Gadamer, Nietzsche y Derrida

Cercanías y diferencias

Resumen

Gadamer, nacido en 1900 –año de la muerte de Nietzsche–, fue gracias a su atenta longevidad testigo excepcional de los avatares de la obra de Nietzsche y del protagonismo que ella fue ganando a través del siglo XX. Si bien en su juventud no tuvo una fase nietzscheana y se vio pronto expuesto a la interpretación heideggeriana de Nietzsche, Gadamer fue distanciándose de ésta al captar que solo gracias al «radicalismo crítico» nietzscheano la hermenéutica alcanzaba por fin completa universalidad y profundidad. La filosofía de Gadamer y la de Nietzsche tienen sin duda notables cercanías y notables diferencias. Los dos autores buscan mostrar en la experiencia del arte el carácter de acontecer transformador propio del comprender. A los dos los acerca también la historicidad constitutiva del ser humano. Y, ante todo, el reconocimiento de la valencia ontológica de la interpretación, actividad fundamental de la existencia en
la que se articula el fluir del sentido de lo que es. A los dos los separa, sin embargo, el peso de la tradición sustancial frente a la renovación interpretativa y la cuestión de si la interpretación es una conversación sin fin con la historia en el horizonte de una co-pertenencia que desborda a toda subjetividad o, ante todo, despliegue arbitrario de voluntad de poder. Las cercanías y diferencias de Gadamer y Nietzsche nos llevan, finalmente, a abordar el diálogo intenso y especial de Gadamer y Derrida, desplegado en el no lugar de los poemas de Paul Célan. La deconstrucción apuesta por un juego como movimiento de significación que no cesa de différer, en tanto para la hermenéutica las palabras hablan en su capacidad de hacer resonar un fondo indecible que les da por vía de negación su fuerza significativa.