Una oportunidad desperdiciada. La prensa católica argentina de derechas entre la derrota de la guerra de Malvinas y el retorno democrático (1982-1983)
A missed opportunity. The right wing argentine catholic press between the defeat in the Malvinas war and the democratic return (1982-1983).
Gabriela Quiriti
Universidad Nacional de Mar del Plata
CONICET
https://orcid.org/0009-0000-2696-704x
Sebastián Pedro Pattin
Universidad Nacional de Mar del Plata
CONICET
https://orcid.org/0000-0002-1953-1384
Resumen
La última dictadura militar coaligó diferentes expectativas en las derechas católicas argentinas que en líneas generales compartían la exhortación a recuperar el orden, reprimir a las organizaciones político-militares, disciplinar a los sindicatos y terminar con el populismo. Mientras algunos de sus referentes proyectaban una dictadura ascética y profesional, otros reivindicaban una restauración de corte católica. Así las derechas católicas navegaban entre una interrupción sobria y austera que luego de ordenar el país convoque a elecciones para volver a una república conservadora y una refundación con características corporativistas a la luz del renacimiento católico de la década de 1930, y toda una escala de horizontes políticos, económicos y religiosos posibles entre uno y otro. El presente artículo estudia las posiciones editoriales de un conjunto de publicaciones de las derechas católicas argentinas entre la derrota en la guerra de Malvinas a mediados de junio de 1982 y el retorno de la democracia en diciembre de 1983 cuando se vieron forzadas a reacomodarse a un escenario que distaba de sus ideales.
Palabras clave: prensa - derechas católicas argentinas - dictadura - democracia
Abstract
The last military dictatorship brought together different expectations in the Argentine Catholic right, which in general terms shared the exhortation to recover order, repress political-military organizations, discipline unions and end populism. While some of its leaders projected an ascetic and professional dictatorship, others demanded a Catholic restoration. Thus the Catholic right navigated between a sober and austere interruption that after ordering the country to call elections to return to a conservative republic and a refoundation with corporatist characteristics in light of the Catholic renaissance of the 1930s, and a whole scale of horizons political, economic and religious possibilities between one and the other. This article studies the editorial positions of a group of publications of the Argentine Catholic right between the defeat in the Malvinas war in mid-June 1982 and the return of democracy in December 1983 when they were forced to readjust to a situation that was far from their ideals.
Keywords: press – argentine catholic right - dictatorship - democracy
Fecha de envío: 18 de septiembre de 2023
Fecha de aceptación: 20 de noviembre de 2023
A modo de introducción
Bien se podría reconocer que las expectativas, justificaciones o afinidades de la prensa católica de derechas con la dictadura militar –sean parciales, complejas o incluso contradictorias– variaron a lo largo de los años y nunca se vieron, por cierto, exentas de tensiones con el elenco cívico-militar que por diferentes razones no colmaba enteramente sus ideales. En ese sentido, la derrota militar en Malvinas impactó fuertemente en un linaje político donde la soberanía territorial definía la identidad política y cultural del país. Por ello, la capitulación aceleró el desgranamiento de la coalición golpista en donde se encontraba la prensa católica de derechas. ¿Cómo experimentaron el desgajamiento de la dictadura? ¿Cómo interpretaron la derrota de la guerra de Malvinas? ¿Cómo comprendieron la campaña política y el triunfo de Alfonsín? ¿Qué matices y diferencias se pueden encontrar entre la prensa católica de derechas?
Aun comprendiendo la complejidad del concepto, en el presente artículo se identifican diversas publicaciones que representan las distintas expresiones políticas que pueden ser definidas como parte de una amplia trama de derecha, más específicamente, de las derechas católicas. La noción de derechas permite atender a las estrategias discursivas asumidas por un sector que, con sus particulares organizaciones, ideas y sensibilidades, reivindicaba a través de sus publicaciones a la dictadura o, en línea de mínima, a algunos aspectos de la misma. Ahora bien, ¿qué sería la derecha o, mejor dicho, las derechas en plural atendiendo la diversidad interna? La posmodernidad se caracterizó por el supuesto fin de las ideologías, de los grandes relatos –o meta-narrativas– y por ende de la cartografía básica que describía las identidades políticas nacidas a la luz de la Revolución Francesa. Sin embargo, el concepto de derechas tuvo un resurgir en América Latina y, en particular, en la Argentina en los últimos años a partir de expresiones políticas que reivindican –de manera explícita o no– su pertenencia a este linaje. Bohoslavsky, Echeverría y Vicente (2021) señalaron que el concepto describe a un cuadrante ideológico específico, pero variable en tiempo y espacio. La heterogénea gama de actores que componen las derechas compartiría algunos rasgos mínimos que contribuyen a delinear un perfil más o menos común: reivindicación del orden en la sociedad, defensa de la desigualdad “natural” entre los hombres y elección de enemigos compartidos como el marxismo, el socialismo o el comunismo. El componente liberal o anti-liberal a nivel económico o político generaría un clivaje dentro de la propia prensa católica y, por esa razón, no constituiría una característica transversal a la prensa católica de derechas. Por ello, en la prensa católica de derechas se podrían identificar en líneas generales sensibilidades más liberales y otras más nacionalistas. Entre 1976 y 1983, las miradas liberales esperaron un país libre de populismo y una política económica neoliberal anglosajona, las nacionalistas exigieron un régimen corporativo y una economía encauzada desde un Estado subsidiario más parecida a los regímenes autoritarios europeos. La represión de las organizaciones político-militares y el disciplinamiento de los sindicatos constituían demandas transversales.
