también aborda los modelos políticos y sociales propuestos por los pensadores tradicionalistas, los cuales, en términos generales, afirmaron que, si existió una "Tradición primordial", también debió haber existido una "sociedad tradicional". La principal inspiración para este supuesto provendría de la concepción de castas del hinduismo, en la cual las castas superiores se conectaban con las jerarquías que detentaban la autoridad espiritual y temporal.
Sedgwick también explora las ramificaciones del tradicionalismo en el arte, la cultura, el género, la naturaleza y el diálogo interreligioso. Los principios tradicionalistas en el arte fueron inseparables de la recuperación de las ideas platónicas sobre la representación de las formas como esencia de la belleza. Esto es evidente en los estudios de arte de Frithjof Schuon, Ananda Coomaraswamy, Jean Hani y Titus Burckhardt, así como en la composición musical de John Tavener, entre otras figuras relevantes. En cuanto al género, los tradicionalistas se opusieron al feminismo, considerándolo una construcción moderna, y defendieron una metafísica que resaltaba las diferencias entre los sexos. No obstante, sus enfoques variaron: para Evola, lo trascendente era masculino, identificando tipos ideales (el hombre absoluto y la mujer absoluta); para Schuon, lo trascendente tenía elementos tanto masculinos como femeninos; y para Alice Trent (una de las pocas mujeres tradicionalistas), lo trascendente era fundamentalmente femenino. El historiador británico también destaca la visión de Schuon sobre la naturaleza y el diálogo interreligioso, que reconoció valores trascendentes en todas las religiones y abogó por el reconocimiento e intercambio teológico. En contraste, pensadores como René Guénon vieron en Oriente un posible modelo e inspiración para Occidente, con la esperanza de que este pudiera salvarse de su ruina.
Al antagonizar con la modernidad, el tradicionalismo también lo hizo con sus expresiones políticas, especialmente la democracia y el liberalismo. Sedgwick menciona la existencia de un “post-tradicionalismo”, que ha ganado notoriedad en el siglo XXI, en parte debido al debilitamiento de las opciones moderadas de la centroderecha y la socialdemocracia. La influencia del tradicionalismo es palpable en intelectuales vinculados a las derechas radicales, como Alexander Dugin (teórico ruso de la Cuarta Teoría Política y principal promotor del euroasianismo), Alain de Benoist (fundador de la Nouvelle Droite francesa), Olavo de Carvalho (consejero de Jair Bolsonaro) y Steve Bannon (ex asesor político de Donald Trump). Estos pensadores, de manera instrumental y selectiva, han hecho una apropiación del tradicionalismo, particularmente a través de las lecturas de las obras de Julius Evola.
En resumen, el libro de Sedgwick ofrece un análisis profundo y detallado de una ideología que ha sido poco atendida en los estudios académicos. Es una contribución sustancial para la comprensión de las ideas que atraviesan una época cada vez más marcada por las llamadas “guerras culturales”. Es un trabajo equilibrado y erudito que esperemos pueda ser traducido al idioma español. Sería provechoso para futuras investigaciones profundizar en los intercambios entre los tradicionalistas perennes y figuras de otras corrientes, como los tradicionalistas católicos, que comparten un diagnóstico sombrío sobre el nacimiento del mundo moderno como fuente de los males de las sociedades contemporáneas. Lo paradójico es que, para librar su combate por la eternidad, los antimodernos necesiten de los instrumentos y soportes propios de la modernidad. El desafío de los estudios venideros radica en continuar explorando estas contradicciones y las repercusiones del tradicionalismo en el presente.
Osvaldo Vartorelli
Universidad Nacional de Entre Ríos – CONICET
https://orcid.org/0009-0006-1693-5400
osvaldo.vartorelli@uner.edu.ar
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