En el presente artículo, abordamos algunos representantes de la prensa católica de derechas que podían ser leídas por miembros de la Iglesia católica y de las Fuerzas Armadas (FF.AA.), pero también por diversos grupos de intelectuales y políticos que apoyaron, pero que también criticaron, diferentes aspectos de la última dictadura. Así suelen ser asociadas a una sensibilidad anti-democrática, no necesariamente anti-republicana,1 dada la adhesión, en sus distintas variantes y grados de fervor, a los golpes de Estado y a los gobiernos de facto durante el siglo XX. La hipótesis más extendida en la historiografía suele afirmar que la falta de partidos políticos de derechas estables y exitosos a escala nacional –aunque a nivel provincial se encuentren algunas excepciones– que pudieran desenvolverse y competir en una democracia plural explicaría la tendencia a apoyar los golpes de Estado. Sin embargo, otras hipótesis complementarias señalaron que la carencia de una estructura partidaria se debió en realidad a las posibilidades de estos grupos de ejercer poder desde las bases económicas o influir desde el mundo intelectual, sin la necesidad de organizarse de acuerdo a las democracias de masas para ganar comicios (Bohoslavsky y Morresi, 2011). Así también la tendencia a abrazar alternativas golpistas durante este período podría explicarse por la sensación de fracaso frente a la ampliación democrática, la participación cada vez mayor de los sectores populares en una sociedad caracterizada por una movilidad ascendente, la inmigración masiva y la crisis final del modelo agroexportador en 1930 (Echeverría, 2018). Si bien la “lucha anti-subversiva” representó el capital político más importante –y transversal– de los militares durante la última dictadura, 1983 se presentó como una “frontera” o el inicio de una época disruptiva donde la democracia aparecía como la nueva legitimidad duradera de Argentina.
Luego de un breve estado de la cuestión, el aporte se divide en tres apartados. En el primero, se abordan las interpretaciones sobre la derrota en Malvinas y, en el segundo, la campaña electoral. En la última sección, se examinan las miradas posteriores al triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones presidenciales de 1983 y al inevitable retorno de la democracia. Vale señalar que a lo largo de los apartados se aborda inicialmente la prensa católica de derechas nacionalista para luego pasar a las revistas liberales.
Un breve estado de la cuestión
Este trabajo aborda un conjunto de publicaciones de prensa católica de derechas tales como Cabildo, Verbo, Roma, Criterio y Papiro como vía de ingreso a los posicionamientos de las derechas frente a estas diferentes coyunturas. En este sentido, se entiende la prensa como un campo de disputas, discursos, narrativas y negociaciones sobre las fronteras de lo “decible” de distintos actores sociales y políticos en una época determinada (Franco, 2002; Schindel, 2012). Para el período que comprende la última dictadura cívico-militar, diferentes trabajos han analizado el rol de la prensa nacional, especialmente los diarios de gran tirada como La Nación, La Prensa, La Razón, Clarín o La Opinión (Blaustein y Zubieta, 1998; Borrelli, 2011; Iturralde, 2014). En los últimos años, distintos estudiosos han avanzado en los años de la transición para comprender los cambios y las rupturas en la prensa entre dictadura y democracia (Cersósimo, 2012; Franco, 2014; Feld, 2015; Ballester, 2016). Al mismo tiempo, se incorporaron abordajes sobre revistas o emprendimientos editoriales dirigidos a públicos más segmentados (Borrelli y Saborido, 2008; Gago, 2011; Borrelli y Gago, 2014; Andrade, 2016; Seia, 2020).
En el caso de la prensa católica de derechas, el análisis se podría inscribir en una perspectiva de largo plazo elaborada por investigadores como Roberto Di Stefano y Loris Zanatta (2000) o Miranda Lida (2006, 2015), quienes analizaron su importancia en el proceso de construcción de la Iglesia argentina a lo largo de los siglos XIX y XX. La tendencia creciente a considerar la prensa periódica católica más que una fuente complementaria sino más bien como un objeto de estudio en sí mismo ha generado el desarrollo de un campo más o menos difuso sobre la historia del periodismo católico y del público lector, de las estrategias editoriales y de los aspectos materiales de la producción de periódicos y revistas (Di Stefano y Zanca, 2015). En ese sentido, la historiografía religiosa se ha volcado a la reconstrucción del horizonte de sentido producido –y reproducido– por la prensa católica en la segunda mitad de siglo XX.
Sobre la prensa católica de derechas que se aborda en el presente artículo se encuentra una profusa bibliografía. A modo de mirada impresionista, entre las nacionalistas, Cabildo recibió mayor atención por su continua participación acusatoria y polémica en los debates públicos reclamando reimplantar el ideal de “nación católica” mediante la eliminación de la democracia y su reemplazo por un sistema autoritario (Saborido, 2004; Borrelli y Lanfranco, 2012, Cersósimo, 2012). Publicada por primera vez en mayo de 1973 bajo la dirección de Ricardo Curutchet, Cabildo es considerada el resultado de una red de sociabilidad nacionalista que operaba como un dispositivo intersticial de naturaleza dinámica, elástica e inestable (Orbe, 2009). Así también se han analizado las burocracias y el discurso público sobre la educación (Rodríguez 2011), las influencias intelectuales de los colaboradores (Pattin, 2020) y la relación con la jerarquía católica en la dictadura militar (Pattin y Fabris, 2022).
Sobre Verbo, órgano de enlace y discusión del núcleo contrarrevolucionario Ciudad Católica, se encuentran los aportes de Mario Ranalletti (2011) y Elena Scirica (2009, 2012) quienes estudiaron extensamente sus posicionamientos y lazos ideológicos con los sectores tradicionalistas a lo largo de la década de 1960 y 1970. En el contexto de ebullición, producto del Concilio Vaticano II (1962-1965) y de la reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano en Medellín (1968), cuestionaron no sólo a la “constelación tercermundista”, sino también a la jerarquía eclesiástica. Verbo –leía en círculos militares intermedios– se constituyó como referencia de la visión católica que pretendía la recristianización de la sociedad, aferrándose a una unidad dogmática con vocación de ser aplicada a todas las esferas y necesidades de la sociedad contemporánea.
Sobre Roma, revista mensual que contó desde sus inicios con censura eclesiástica proveniente de Alfonso Buteler arzobispo tradicionalista de Mendoza, se encuentran diferentes estudios abocados a estudiar sus representaciones religiosas y políticas, pero también sus redes de circulación (Scirica, 2009; Pattin, 2019). Entre sus colaboradores habituales predominaron tradicionalistas de países como Italia, Uruguay, Alemania, Brasil y Hungría demostrando también la fluidez de las redes anticonciliares internacionales. Roma circuló mayoritariamente por canales tradicionalistas y ambientes eclesiásticos. La publicación se consideró a sí misma como una revista de cultura, aunque en la práctica fuese marcadamente doctrinal e interesada en menor medida en la política de coyuntura, que venía a llenar el vacío en el campo de los intelectuales católicos atacado por el denominado espíritu progresista. En líneas generales, Cabildo, Verbo y Roma compartirán una mirada negativa sobre el retorno de la democracia y la reorganización de los partidos políticos.
Sobre la prensa católica de derechas liberal se encuentra literatura sobre Criterio que aborda desde su creación en 1928 hasta sus posicionamientos en la última dictadura (Mallimaci, 1988; Zanatta, Devoto, 2005; Lida, 2015; Lida y Fabris, 2019). Si bien la revista apareció en el contexto del renacimiento católico compartiendo un discurso intelectual de batalla contra el comunismo y el socialismo y respetuoso de la tradición y la jerarquía, a lo largo de las décadas de 1950 y 1960 las teologías renovadoras europeas y el Vaticano II impactaron fuertemente en Criterio. Así la pluma de Gustavo Franceschi –y su sucesor Jorge Mejía desde 1957– sostuvo una línea editorial templada y moderada de la política y la religión buscando entablar un diálogo con el mundo moderno (Lida, 2015; Pattin, 2019). En Criterio apoyaron a la dictadura, sobre todo la gestión de Jorge R. Videla, pero desde la derrota en Malvinas consideraron el retorno de la democracia como la decisión más saludable para el país.
Sobre Papiro no se encuentran trabajos publicados, pero sí en desarrollo (Fabris, en prensa), donde se destaca que, fundada en el contexto del golpe de Estado de 1976, por el intelectual católico Arturo Prins (h), no se caracterizaba por atender la coyuntura, sino por ofrecer ensayos de opinión sobre grandes temas de interés para el país. La revista recuperaba el Vaticano II en una clave más europea que latinoamericana atendiendo especialmente la participación y la autonomía de los laicos. Al mismo tiempo, se destacaba la revalorización de los valores republicanos y un marcado antiperonismo. Al igual que Criterio, apoyaría el retorno de la democracia como la única opción posible posterior a la derrota militar en las islas. Queda pendiente, sin embargo, una aproximación transversal sobre la prensa católica de derechas para mostrar coincidencias y diferencias de una identidad diversa y compleja.
Entre el archipiélago y el continente
La derrota de Malvinas, oficializada con la rendición de las tropas argentinas y la firma del armisticio el 14 de junio de 1982, desató una profunda crisis en el elenco cívico-militar que comenzaba a tomar mayor visibilidad en los medios de comunicación con los cuestionamientos a Leopoldo F. Galtieri, presidente de facto y por ende Comandante en Jefe, por las decisiones en el teatro de operaciones y en las negociaciones posteriores. El alejamiento forzoso de Galtieri, reemplazado por Reynaldo Bignone el 1 de julio, redundó en el abandono de la Fuerza Armada y la Fuerza Aérea de la Junta Militar. A partir de la conclusión de la guerra, el llamado “tiempo político” se aceleró extendiendo de manera progresiva una suerte de consenso “anti-autoritario”. De esta manera, la democracia se convirtió en una promesa convocante. Incluso un referente de las derechas como Roberto Roth (1982: 25), quien había sido secretario técnico de Juan Carlos Onganía durante la Revolución Argentina, sostuvo: “La necesidad de volver a la normalidad constitucional es actual, no a un año o dos de plazo. Por bien guardadas que están las urnas, hay que llegar a elecciones en meses, no en años”. El renovado credo democrático que se podía encontrar en algunas expresiones destacadas de las derechas se comprende solo a partir de la profunda herida que abrió la derrota militar.
Sin embargo, la transición concertada, ordenada o por etapas propuesta por los militares sostenía la necesidad de respetar dos puntos innegociables: por un lado, la legitimidad de la “guerra anti-subversiva” y, por el otro, el rol protagónico de los militares en el orden político futuro, en tanto vencedores de la llamada “guerra interna”. En el mismo sentido, el Informe Final sobre la “lucha antisubversiva” presentado en abril de 1983 y el Acta Institucional de ese mismo año establecían que las acciones contra el “terrorismo” debían ser consideradas “actos de servicio” y, por ende, no punibles por la justicia regular. El ilusorio andamiaje legal terminó de tomar forma con la sanción de la Ley de Pacificación Nacional (22.924/1983) en septiembre de 1983, conocida habitualmente como ley de auto-amnistía, donde las FF.AA. admitieron la posibilidad de algún exceso en razón del carácter particular que había asumido la “lucha antisubversiva”, pero también dejaron claro que no había retractación ni espacio para revisiones históricas o judiciales. Sobre el pasado reciente, se aseguró que era preciso “tener el equilibrio suficiente” para comprender lo ocurrido sin olvidar las “circunstancias y responsabilidades” que habían llevado al “doloroso camino”. Por lo tanto, no resulta casual pues que ordenaran la destrucción de la documentación referida a la represión militar.
La prensa católica argentina de derecha se constituyó como una heredera sui generis de los militares porque reivindicaban la represión contra la “subversión”, pero criticaban distintos aspectos como la política económica –por su neoliberalismo, por su dirigismo o por su excesivo perfil financiero– o incluso la diplomacia internacional. La derrota de Malvinas implicó un punto de confluencia para la prensa católica de derecha nacionalista; por ejemplo, mientras que, en líneas generales, en Cabildo la capitulación se representaba como la perdida de la soberanía territorial argentina, para Verbo significaba un sometimiento espiritual frente a una nación protestante y sus aliados internacionales y en Roma se lamentaban por el “trágico enfrentamiento” entre Argentina y Gran Bretaña. Además, comprendieron que abría el retorno de la democracia, valorada como una segunda capitulación. En líneas generales, la prensa católica de derecha liberal -en este caso Criterio y Papiro- compartió el mismo diagnóstico sobre el desempeño militar de las FF.AA, pero lo llevó adelante con un tono menos acusatorio y no valoró negativamente la transición hacia un régimen democrático.
Bien vale destacar que, en Cabildo, se ligó rápidamente la derrota militar con el retorno de la democracia o, en su propio argot, la “partidocracia” a través de la presencia continua del Estado liberal. Así se referían a una “doble rendición” que llevaba desde la “borrasca bélica” hacia la democracia de la mano de Bignone, presentado como un traidor por su acercamiento a diversos políticos para encausar la transición. Vale recordar que, a fines de junio de 1982, el novel Comandante en Jefe se reunió con políticos de distintos partidos como Carlos Contín y Enrique Vanoli de la Unión Cívica Radical (UCR), Deolindo Bittel, Néstor Carrasco, Herminio Iglesias y Rosaura Islas del Partido Justicialista (PJ), Francisco Cerro y Enrique Torres por la Democracia Cristiana (DC) y Oscar Alende, Juan Manes, Fayiz Sago y Claudio Sajol por el Partido Intransigente (PI), además de diversos partidos minoritarios provinciales. Por ello, aun al calor de la derrota, en la revista exhortaban a recuperar Malvinas y a reconquistar a la Argentina. En agosto de 1982, el editorial de Cabildo aseguraba:
Lo peor, lo terrible de la Democracia –en la Argentina y en cualquier otra parte del mundo en que se la aplique– es que crea problemas que después se muestra absolutamente incapaz de resolver. Además, estos problemas no solo son insolubles sino que son ineludibles: derivan de su propia naturaleza, de sus principios y de sus pretensiones. La consecuencia no puede ser otra que un desorden cada vez más profundo y radical. Este es el que se viene prolongando y realimentando desde hace más de cien años.2
Luego del conflicto armado se invirtió la lógica que se había establecido entre el archipiélago y el continente: si en su comienzo la consumación de la acción militar podía despertar la verdadera Argentina –la real y verdadera esencia católica, hispana y jerárquica de la nación– en la defensa de la integridad territorial, en las postrimerías se debía reconquistar o purificar el país rompiendo con la matriz liberal y con la cadena de errores modernos como el materialismo, el ateísmo, el comunismo y el socialismo para luego restaurar la soberanía territorial de manera integral. En ese sentido, el previsto retorno del adjetivado “totalitarismo democrático” y del “ciudadano”, representación política supuestamente vacía, liberal, abstracta y uniforme, echaba a perder cualquier tipo de expectativa restauradora de un orden nacionalista católico. En Cabildo preveían que el Estado se alzaría con su “tremebunda dimensión” para invocar una representación de la “Voluntad Popular” que no le correspondía y apropiarse de la (verdadera) libertad de las (sustanciales) categorías teológico-políticas tales como “productor”, “propietario”, “padre de familia” y “vecino”. Ello provocaría que luego el país se hundiera en las manos de la “partidocracia” que aliada con la “oligarquía financiera” llegaría a esclavizar a los argentinos.
Por otro lado, en Verbo ofrecían una interpretación que reivindicaba la entrega de los soldados en el campo de batalla y la solidaridad de la ciudadanía que había apoyado la gesta militar, pero que criticaba a los militares por ser “profesionalistas” y “tecnócratas” (Grinchpun, 2019). Ello había implicado una mirada más centrada en cálculos estratégicos y matemáticos que terminaron ahogando la fuerza espiritual que hubiese funcionado como motor de una entrega superior –“ganar cueste lo que cueste”– como habían demostrado los pilotos de la Fuerza Aérea, quienes habían sido inspirados por el filósofo nacionalista católico Jordán Bruno Genta, referente de las derechas católicas. Al mismo tiempo, un colaborador de Verbo atribuía a una suerte de “conspiración mundial”, “Gobierno Mundial” o un “Anticristo”, en contra de la identidad católica, hispánica y rioplatense. A pesar del tono pesimista de las lecturas sobre Malvinas, para Verbo la derrota podría –y no debía– despertar un cambio espiritual en el país de cara a la construcción de una Argentina soberana y católica que obviamente no caería en el fraude de la tiranía de las mayorías. En Verbo se proyectaba un escenario donde la consciencia de constituir una minoría se veía con mayor nitidez (Grinchpun, 2019).
Roma no desentonaba con Cabildo y Verbo, pero en su análisis ofrecía algunas huellas que dejaban entrever una comprensión un tanto distinta. En la publicación, homenajeaban a quienes habían sacrificado su vida por la patria y a quienes como Jordán Bruno Genta habían inspirado dicha entrega, pero no promovieron una interpretación de la derrota. Incluso podría considerarse que, la guerra de Malvinas, ocupó un lugar menor en relación al enfrentamiento sustancial entre el (verdadero) catolicismo y el comunismo. En Roma advirtieron que no se debía entrar en una “efervescencia electoral” agitando “pasiones malsanas”, es decir, el país no “debía perder la calma” ya que no debía “postrarse ni entregarse al caos”.3 En general, y a pesar del derrotero de los acontecimientos, en la prensa católica de derecha no se resignaban a un retorno de la democracia y apostaban por una nueva dictadura que, con sus matices, vuelva a la verdadera Argentina, nacionalista, mariana, hispana y católica.
En Criterio se ofrecía un abordaje bien distinto ya que no ocuparía su línea editorial en analizar las causas de la derrota en el teatro de operaciones, pero sí se recordaría su posición inicial: la legitimidad del reclamo de soberanía no facultaba al gobierno argentino a una acción bélica que, además, había sido el resultado de una “pequeña oligarquía” de civiles y militares sin otro merito que “proximidad” al poder o “cooptación corporativa”.4 En la posguerra -un término que sugestivamente las revistas nacionalistas no emplearon-, debía primar para los colaboradores de Criterio tanto la racionalidad por sobre la pasión como el interés general por sobre los intereses particulares y se debía conducir una transición ordenada donde participaran militares y políticos para dar paso a una república. En otras palabras, la derrota conducía a la transición y, en última instancia, a la democracia que, sin embargo, debía encontrarse libre de cualquier vicio del pasado.
Papiro, al editarse con poca asiduidad, contenía columnas, ensayos o artículos que buscaban trascender la coyuntura, pero no por ello desatendían la cotidianeidad. A propósito de Malvinas, el director, Arturo Prins, sostenía la inconveniencia de la guerra y se preguntaba por sus consecuencias a largo plazo. Si bien la revista se afiliaba a la extensa tradición pacifista de Lanza del Vasto, y por ende de su discípulo más reconocido del período Pierre Parodi, no dejaba de recordar que Argentina tenía el derecho de soberanía sobre el archipiélago.5 Luego de la derrota definitiva, en Papiro publicaron una homilía del presbítero Zaffaroni, enviada por el mismo, donde sostenía que, más allá de la derrota militar, no había decaído la “fe en Dios y en el triunfo final” denunciando al pacifismo como una estrategia “infame para desarmar moralmente a un pueblo”.6 Ello no implicaba que el discurso religioso-belicista, propio de los nacionalistas, ingresara legitimado en la publicación, sino más bien venía a demostrar que los liberales aceptaban opiniones adversas a su línea editorial.
La política entre la campaña y los partidos
La crisis económica aceleró el tiempo político y debilitó el poco capital que todavía tenía la dictadura resultando en un fuerte descontento del difuso actor que se denomina habitualmente como sociedad. En ese contexto, las FF.AA. debían conducir la transición a la democracia, tarea que había asumido Bignone, quien levantó la veda política, se comprometió a sancionar un Estatuto de los Partidos Políticos y a entregar el poder a un gobierno civil en un plazo que no superase el mes de marzo de 1984. Aunque algunos sectores militares orquestaron sin éxito un proyecto de salida que terminara en una presidencia militar en democracia, los partidos reunidos desde 1981 en la Multipartidaria demandaron en su mayoría el final de la dictadura en una fecha anterior a la prevista por los militares. Como resultado del proceso de movilización general, se sancionó en agosto de 1982 el Estatuto para la Reorganización Partidaria (22.627/1982), Hacia mediados del año siguiente, se aprobaron la Ley Electoral (22.838/1983) y la Ley de Convocatoria Electoral (22.847/1983).
De cara a la campaña, los partidos debían reorganizarse: en el Partido Justicialista (PJ), bajo la presidencia de Isabel Perón, quien se encontraba radicada en España, se destacaban varias figuras presidenciables, aunque ninguna de manera definida. Finalmente, el candidato fue Ítalo Luder, relativamente desgastado y acompañado por Deolindo Bittel. Entre tanto, la Unión Cívica Radical (UCR) atravesó un proceso de renovación impulsado por Raúl Alfonsín, de la línea interna del Movimiento Renovación y Cambio, como principal candidato. En tanto que, Luder aceptaba, aunque no de forma acabada, la “auto-amnistía” propuesta por las FF.AA. y proponía, en línea con la jerarquía católica, una reconciliación nacional a partir de una transición consensuada, pactada o por etapas, Alfonsín buscó construir un discurso en el cual se presentaba como el garante de una “frontera política” que separara el pasado violento de la Argentina de un futuro donde la vida sería el valor máximo a ser preservado. Concretamente, proponía un rápido juzgamiento de los crímenes del pasado en un contexto en el cual los medios daban rienda suelta al show del horror y la sociedad comenzaba a buscar un nuevo pacto para la refundación democrática y del Estado de Derecho.
Si bien las proyecciones políticas daban a entender que la competencia real por la presidencia se daría entre el PJ y la UCR, y no faltaron quienes consideraban que el peronismo ganaría fácilmente, la prensa católica de derechas se encontraba relativamente huérfana en las elecciones. En términos más amplios, el reordenamiento partidario de las derechas que habían apoyado a la dictadura generó el humus para agrupaciones partidarias tales como la Unión del Centro Democrático (UCEDE) donde se destacaría Álvaro Alsogaray o a la Alianza Federal que de la mano de Francisco Manrique convocó nuevamente a miembros demo-progresistas, socialistas democráticos y conservadores de la Fuerza Federalista Popular para conformar una alianza partidaria de centro derecha. Incluso el propio almirante retirado y emblema de la dictadura, Emilio Eduardo Massera, fundó el llamado Partido para la Democracia Social, proponiéndose como el heredero en democracia de la dictadura, pero en una clave nacionalista y populista. En general, compartían la postura de no revisar el accionar militar en cuanto a la represión, pero las propuestas variaban desde la necesidad de un informe final sobre los detenidos-desaparecidos que no conlleve condenas pasando por una “reconciliación nacional” y por la aceptación de la “auto-amnistía” hasta la negación de la represión ilegal. Se diferenciaron también por el análisis del legado económico de la dictadura y por la organización institucional. A modo de ejemplo, Alsogaray centraba su agenda en la necesidad de un plan económico superador de corte neoliberal, en línea con las tendencias a nivel internacional. De esta forma, pretendía dejar atrás los vestigios de un sistema económico que, a su parecer, la dictadura militar no había podido, querido o logrado modificar. En otras palabras: superar el exagerado estatismo argentino. Por otro lado, Manrique proponía fortalecer el menospreciado sistema federal y exhortaba a llevar adelante una racionalización del gasto público sin por ello descuidar la cuestión social. Así se presentaba como un candidato que llevaría adelante un gobierno con jerarquía y cuerpo político con el objetivo de la unidad nacional.
Ahora bien, la prensa católica de derecha nacionalista rechazaba que su sensibilidad política se organice en partidos políticos –una idea persistente en el siglo XX por el supuesto carácter faccioso– y también insistía con sus críticas contra la institucionalidad democrática. Por eso, el final de la dictadura era interpretado de forma negativa, sin miramientos, como un proyecto fracasado que daba paso a la vuelta de la democracia con todas las falencias que se le achacaban desde estos sectores a dicho sistema.
Desde las páginas de Cabildo desacreditaban tanto a la UCR como al PJ. Respecto de Alfonsín, la figura que más se destacaba durante la campaña, sostenían que representaba lo peor de la “partidocracia” y que solamente traería al país los “males” de la socialdemocracia europea. Como contrapartida, argumentaban que el peronismo tampoco sería capaz de construir un efectivo proyecto nacionalista y que caería indefectiblemente en una “nota populista”.7 En línea de mínima, se avecinaba la “peor elección de la historia” por las “similitudes” en el contenido ideológico de los dos partidos mayoritarios que disputarían en las urnas. Ninguno de ellos aseguraba un programa de gobierno que cumpliera con las expectativas de los nacionalistas católicos que, más allá de descreer de los partidos políticos, temían una nueva deriva marxista. En otros términos, y reproduciendo una vez más una lectura de largo aliento en las derechas católicas, la democracia liberal se configuraba como una antesala del comunismo, en una suerte de cadena que explicaba la decadencia argentina.
En Verbo reflexionaban de una forma más abstracta y menos comprometida en términos emocionales. Por un lado, expresaban que la transición así llevada adelante entrañaba una fuerte equivocación o engaño porque podría despertar el caos en la sociedad argentina. Ellos consideraban que hubiese sido mejor una transición por etapas y controlada por la autoridad en ejercicio, es decir, las FF.AA. Así se hubieran elegido primero las autoridades municipales, luego las provinciales y, por último, las nacionales garantizando de esta manera una transición coordinada y, sobre todo, controlada. Sin embargo, los redactores de Verbo opinaron que, una vez abierta la “puerta” como habían hecho los militares, se volvería imposible intervenir la anarquía democrática. Por otro lado, frente a la creciente frustración que despertó la campaña, postulaban la licitud de abstenerse en las elecciones ya que todas las plataformas electorales contenían afirmaciones o, mejor dicho, propuestas que de alguna u otra forma resultaban ser contradictorias con la doctrina católica como el divorcio vincular o, en su hipótesis, el aborto.8
En Roma no se presentaba una incompatibilidad esencial con la democracia, pero las condiciones para su aceptación parecían difíciles de cumplirse:
El católico la puede aceptar, pero no está obligado a preferirla a otras formas de gobierno siempre que queden a salvo los derechos de Dios y su Iglesia y se observe el derecho natural. También debe quedar en claro que, en esa democracia legitima, el pueblo no otorga el poder a los gobernantes –ya que el poder viene de Dios– tan solo elige las personas que ejercerán este poder que les será dado de lo Alto. Esta democracia lícita no se aplica hoy prácticamente en ningún lado.9
En un registro menos interesado por la coyuntura, en Roma apuntaban contra la jerarquía católica por brindar legitimación a la “democracia liberal” que contenía el principio de soberanía popular. De esta manera, y sumándose a un compendio de críticas contra la institución que esta revista afín a Marcel Lefebvre10 venía sosteniendo desde su primer número en 1967, la Iglesia se había vuelto un “Movimiento de Animación Espiritual de la Democracia Universal”. En un rasgo de notable anticlericalismo, criticaban a las Conferencias Episcopales porque se habían convertido en organismos de presión política, sobre todo, a partir de Iglesia y Comunidad Nacional donde los obispos se habían pronunciado en favor del retorno de la democracia (Fabris, 2011). Si bien en la revista no se mencionaba a los candidatos o a las alianzas partidarias, sí realizaban un llamamiento a no inclinarse por el comunismo, la inmoralidad o la socialdemocracia. Así considerado, el proceso de democratización, era en su conjunto, y más allá de las diferencias entre los candidatos, el resultado de la “penetración pacífica de Moscú”. El resultado previsto en Roma no difería, más allá de alguna diferencia, con la proyección de Cabildo y Verbo, la democracia produciría: inflación, “super-fiscalidad”, desmoralización de las costumbres, anarquía, caos.
La democracia no implicaba para Criterio un acontecimiento negativo en sí mismo, pero dependía de las cualidades de los políticos y llamaba –a diferencia de los nacionalistas– a participar de los comicios.11 En ese sentido, los colaboradores de la revista consideraban que para legitimarse el sistema democrático necesitaba de una gran participación popular, sin olvidar los errores del pasado, pero sin hurgar tampoco en las acciones de los militares y caminar hacia una reconciliación nacional. En otras palabras, la democracia no ingresaba en una cadena de equivalencias necesariamente perjudiciales para el país como sugerían las publicaciones nacionalistas, mas no debía revisarse el accionar militar. Incluso en Criterio valoraron positivamente la fórmula justicialista de Luder y Bittel por representar un peronismo moderado y alejado de los extremos que podría colaborar a la construcción de un sistema político estable. No obstante lo cual, no dejaba de desconfiar de Lorenzo Miguel, quien dirigía el partido, por representar el poder corporativo. El Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial debían liberarse de la influencia corporativa para darle nacimiento a una nueva república.
Papiro no emitió opiniones concretas sobre el devenir de la campaña, los candidatos o los partidos políticos, sino que se centró en que, el retorno de la democracia, abría la posibilidad de rediscutir y llevar a la discusión pública cuestiones centrales en la vida del país tales como podían ser el rol de los militares en democracia, el acceso a la educación y la cuestión universitaria o la responsabilidad de los medios de comunicación social y el periodismo tomando como ejemplo –y criticando– a Bernardo Neustadt y a Mariano Grondona.12 En el fondo, Papiro expresaba una intención de extender las voces que podían participar del debate público. En ese sentido, en la revista sostenían que los desafíos que surgían en la transición democrática superaban a los actores propiamente políticos como los partidos y sus figuras más preponderantes, pero, sobre todo, a temas religiosos.13
En el transcurso de la campaña, la figura de Alfonsín resultó especialmente incómoda para las derechas. Si bien aparecía como aquel capaz de derrotar al PJ y ello no pasaba desapercibido para quienes todavía guardaban grosso modo recelos contra el peronismo, su postura respecto a los Derechos Humanos, sus propuestas económicas y la revisión judicial del proceso militar que prometía, contradecían todo aquello que las derechas defendían. Más allá de que entre las derechas había matices en torno a los Derechos Humanos, estos tendían a desaparecer ante las posturas del candidato radical. Este proceso se profundizó en la medida en que, luego de la elección de Alfonsín, se llevaron a cabo los juicios que terminaron difuminando las diferencias entre quienes aceptaban una revisión acotada y quienes exigían reconocer positivamente el accionar de los militares. Así, la campaña fue una etapa de confirmación de los temores de las derechas argentinas con respecto a una salida de la dictadura que, lejos de haber concretado aquellos cambios que la habían convertido en objeto de ilusión de estos sectores, decantaba en un desencanto que crecía camino a las elecciones.
La democracia en vías de retorno
En octubre de 1983, la UCR vencía por primera vez en la historia al PJ en elecciones presidenciales. Con casi el 52% de los votos frente al 40% del peronismo, Alfonsín se convirtió en el primer presidente democrático desde 1976. Para la prensa católica nacionalista de derechas no existía posibilidad de adaptación al nuevo “juego” democrático. La vuelta a las urnas era la rúbrica del fracaso de la dictadura y el augurio de algo peor. En Cabildo se sostenía que las elecciones eran:
…la culminación de una etapa disociadora, no la apertura de un verdadero período de reconstrucción, como se quiere hacer creer. Equivale al abandono del poder en cuanto responsabilidad histórica, a la deserción, a la huida hacia los cuarteles o hacia el goce de los bienes ilícitamente acumulados. Aquí quedan la economía quebrada, la deuda externa inexplicada, el contraste militar, el retorno de la guerrilla, el país acosado contra los confines de un imperio que se ha propuesto destrozarnos. Tal y no otra es la herencia de este "Proceso", en la cual debe incluirse, por supuesto, la generación de un nuevo poder democrático encargado de completar lo que el poder "de facto" de Videla, Martínez de Hoz y Bignone no pudieron terminar. Es terrible que el poder militar, en vez de buscar su reivindicación en su propia rectificación moral y patriótica y así ¡a consolidación legítima de sí mismo, opte por disolverse en una apertura democrática de donde saldrá un poder desunido y debilitado, por completo inepto para afrontar la agresión exterior y la anarquía interna. Es terrible esta continuidad que se ha de instalar el 30 de octubre en el interior mismo del “Proceso”. Es terrible que en la Argentina todo siga igual pero peor, dentro de una República Liberal preñada por el Caos Marxista.14
Las publicaciones de las derechas católicas repetían incesantemente que la dictadura militar era la responsable última y definitiva del retorno de la democracia. En línea con las críticas que habían sostenido durante el Proceso militar, señalaban que las FF.AA. habían sido responsables por la “destrucción económica”, la “corrupción financiera”, el “caos administrativo” y el “decaimiento social”. En una revisión bastante enérgica, agregaban que los militares habían aceptado la sujeción de los poderes y potencias extranjeras como la banca internacional, Brasil, Chile, Reino Unido y Estados Unidos. A nivel social, indicaban la permisividad respecto de la “subversión cultural” y la falta de una verdadera disciplina en la guerra contra la guerrilla. En suma, las carencias de la dictadura daban lugar a las “fuerzas políticas del caos”, es decir, los partidos políticos. Así la democracia parecía constituir un sinónimo de derrota y, sobre todo, de anarquía. La misma sensación de anarquía compartían en Verbo que consideraban que, los partidos políticos, iniciarían una “guerra contra la Iglesia” en la medida en la cual buscarían aprobar leyes que favorecieran o alentaran el divorcio, el aborto y la homosexualidad.15
La prensa católica de derecha compartió el diagnóstico de la dictadura como un proyecto fracasado. Por su política económica neoliberal o por la capitulación de Malvinas, había sido crítica del Proceso, pero en la coyuntura posterior a la derrota militar, se podía identificar un consenso que apelaba a una solución militar. Desde Cabildo, se aclaraba que, más allá de las críticas, “no propiciamos […] ningún proceso penal propio del derecho positivo; no hay normas de tal tipo que los alcancen ni tribunales idóneos para aplicarlas [...]. Sólo la sanción moral consistente en que sepan que los buenos argentinos tenemos conciencia de su gran culpabilidad en esta derrota, cuya etapa consecuente comenzará a vivirse desde mañana”.16 En rigor de verdad, apuntaba contra Videla como un símbolo del profesionalismo ascético, liberal y hasta republicano en las FF.AA., mientras que, desde Verbo, señalaban a los militares en su conjunto como responsables del fracaso por su incapacidad para erigirse como verdaderas autoridades morales (Grinchpun, 2019). La revisión del pasado se articulaba con su interpretación sobre el gobierno de Alfonsín:
Si algunas dudas quedaban sobre los reales intereses a los que sirve y representa Don Raúl, cualquier observador podrá aventarlas con solo cotejar la nómina de quienes conformarán sus cuadros gubernamentales. Viejos gorilas de finisecular porte sarmientino; […] algún radical, quizá; y zurdos, insolentes y descarados zurdos por todas partes. Fugados como ratas ayer, borrados por propia decisión, ciudadanizados europeos por conveniencia; cuidadosamente cómplices aquí; amparados por organismos internacionales adentro y afuera; culpables de públicas culpas, y protagonistas -por acción u omisión- del caos subversivo, han vuelto por sus fueros convocados por la democracia alfonCínica [sic] que ahora -ahora sí- se ha sacado por completo la careta.17
Por otro lado, para Roma la coyuntura 1982-1983 evocaba otro acontecimiento bien caro para la prensa católica de derecha como la Guerra Civil Española (1936-1939). No sólo por el enfrentamiento entre identidades que se creían sustanciales como el catolicismo y el comunismo, sino por la incertidumbre que se abría en el futuro de la “civilización católica”. El retorno de la democracia ya constituía pues un fenómeno que no podía ser detenido y se sospechaba que traería consigo una profundización de la inmoralidad, el pecado y el abandono de los valores religiosos, sociales y políticos que fundaban a la verdadera Argentina.18
En Criterio se ponía en valor, en primer lugar, la victoria de la Unión Cívica Radical (UCR) y, en segundo lugar, la figura de Alfonsín. Es decir, las organizaciones partidarias por sobre las figuras políticas individuales. Sin embargo, destacaban que el líder radical se caracterizaba por su racionalidad y su disciplina partidaria que podrían colaborar con la institucionalización de un nuevo sistema de partidos. El editorial inmediato posterior al triunfo celebraba no sólo el retorno de la democracia, sino también que la sociedad argentina se acerque a los valores predicados por la revista, desconociendo sus propias posturas en las coyunturas pasadas. Para Criterio se inauguraba una nueva etapa en la Argentina: “Queremos un gobierno constitucional y una oposición leal. Los signos populares son evidentes y ya no podemos desaprovechar otra oportunidad histórica”.19 Papiro, por otro lado, promovería rápidamente discusiones en torno a la Guerra de Malvinas en relación a las responsabilidades morales de quienes condujeron el teatro de operaciones. Inclusive se animaron a reflexionar sobre la cuestión militar en democracia abriendo sus páginas a Juan Cardozo, Isaac Rojas y Benjamín Rattenbach, voces que expresaban críticas a la conducción de las Fuerzas Armadas.
Conclusiones
Como se ha podido constatar, la prensa católica de derechas atravesó un proceso vertiginoso de frustración con la dictadura, sea por la política económica o la carencia de un horizonte religioso, pero el desencanto se acrecentó específicamente a partir de la derrota de la Guerra de Malvinas. Más allá de un consenso inicial sobre la necesidad de la dictadura, para estas sensibilidades, el reordenamiento de cara al retorno de la democracia parece haber consolidado las diferencias preexistentes. Mientras los partidos políticos tradicionales se preparaban para las elecciones, la prensa católica de derechas se encontraba entre discursos abiertamente anti-democráticos y nuevas formulaciones de propuestas para la participación electoral. Así se puede constatar que se procesaron de maneras bien diversas el breve, pero intenso período entre la derrota de Malvinas y el ascenso de Alfonsín.
La prensa católica de derechas nacionalista continuó proyectando intrigas, conspiraciones y complots en contra del verdadero país, ese que no se había podido expresar enteramente con la dictadura, pero que había encontrado en ella un paréntesis del violento proceso de secularización, laicización y democratización, y que se encontraba ahora nuevamente bajo amenaza. En su conjunto, y a pesar de sus notables diferencias internas, recibió la democracia con reticencia, dispuesta a consolidarse como oposición moral del gobierno de Alfonsín y continuar con la defensa de determinados aspectos de la dictadura saliente, específicamente aquellos vinculados con la represión, mientras que criticaban con dureza el plan económico y el fracaso en la guerra de Malvinas. Estos sectores se convirtieron en refugio para los partidarios del Proceso y para quienes, desencantados con el nuevo gobierno radical por diversos motivos, se sumarían posteriormente a sostener el supuesto fracaso de la democracia recuperada en 1983.
La prensa católica de derecha liberal inició un camino de reajuste y aceptación de la democracia imperfecta como el régimen político deseable. Sin embargo, a modo de hipótesis, el orden en democracia pasaría a ser un significante vacío a través del cual podían confluir de manera más o menos transitoria para impugnar parcial o totalmente un sistema caracterizado por el desorden, la delincuencia, la decadencia cultural y la crisis económica. Por ello, dado que, desde el retorno democrático, la posibilidad de una nueva intervención militar parece fuera del horizonte de lo posible, no así siempre de lo deseable para las derechas, la democracia debía republicanizarse y adquirir matices más jerárquicos.
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1 En ocasión del último golpe de Estado, entre quienes promovieron la interrupción institucional se encontraron propuestas que buscaban refundar el país para darle nacimiento a una “Nueva República”. En otras palabras, los componentes más democráticos y plebeyos –y por ende subversivos– del régimen político serían matizados o, en línea de máxima, obstruidos en la normalización política.
2 “Los hombres pasan, el régimen queda”, Cabildo, 6 de agosto de 1982, año VII, N° 55, p. 3.
3 “Se ha ensayado todo, ensáyese la verdad”, Roma, julio de 1982, pp. 1-2.
4 “Después de la derrota”, Criterio, 24 de junio de 1982, pp. 295-297.
5 Prins, Arturo, A propósito de Malvinas, Papiro, enero-junio de 1982, p. 2.
6 A propósito de Malvinas, Papiro, diciembre de 1982, pp. 27-28.
7 “La cría del Proceso”, Cabildo 2da época, septiembre de 1983, año VIII, número 68, p. 3.
8 “Preguntas de un católico de cara a las elecciones”, Verbo, diciembre de 1982, pp. 5-9.
9 Al César lo que es del César, Roma, septiembre de 1982, p. 2.
10 Marcel Lefebvre (1905-1991) fue uno de los representantes más influyente de la corriente contraria al Concilio Vaticano II (CV II, 1962-1965) dentro de la Iglesia. En sus primeros años de sacerdocio, fue misionero en África y llegó a alcanzar el grado de Arzobispo. En 1970 fundó la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y desde allí dirigió una resistencia enérgica contra las transformaciones introducidas por el CV II. En 1976 fue suspendido por Pablo VI y en 1988 fue excomulgado por Juan Pablo II tras consagrar a 4 obispos en contra de su prohibición.
11 ¿Por qué vota?, Criterio, 22 de septiembre de 1983, pp. 507-509.
12 El oportunismo vigente, Papiro, julio-diciembre de 1982, pp. 38-45.
13 Este número, Papiro, enero-junio de 1983, p. 2.
14 “Ante la culminación formal del Proceso”, Cabildo, 2da época, octubre de 1983, año VIII, N° 69, p. 3.
15 “La familia como célula social”, Verbo, julio de 1983, pp. 12-32.
16 “Jorge Rafael Videla”, Cabildo, 2da época, diciembre de 1983, año VIII, N° 70, p. 3.
17 “AlfonCinismo”, Cabildo, 2da época, diciembre de 1983, año VIII, N° 70, p. 10.
18 A los que quieren seguir siendo católicos, Roma, verano de 1983-1984, pp. 1-3.
19 La victoria de la Unión Cívica Radical, Criterio, 10 de noviembre de 1983, p. 616.